Archivo de diciembre, 2021

Espíritu navideño vs espíritu consumista y su importancia en el desarrollo emocional desde pequeños

Celebrar la Navidad es una tradición de nuestras sociedades occidentales. Las ciudades se iluminan y la realidad de la vida cotidiana deja paso a la magia y a la ilusión. Desde muy pequeños ayudamos a poner el Belén o los adornos de Navidad en el árbol y se nos enseña que en esa época todo parece posible, hasta que nuestro mayor deseo se puede hacer realidad en la noche de los Reyes o de Papa Noel.

Aunque parezca que simplemente es una época distinta o especial, como puede haber otras a lo largo del año, la celebración de la Navidad realmente juega un papel muy importante en el desarrollo en el niño de su identidad de familia y de su pertenencia al grupo familiar.

A través de la celebración de la Navidad en la casa de los abuelos, con tíos y primos, los vínculos familiares se mantienen y refuerzan para el niño de una forma muy positiva. Unirnos con familiares cercanos, que vengan personas que están fuera, compartir el ritual de la comida en unión y ver a todo el clan alrededor de la mesa… Todo esto genera un sentimiento identitario muy fuerte, que conformará nuestra personalidad y reforzará nuestra estabilidad emocional, al sentirnos parte de algo que va más allá de nosotros mismos, con sus propias jerarquías, costumbres y reglas de juego. Su existencia y su falta contribuirá a desarrollar la forma de ver la vida y la personalidad del adulto en que nos convertiremos.

Pero, por desgracia, esta forma de celebrar la Navidad que estamos describiendo, que era algo natural hasta la década de los 80 en España se ha ido perdiendo. Nos estamos convirtiendo en lo que el gran sociólogo Bauman define como sociedad líquida, modernidad líquida o amor líquido, donde las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo o el matrimonio para toda la vida se han desvanecido. En su lugar vivimos un mundo más precario, provisional y siempre ansioso de novedades.

Por eso es momento para reflexionar. Debemos tener cuidado de que el espíritu navideño no se convierta en un espíritu de consumo. Parece que las navidades están quedando reducidas a una época de consumo extra prestando cada vez menos atención al ritual de familia que siempre ha acompañado estas fechas. Hasta las luces navideñas tienen su efecto a la hora de estimular nuestras compras. Como padres evitemos fomentar el consumismo en los niños con acciones como duplicar los regalos en Papa Noel y Reyes. Es una buena idea mantener el regalo especial en una fecha y, si algún familiar regala en otra fecha, que sea como algo complementario, pero manteniendo la mayor ilusión bien en Papa Noel (o El niño Jesús, Olentzero, Tió, etc) o bien en los Reyes Magos.

Cuidado con ese otro espíritu navideño, que parece ser que existe, y que nos incita al consumo. Según un estudio publicado por BMJ (British Medical Journal) en ‘Neuroscience news’… ese sentimiento es real, está localizado en el cerebro humano y provoca sensaciones de alegría, euforia y nostalgia… La combinación de los buenos olores (canela y brandy son los que más funcionan), colores como el rojo (de ahí Papa Noel), y el oro, y la música (villancicos) incitan a comprar.

A la mayoría de las personas (no a todas) se les activan cinco áreas del cerebro con la Navidad. Los más ‘afectados’ son los lóbulos parietales izquierdo y derecho, porque están muy conectados a emociones alegres y al comportamiento agradable compartido con los seres queridos. Porque esa es otra de las claves. La satisfacción de comprar en Navidad no es comparable a otra época, el pico del placer se produce a la hora de ¡pagar! Lo peor es lo que dura: una vez comprado el bien, el efecto de la recompensa solo permanece 40 segundos.

(Couleur / Pixabay)

Por ello, queridos lectores, disfrutemos de la Navidad con ilusión y transcendencia y que su espíritu mágico nos acompañe el resto del año.

¿Navidad en tu casa y Año Nuevo en la mía? Pautas para evitar el estrés familiar en estos días

Bueno, ¿este año, cómo nos vamos a repartir?, ¿Comemos en Navidad con mi familia y cenamos en Nochevieja con la tuya?

