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Destripando mitos: La ‘sangre azul’ de los reyes no proviene del color de las venas sino de una referencia al cielo

A la hora de consultar el origen de la expresión ‘ser de sangre azul’, atribuida a las personas pertenecientes a la realeza, en un 99 por ciento de ocasiones nos dará como resultado a esa búsqueda que dicha referencia proviene del hecho de que antiguamente a los miembros de las Casas Reales no les daba el sol y, por tanto, tenían la piel muy pálida dejando traslucir las venas y predominando las azules, que realmente no son de ese color sino que es provocado por un efecto óptico de la luz  de onda corta la cual se refleja en las venas que están más cerca de la superficie de la piel, situadas a 0’5 milímetros por debajo de la epidermis.

Destripando mitos: La ‘sangre azul’ de los reyes no proviene del color de las venas sino de una referencia al cielo

Pero en realidad esa referencia a la sangre real y el color con el que se traslucen las venas no deja de ser un mito provocado por un error de traducción o, mejor dicho, una interpretación errónea de unos antiguos textos del historiador romano Cornelio Tácito (vivió entre los siglos I y II d.C.) realizadas por humanistas españoles a inicios del siglo XVII.

Resulta que, tal y como explicó hace ya varias décadas, el célebre lingüista de origen rumano, Eugen Coșeriu, los mencionados humanistas cometieron un error a la hora de interpretar unos textos del historiador latino en los que cuando se refería a emperadores y reyes de su época lo hacía utilizando la expresión ‘caelesti sanguine (ortam)’ (‘nacido de sangre celestial’), debido a que se aludía a la procedencia divina y celestial (del cielo) de aquellos descendientes y del mismo linaje que Cayo Octavio Turino, más conocido como ‘Augusto’ (primer emperador romano y a quien se le ‘divinizó’).

Fue precisamente ese término ‘calaesti’ (celestial) el que llevó a confusión en el siglo XVII y se transformó de la noche a la mañana en ‘celeste’ (azul claro, cuya denominación proviene precisamente de eso: el color del cielo). No tardó en difundirse, ya en castellano, el término ‘sangre celeste’ en lugar de ‘sangre celestial’, por lo que con los años esa referencia al celeste pasó a ser denominada azul y, de ahí, al término ‘sangre azul’.

El uso popular de esta nueva locución, ayudada de interpretaciones confusas de la misma y que iban variando con el tiempo debido a la transmisión oral de una generación a otra es lo que hizo que hoy en día esté tan extendida la errónea explicación de la sangre azul de los miembros de las familias reales y el color de sus venas por no haber tomado el sol, en lugar de aludir a la procedencia divina y celestial que, originalmente, explicó Cornelio Tácito en su obra ‘Ab Excessu divi Augusti Historiarum Libri’ (Libros de historias desde la muerte del divino Augusto), la cual comprendía en una treintena de libros la historia generacional desde Augusto (siglo I a.C.) hasta Tito Flavio Domiciano (siglo i d.C.).

Pero también debo entonar un ‘mea culpa’ debido a que hasta hace unos años yo mismo estaba convencido de que la popular explicación era la correcta, pero a finales de 2015 llegó a mis manos un concienzudo trabajo publicado en 2011 por Jairo Javier García Sánchez , Profesor Titular del Departamento de Filología de la Universidad de Alcalá (UAH), quien daba las claves para ir tirando del hilo sobre lo sugerido por Eugen Coșeriu a mediados del siglo XX y corroborar esa otra explicación.

Cabe destacar que al principio (antes de leer el mencionado trabajo) fui algo escéptico en cuanto a lo planteado en él e incluso llegué a intercambiar algunos correos email con el propio profesor Jairo Javier García. Tras la lectura y haber comprobado uno por uno las diferentes fuentes propuestas, he podido llegar a la conclusión de que el origen celestial del término ‘sangre azul’ es el correcto y que hemos estado equivocados durante muchísimos años (no he podido terminar de investigar a fondo sobre el tema hasta ahora debido a la falta de tiempo, pues me encontraba inmerso en la escritura de mi último libro “Ya está el listo que todo lo sabe de SEXO”.

Podéis leer el trabajo del profesor Jairo Javier García Sánchez en el siguiente enlace: http://bit.ly/2qSN6YP

 

 

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Fuente de la imagen: Wikimedia commons

¿Cuándo y por qué se puso de moda tomar el sol para estar moreno?

