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¿Sabes qué es un ‘celícola’?

En la antigüedad se tenía el convencimiento que los reyes, emperadores y todas aquellas personas con un don especial provenían directamente del cielo (eran enviados de los dioses, como era el caso de los ángeles), por lo que se acuñó un término  para hacer referencia a estos.

¿Sabes qué es un ‘celícola’?

Se trata del vocablo ‘celícola’, forma que a los autores clásicos les gustaba utilizar para referirse de una manera poética a aquel que provenía del cielo o era celestial.

Su origen es el término latino ‘caelicola’, que se traduce como ‘habitante del cielo’ y etimológicamente proviene de la unión de ‘caelum’ (cielo) y el sufijo ‘-cŏla’ (utilizado para hacer referencia a un habitante o procedencia de éste).

Cabe destacar que la creencia sobre la procedencia celestial de reyes y emperadores también fue lo que originó el mito de que estos tenían la sangre azul, tal y como ya expliqué en otro post hace unos años: Destripando mitos: La ‘sangre azul’ de los reyes no proviene del color de las venas sino de una referencia al cielo.

 

 

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¿De dónde surge el mito del ‘Príncipe Azul’ de los cuentos?

El hecho de que se eligiese el color azul para definir a esos príncipes apuestos que enamoraban a las princesas de cuento es debido a la creencia que existe desde hace unos cuanto siglos que indica que los miembros de la realeza tienen sangre azul.

¿De dónde surge el mito del ‘Príncipe Azul’ de los cuentos?Días atrás, en el post: Destripando mitos: La ‘sangre azul’ de los reyes no proviene del color de las venas sino de una referencia al cielo, os explicaba que esa creencia se fundamentó en un error de interpretación por parte de los humanistas españoles de principios del siglo XVII que tradujeron la obra (una treintena de libros) del insigne historiador romano Cornelio Tácito.

Pues bien, tras esas traducciones erróneas y una vez transformado el término ‘sangre celestial’ en ‘sangre celeste’ y de ahí pasó a popularizarse como ‘sangre azul’, la locución viajó desde el castellano a otras lenguas europeas: el francés ‘sang bleu’, el italiano ‘sangue blu’, el portugués ‘sangue azul’, el rumano ‘sânge albastru’, el inglés ‘blue blood’, el alemán ‘blaues blut’ o el neerlandés ‘blauw bloed’ (por poner unos pocos ejemplos), que lo usan con el mismo sentido.

No existe una evidencia clara de cuándo comenzó a utilizarse el adjetivo de ‘Príncipe Azul’ en los cuentos y cuál fue el primero en el que se le adjudicó ese color al protagonista de las historias.

Algunos historiadores sugieren que apareció por primera vez en el siglo XIX a raíz de una leyenda de origen rumano que se titulaba El Príncipe Azul de la lágrima’. Evidentemente el azul hacía referencia a su condición aristocrática y por tanto a ser de sangre azul, como por entonces se tenía el convencimiento.

También cabe destacar que el término ‘azul’ para referirse a los príncipes de los cuentos se utiliza principalmente en la lengua española e italiana (‘Principe Azzurro’), mientras que en la mayoría de idiomas se refieren a ese personaje como ‘El Príncipe Encantador’ (‘Prince Charming’ en inglés, ‘Prince Charmant’ en francés…)

Cabe destacar que un error de traducción del inglés al portugués y posteriormente desde el luso al castellano provocó que en algunos cuentos apareciese como ‘El Príncipe Encantado’ y no encantador y, por tanto, también ha sido ampliamente conocido de este modo en nuestra lengua.

