Archivo de febrero, 2012

Lo que tienen en común empleados y empresarios

Media España, que es un país de pymes, suspira tranquila con la reforma (o derribo y construcción) laboral. Más de media gruñe porque se ha destejido el abrigo de los derechos laborales, un abrigo que se ha convertido en una sabanita de lino fino. Este país se ha quebrado en dos desde el viernes, cuando se aprobó la nueva ley: la España que contrata y la que es contratada. Irreconciliable.

Ahora hay que elegir sobre si estás a favor o en contra. Si eres empresario te sentirás liberado y te darán ganas de besar a Rajoy, en los labios si hace falta. Podrás «prescindir» (ya no se «despide») de X, que está antiguo, resabiado y es un punto jeta. Y entonces contratarás a Z, recién licenciado, por el que te darán ayudas y podrás pagarle poco. Además, Z acatará tus «instrucciones» (ahora tampoco se dan «órdenes») con la alegría brincante de los corzos. Respirarás tranquilo, porque ya puedes ajustar el tamaño de tu plantilla a tu escueta producción sin arruinarte. Y podrás poner en su sitio aquellos salarios de los 80-90, desfasados al alza, de cuando nos creíamos ricos. Pensarás que ya era hora de que se  despojara de la coraza protectora a los blindados y abusones. Si eres trabajador pensarás en los derechos que le van a quedar a tus hijos, por cuánto dinero trabajarán y con qué seguridad. Quizás te sientas más o menos seguro porque tu jefe es un tipo profesional y razonable y lleva bien la empresa y le caes bien. Si no es así, solo podrás echar mano de la plegaria si eres creyente o de la confianza en el futuro si eres ateo. Es lo malo de esta reforma, protege al empresario de los malos trabajadores, pero no a los trabajadores de los malos empresarios.

Sin embargo, empresarios y empleados tienen algo en común muy importante: ningún bando habla de empleo, sino de despido. Tampoco se menciona ya la inversión, sino los recortes. Nadie nombra la innovación (¡loco!, ¡utópico!) sino la parálisis. Eso es lo peor de la reforma laboral: constata en el BOE la resignación de un país y sus bandos, que discuten sobre cómo limar, que ya no piensan en cómo construir. Lo siento, pero estemos en el bando que estemos, hemos perdido.

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