A la mayoría de vosotros esta conversación os resultará muy, pero que muy familiar. Para muchas parejas las Navidades son una época de estrés emocional importante. Hay personas que hasta llegan a enfermar pensando en esas abundantes comidas seguidas de interminables horas sentados en una silla hablado de… la nada. Este post no está dirigido a parejas que disfrutan de estos intensos momentos familiares, sino a los que huyen durante el año de ellos o a los que acuden por obligación.

¿Cómo podemos afrontar la situación para pasarlo lo mejor posible?

Hablemos

Puede darse el caso por multitud de circunstancias de que los dos miembros de la pareja vivan las reuniones navideñas de forma distinta, pero que las situaciones estén equilibradas. Por ejemplo, no les importa reunirse con sus familias, pero sí con las del otro. ¿Qué podemos hacer?: hablarlo sin miedos. Debemos pensar que nuestra pareja nos admite y se enamoró de nosotros y nuestras circunstancias, pero no de nuestra familia. No tiene por qué quererla, pero sí respetarla. En este caso se pueden tomar distintas opciones: se pueden dividir los días como ya hemos planteado o puede ir cada uno con su familia.

Pactemos

Si, finalmente, decidimos acudir a la velada familiar por el otro y sin ganas, o sabemos que nuestra pareja lo va a hacer solamente por ceder, debemos pactar el comportamiento. Por ejemplo, “si alguien dice esto qué hacemos…, si se meten con lo otro qué decimos…”, debemos cuidar nuestra relación en ese momento, ya que es algo que el otro hace por nosotros, así que hay que procurar estar atentos e intentar que esté cómodo.

Pensemos

Tenemos que pensar que cuando decidimos vivir con nuestra pareja construimos una nueva familia independiente de nuestras familias de origen. Eso puede conllevar una ruptura física o no, dependiendo de cómo se desarrollen las posteriores relaciones entre los miembros, pero lo que debe de haber desde el principio es una recolocación de las preferencias emocionales respecto de nuestra familia de origen. Ésta ya no debe ocupar el primer lugar, debemos dar paso a nuestra pareja y a los hijos si los hubiera. Los miembros de la pareja deben crear fuertes lazos afectivos y consensuar siempre los momentos en que uno de ellos involucra al otro en las relaciones de su propio entorno, tanto familiares como de amistad o laborales.

Es importante respetar las decisiones que el otro tome y aceptarlas, aunque pensemos que no está en lo cierto. En el mundo de los sentimientos y las emociones no hay nada escrito ni una regla de oro. Cada uno percibe a los otros a su manera y no tenemos que imponer nuestra propia visión.

Y decidamos

Hay que reconocer el esfuerzo de nuestra pareja en estos eventos, prestarle atención y, si admitimos que lo ha hecho por nosotros o que simplemente son unas fechas que no le gustan, podemos decidir dedicarnos un tiempo a nosotros y aprovechar las vacaciones para celebrar la navidad en familia, pero…de dos.

(Karolina Grabowska / Pixabay)

 

 

 

 

¿De verdad existe el amor para toda la vida?

Hay personas que aman mucho y no son correspondidos, otras aman poco, pero les quieren mucho, otras no conocen el amor, otras se enamoran del amor… En fin, usamos tanto la palabra amor que al final no hay una definición precisa de lo que es y de cómo hay que amar.

Se han intentado varias taxonomías del amor, la más completa es la que nos habla del amor romántico, que combina intimidad y pasión; el apasionado, que también se conoce como amor obsesivo o enamoramiento; el fatuo, combinación de pasión y compromiso; el vacío, en el que solo se da el compromiso y está carente de pasión e intimidad; el compañero, mezcla de intimidad y compromiso, pero sin pasión y, finalmente, el rey de todos los amores, el amor completo, que es la combinación de intimidad, pasión y compromiso.

