Por Raúl Rioja
El histórico 16-0 con el que ha arrancado Golden State Warriors la temporada en la NBA no se puede comprender sin la figura de Stephen Curry. Un talento único, el hombre con cara de niño y sonrisa angelical que destroza a un rival tras otro mientras deja la sensación de estar jugando en el patio de su casa, absolutamente todo es posible cuando él tiene el balón en sus manos. Posiblemente, el mejor tirador de la historia.
La temporada pasada pasó de ser un gran jugador que destacaba sobre todo en el lanzamiento a ser nombrado el mejor: el MVP fue suyo y con todo merecimiento. Llegar a la cima es difícil, y más aún lo es mantenerse, pero qué decir de convertirse en el mejor y superarse a sí mismo en la siguiente temporada. Curry no solo ha mantenido su nivel de mejor jugador del planeta, ha elevado su nivel de juego de manera espectacular hasta el punto de convertirse en el jugador más determinante, y con diferencia, de la actual NBA. Y de ello se beneficia su equipo, invicto.
Su historia no tiene nada que ver con la de jugadores como LeBron James, por poner un ejemplo. Ni estaba llamado a ser el mejor, ni recibió ningún apodo similar a ‘The Chosen One’. Fue un gran jugador universitario llamado a tener una buena carrera en la NBA, quizás hasta destacada, pero no mucho más se esperaba de este jugador de apenas 1,91 metros, un físico aparentemente frágil y que había heredado de su padre Dell, un alero con una correcta carrera en la mejor competición del mundo, el talento para lanzar a canasta desde larga distancia. Y por ello fue elegido ‘solo’ el número 7 del draft de 2009 por detrás de jugadores tan mediocres como Hasheem Thabeet o Jonny Flynn, o de buenos jugadores, que no grandes, como Tyreke Evans… y Ricky Rubio. Solo las elecciones de Blake Griffin y James Harden por delante de Curry suenan ahora coherente.
Sus tobillos ralentizaron su eclosión en la liga norteamericana. Varias lesiones en sus primeros años hicieron que hubiera dudas sobre si tenía un físico apropiado para la NBA, pero su talento era innegable y no le faltaron oportunidades para demostrarlo. Y así fue creciendo en su juego año tras año, siempre constante.
Su primer All-Star no llegó hasta que Stephen tuvo 25 años, muy lejos de la edad con la que jugadores como Kobe Bryant (a los 19), LeBron (20) o Jordan (21) acudieron a la cita de los mejores jugadores del mundo.
Lo suyo ha sido una carrera en constante progresión, cada año mejor que el anterior. Si su primer All-Star fue algo tardío, también lo fue la primera vez que fue elegido en el mejor quinteto de la temporada, algo que no sucedió hasta la pasada, a la vez que fue nombrado MVP, a los 27 años.
Esa progresión es tan constante, tan imparable, que es difícil adivinar dónde está su techo. Esta temporada ha pasado de meter 23,8 a 32,1 puntos por partido, y todo ello con un 43,1% en triples y un 51,2% en tiros de campo. Una auténtica locura.
Un crack… sin duda…
26 noviembre 2015 | 7:56 am
El jugador mas elegante que he visto nunca. En esto supera al más grande.
26 noviembre 2015 | 8:40 am
Verle jugar sin ningún esfuerzo ante los mejores defensores de la NBA es impresionante, parece que los demás se mueven a cámara lenta!
26 noviembre 2015 | 6:21 pm