Quizá, si usted es lector habitual de nuestra web, este acostumbrado a escuchar tips o consejos sobre franquicias. Lo cierto, es que estas referencias van orientadas sólo a las denominadas franquicias de autoempleo, dejando casi siempre de lado las franquicias de inversión.
Seguramente, si usted se encuentra en alguna gran urbe pueda encontrar una franquicia de inversión a su alrededor. Estos negocios habitúan a posee un gran prestigio profesional y reconocimiento en la sociedad. Se trata, en la mayoría de los casos, de grandes negocios que requieren de un gran coste inicial, así como de unos altos coste de mantenimiento.
Por tanto, nos encontramos ante una dicotomía en el concepto de franquicia. Dos negocios que con un denominador común poseen grandes diferencias entre ellos.
Por un lado, las franquicias de autoempleo buscan emprendedores que quieran abrir su propio negocio para encontrar una salida profesional a su carrera. A este factor vienen aparejada muchas circunstancias. En primer lugar, la viabilidad de la franquicia va aparejada a que el franquiciado desarrolle una actividad profesional dentro del negocio. De esta forma, aunque se contrate a diferentes trabajadores para el correcto funcionamiento, el emprendedor deberá formar parte de la plantilla si desea obtener algún beneficio económico del mismo. Ya que, en relación con esto último, seguramente el negocio no de los suficientes rendimientos para que el franquiciado obtenga rentabilidad económica suficiente si este pone a trabajar a terceras personas.
Por otro lado, las franquicias de inversión. Estos negocios se espera que tengan una rentabilidad mayor tanto en términos absolutos como relativos. Se trata de grandes negocios que poseen estructuras más complejas e incapaces de autoadministrarse. De esta forma, sus beneficios son tan altos que en muchos casos el franquiciado realiza labores menores de gerencia y dirección del negocio contratando a terceras personas para que se encarguen del funcionamiento. ¿Cuál es el problema? Las barreras a la entrada. Estos negocios necesitan una gran inversión inicial y en muchas ocasiones gastos de funcionamiento. Por eso mismo, estas franquicias no son accesibles para todos los bolsillos e incluso, en algunos casos, no están orientadas para particulares, sino que se trata de oportunidades para grupos patrimoniales o societarios más grandes.
Con todo esto, nos encontramos con dos caminos bien diferenciados. El camino del emprendedor y el camino del inversor. En función de nuestros recursos y de nuestras necesidades podremos afrontar uno u otro con mayores o menores garantías.
En conclusión, seremos nosotros mismos los que tendremos que analizar que es lo que vamos buscando. Invertir en un negocio de autoempleo puede resultarnos nefasto dada su baja rentabilidad, mientras que buscar una salida profesional en una gran franquicia de inversión puede resultarnos difícil tanto de conseguir por la financiación, como de hacerla funcional sin el respaldo económico adecuado.
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