Si observamos las relaciones que nos rodean, veremos que la mayoría de las personas tienen uno de estos tipos de amores y, es más, a veces lo confunden con el amor completo. La costumbre, el compromiso, la presión social, la inexperiencia, hace que las personas no conozcan realmente la compleja transformación que un amor completo produce.

Y esto está en relación con una pregunta que las personas me suelen realizar, ¿tú crees en el amor para toda la vida? Sinceramente, creo que es una excepción.

Desde luego, todos nosotros conocemos personas que han durado con su pareja “toda la vida”, desde la adolescencia hasta la senectud. Pero si les preguntáramos a todas esas parejas si, durante ese tiempo han sentido amor hacia el otro, igual nos asombramos. Muchos nos dirían que el respeto ha abundado o el cariño o, incluso, la costumbre… pero el amor con mayúsculas, igual solo fue durante un tiempo.

Y esto no nos tiene que extrañar, ya que las personas maduramos, vamos pasando por distintas fases, conocemos experiencias nuevas y aprendemos. Y del amor se aprende. No es lo mismo la ingenuidad de las primeras relaciones a las elecciones en las últimas. No es lo mismo aprender a amar que reconocer el amor. Y nosotros debemos tener un amor en nuestra vida que nos acompañe, nos comprenda, nos apoye y nos realice y, si vamos pasando por distintas etapas, ¿no es lo lógico que nuestra forma de amar también cambie?

 

(Manfred Antranias Zimmer/Pixabay)

Cómo rehacer nuestra vida sentimental después de enviudar

Hay varias cuestiones que suelen preocupar a las personas que han perdido a su pareja y desean rehacer su vida amorosa. La primera pregunta que surge y que debemos hacernos es ¿cuándo sabemos que es momento, que estamos preparados para rehacer nuestra vida sentimental, sin sentimiento de culpa o de pensar que estamos traicionando a nuestro amor perdido?

Cuando aceptemos la pérdida, la lloremos, la hagamos consciente y la asumamos. Debemos volver a ser uno y aceptar nuestra nueva situación. Sin el periodo de duelo es casi imposible volver a tener una relación amorosa completa y exitosa. Y en esto…cada persona tiene sus tiempos.

En segundo lugar, hay un interrogante que preocupa a las personas que deciden dar el paso de volverlo a intentar: ¿y si no es aceptada socialmente mi nueva situación?

Para volver a tener una pareja debemos estar preparados y ser fuertes. A veces, si es reciente el duelo o dependiendo del papel que nuestra pareja ha ejercido socialmente, es posible que el viudo o viuda sea objeto de críticas. Y qué decir de las familias, que pueden ser nuestros peores enemigos a la hora de rehacer nuestra vida sentimental, por ejemplo, en el caso de hijos mayores o la familia política.

(GTRES)

La tercera gran cuestión es ¿sentiré lo mismo?

Cuando alguien viudo se plantea volver a enamorarse, sobre todo al principio, tiende a comparar a los nuevos candidatos con la persona fallecida. Así es casi imposible volverse a enamorar, porque normalmente tendemos a idealizar la relación pasada y, consecuentemente, ninguna persona supera un listón tan alto.

También es oportuno quitar, guardar o tirar las cosas materiales de la persona fallecida. Nuestra casa no debe ser un mausoleo, debemos construir un nuevo hogar con la nueva persona y debemos empezar de cero con ella.

En su momento nos enamoramos de alguien que formó parte de nuestra vida, de un periodo importante, con luces y sombras (aunque tendemos a idealizar esa relación) y que puede habernos dado una familia, por lo que estará presente a lo largo de nuestra existencia y le veremos reflejado en nuestros hijos y ellos nos lo recordarán. No obstante, esa persona, aunque la sentimos dentro de nosotros, la debemos cobijar en un lugar determinado de nuestro corazón. Durante un tiempo, nuestra felicidad estuvo unida a una persona que, aunque ausente, sigue presente en nuestra intimidad, pero que en ningún caso debe ser obstáculo para un nuevo amor tan inmenso y completo como el que vivimos.