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De sobra es conocido el hecho de que, a lo largo de la mayor parte de la Historia, el tener una piel blanquecina era un símbolo de distinción entre las clases altas, la aristocracia y familias reales (aunque cabe destacar que el origen del término ‘sangre azul’ no proviene de ese hecho). Todo este tipo de personas siempre andaban resguardándose del sol bajo sus sombrillas y sombreros, procurando que  ni un solo rayo del astro rey tocase por casualidad centímetro alguno de su piel.

Por el contrario, las clases más bajas solían tener una piel tostada la mayor parte del año, debido a que, la mayoría de ellos, realizaban su trabajo a la intemperie y bajo el radiante sol, sin llevar protección ni tener cuidado alguno.

Recién iniciado el siglo XX los avances en la ciencia hizo conocer los numerosos beneficios terapéuticos que tenía el sol sobre la salud de los seres humanos y muchos fueron los médicos que comenzaron a recetar/recomendar a sus pacientes tomar ‘baños de sol’ y así combatir numerosas enfermedades (entre ellas la anemia, la depresión, refortalecimiento óseo, etc).

A pesar de los múltiples beneficios que aportaba el sol, los miembros de la alta sociedad continuaban resistiéndose a que su piel fuese bronceada y dejaba esto para las clases más bajas y los enfermos (bajo prescripción médica).

Pero llegó un momento en el que, de la noche a la mañana, se decidió que el estar pálido y tener una piel blanquecina ya no resultaba atractivo, poniéndose de moda entre los círculos más exclusivos la piel bronceada por el sol, algo que, a la par de saludable, resultaba visualmente hermoso.

Fue  durante la década de los años 20,  una época que marcó tendencia entre lo que estaba de moda o ya lo había dejado de estar. Dos son las mujeres señaladas como precursoras de la piel bronceada: Coco Chanel y Josephine Baker.

Por una parte la historia que relaciona a la famosa diseñadora y la popularización del bronceado es la anécdota que explica que, tras regresar a París de unos días de vacaciones  realizando un crucero por el Mediterráneo a bordo del yate del duque de Westminster, llegó con la piel tostada por el sol. En aquellos momentos, Coco era una de las personas que marcaba tendencia y absolutamente todo lo que hacía, diseñaba o decía se ponía de moda entre la población de un día para el otro.

Esto hizo que el estupendísimo bronceado que lucía Coco Chanel fuera imitado por la legión de seguidoras que tenía.

Coincidiendo con la época (aunque más hacia mediados de la década), también se atribuye la moda de tomar el sol y tostar la piel a la cantante y actriz Josephine Baker. La artista, conocida como ‘la mujer de la piel de caramelo’, hizo  que muchísimas mujeres de todo el mundo tratasen de emular su tono natural de piel bronceándoselo.

El vertiginoso auge por tostar la piel y ponerla morena hizo que en 1927, el diseñador y perfumista francés Jean Patou, lanzase al mercado la primera loción bronceadora Huile de Chaldee, convirtiéndose rápidamente en el complemento ideal para coger un rápido y bonito color tostado sin esperar a que llegase el verano.

 

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Fuentes de consulta: Art Deco of the Palm Beaches – Sharon Koskoff – Google Libros / jeanpatou / «Sun and Clouds: The Sun in History» convdocs
Fuente de la imagen: xlordashx (Flickr)

¿Por qué las venas se ven azules?

¿Por qué las venas se ven azules?Si nos miramos el reverso de la mano o la parte interna de las muñecas percibiremos que debajo de la piel hay venas que son claramente azules. Se sabe que la sangre que fluye por ellas es roja. ¿Sugiere esto como conclusión que son los propios vasos los que tienen un color azul? Pues no lo son, y si se observan con atención se comprueba que las palmas de las manos, por ejemplo, están cruzadas por una fina red roja. Y también las mejillas se nos ponen rojas de vez en cuando. Lo que se observa en estos casos son tanto los vasos como la sangre roja que circula por ellas. Las venas sólo parecen azules cuando están situadas a 0,5 milímetros por debajo de la epidermis. La luz blanca que se forma con todos los colores del espectro penetra hasta esa profundidad. Su componente de luz roja, de gran longitud de onda, penetra muy profunda y es absorbida por la sangre. La luz azul es de corta longitud de onda, incide en las venas, se refleja y llega así al ojo humano.

 

 

Extraído del libro: ¿CUANTO PESA UNA NUBE? de IRIS HAMMELMANN
Fuente de la imagen: Wikimedia commons