 

 

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Destripando mitos: La ‘sangre azul’ de los reyes no proviene del color de las venas sino de una referencia al cielo

A la hora de consultar el origen de la expresión ‘ser de sangre azul’, atribuida a las personas pertenecientes a la realeza, en un 99 por ciento de ocasiones nos dará como resultado a esa búsqueda que dicha referencia proviene del hecho de que antiguamente a los miembros de las Casas Reales no les daba el sol y, por tanto, tenían la piel muy pálida dejando traslucir las venas y predominando las azules, que realmente no son de ese color sino que es provocado por un efecto óptico de la luz  de onda corta la cual se refleja en las venas que están más cerca de la superficie de la piel, situadas a 0’5 milímetros por debajo de la epidermis.

Destripando mitos: La ‘sangre azul’ de los reyes no proviene del color de las venas sino de una referencia al cielo

Pero en realidad esa referencia a la sangre real y el color con el que se traslucen las venas no deja de ser un mito provocado por un error de traducción o, mejor dicho, una interpretación errónea de unos antiguos textos del historiador romano Cornelio Tácito (vivió entre los siglos I y II d.C.) realizadas por humanistas españoles a inicios del siglo XVII.

Resulta que, tal y como explicó hace ya varias décadas, el célebre lingüista de origen rumano, Eugen Coșeriu, los mencionados humanistas cometieron un error a la hora de interpretar unos textos del historiador latino en los que cuando se refería a emperadores y reyes de su época lo hacía utilizando la expresión ‘caelesti sanguine (ortam)’ (‘nacido de sangre celestial’), debido a que se aludía a la procedencia divina y celestial (del cielo) de aquellos descendientes y del mismo linaje que Cayo Octavio Turino, más conocido como ‘Augusto’ (primer emperador romano y a quien se le ‘divinizó’).

Fue precisamente ese término ‘calaesti’ (celestial) el que llevó a confusión en el siglo XVII y se transformó de la noche a la mañana en ‘celeste’ (azul claro, cuya denominación proviene precisamente de eso: el color del cielo). No tardó en difundirse, ya en castellano, el término ‘sangre celeste’ en lugar de ‘sangre celestial’, por lo que con los años esa referencia al celeste pasó a ser denominada azul y, de ahí, al término ‘sangre azul’.

El uso popular de esta nueva locución, ayudada de interpretaciones confusas de la misma y que iban variando con el tiempo debido a la transmisión oral de una generación a otra es lo que hizo que hoy en día esté tan extendida la errónea explicación de la sangre azul de los miembros de las familias reales y el color de sus venas por no haber tomado el sol, en lugar de aludir a la procedencia divina y celestial que, originalmente, explicó Cornelio Tácito en su obra ‘Ab Excessu divi Augusti Historiarum Libri’ (Libros de historias desde la muerte del divino Augusto), la cual comprendía en una treintena de libros la historia generacional desde Augusto (siglo I a.C.) hasta Tito Flavio Domiciano (siglo i d.C.).

Pero también debo entonar un ‘mea culpa’ debido a que hasta hace unos años yo mismo estaba convencido de que la popular explicación era la correcta, pero a finales de 2015 llegó a mis manos un concienzudo trabajo publicado en 2011 por Jairo Javier García Sánchez , Profesor Titular del Departamento de Filología de la Universidad de Alcalá (UAH), quien daba las claves para ir tirando del hilo sobre lo sugerido por Eugen Coșeriu a mediados del siglo XX y corroborar esa otra explicación.

Cabe destacar que al principio (antes de leer el mencionado trabajo) fui algo escéptico en cuanto a lo planteado en él e incluso llegué a intercambiar algunos correos email con el propio profesor Jairo Javier García. Tras la lectura y haber comprobado uno por uno las diferentes fuentes propuestas, he podido llegar a la conclusión de que el origen celestial del término ‘sangre azul’ es el correcto y que hemos estado equivocados durante muchísimos años (no he podido terminar de investigar a fondo sobre el tema hasta ahora debido a la falta de tiempo, pues me encontraba inmerso en la escritura de mi último libro “Ya está el listo que todo lo sabe de SEXO”.

Podéis leer el trabajo del profesor Jairo Javier García Sánchez en el siguiente enlace: http://bit.ly/2qSN6YP

 

 

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