Tengo que reconocerlo: me gusta dar una de cal y otra arena a los fabricantes de consolas. Como todas suelen tener sus puntos positivos y negativos no es algo que me cueste en exceso. Pero la PlayStation 3 últimamente sólo me permite dar arena, y arena, y arena, y arena, y así una vez tras otra (suponiendo que la arena sea lo malo, algo sobre lo que tengo mis reservas).

El retraso en Europa fue un insulto para los seguidores europeos, considerados de tercera categoría. El precio, muy caro para los bolsillos de la mayoría de los españoles, fue otro palo para una legión de seguidores que cada día tiene más difícil defender su consola favorita. Y la semana pasada, por si fuera poco, se hacía público que la PlayStation 3 europea será menos compatible con los juegos de PS2 que la japonesa y la americana. Los europeos debemos estar considerados como lo peor de lo peor porque no nos merecemos ni un detalle. La explicación según Sony, me hace abrir los ojos como platos:

«En lugar de concentrarse en la compatibilidad con la PS2, en el futuro, los recursos de la compañía se centrarán cada vez más en desarrollar nuevos juegos y funciones de entretenimiento exclusivamente para la PS3»

Sé que no es obligatorio que las consolas de nueva generación sean retrocompatibles, pero estamos acostumbrados a que así sea en la medida de lo posible. De cualquier forma, los usuarios europeos de una consola por la que van a pagar 599 euros deberían tener los mismos derechos que los japoneses o los americanos. Tengo ganas de ver ese listado de juegos compatibles ahora que sé que no es el mismo que el americano. A la vez me da miedo.