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¿De dónde surge la expresión ‘No dar el brazo a torcer’?

Se utiliza la expresión ‘No dar el brazo a torcer’ para indicar la negativa de alguien a realizar alguna cosa, también durante una discusión o debate no querer cambiar su opinión en algún asunto (a pesar de que pueda estar equivocado) e incluso, a pesar de encontrarse en minoría en una votación, seguir empeñado en que tiene razón y que no le van a hacer cambiar de opinión (otra expresión análoga, de similar significado, aunque diferente origen es ‘estar en sus trece’).

¿De dónde surge la expresión ‘No dar el brazo a torcer’?

El origen de la expresión ‘No dar el brazo a torcer’ la encontramos en la tradicional competición de ‘pulsos’ (pulsear), en el que dos contrincantes se colocan frente al frente, se agarran de una mano, apoyando únicamente el codo sobre la superficie (sin moverlo ni levantarlo), y que a base de hacer palanca y fuerza hay que conseguir que el dorso del rival toque en la superficie de la mesa.

La resistencia realizada por los dos contrincantes, que evidentemente quieren ganar, y el evitar que el brazo se tuerza y, por tanto, perder la competición, es lo que originó la expresión.

Pero los pulsos es algo que se ha practicado desde la antigüedad (hay evidencias de que antiguas civilizaciones como la egipcia, romana, griega e incluso en la América precolombina, lo realizaban). De ahí que haya otras expresiones que también ha surgido del mismo: ‘A brazo partido’, ‘Luchar a brazo partido’ (como referencia a valentía) o ‘Echarle a alguien un pulso’, ‘Echar un pulsito’ (desafiar a alguien).

 

 

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Fuente de la imagen: maxpixel

¿Por qué no escuchamos los latidos de nuestro propio corazón?

¿Por qué no escuchamos los latidos de nuestro propio corazón?

Salvo contadas excepciones o algunos momentos muy puntuales, no escuchamos los latidos producidos por nuestro propio corazón, cuando por norma general con solo acercar nuestro oído al pecho de otra persona somos capaces de oír el suyo con nitidez ¿por qué el que está en otro cuerpo sí y sin embargo el nuestro no lo oímos?

Pues por una sencillísima razón: para que nuestro cerebro no se vuelva loco ante el sonido continuo de dichos latidos, que se producen continuamente a lo largo de las 24 horas del día (evidentemente en unos momentos acelerado y en otros más pausado).

Un corazón sano late aproximadamente unas cien mil veces al día (cogiendo como media 70 latidos por minuto). Para evitar ese continuo pum-pum del músculo cardiaco el cerebro se encarga de enviar una señal a nuestro sistema auditivo para que quede bloqueado dicho sonido.

Con ello se pretende no padecer la continua molestia de oír todo el rato el latido además de facilitarnos que escuchemos, sin que nada nos interfiera, los sonidos que provienen de nuestro exterior, en muchos casos vitales para nuestra supervivencia.

Tal y como indico al inicio del post, hay momentos puntuales o contadas ocasiones en las que una persona pueda escuchar los latidos de su propio corazón, estos pueden ser en el momento de acostarse y apoyar la cabeza en la almohada (que desaparece, normalmente, al cambiar de postura), en momentos de tensión e incluso de sobreesfuerzo (debido a que nuestro cerebro al detectar los latidos acelerados sospecha que estamos viviendo un momento fuera de lo normal y quita el bloqueo auditivo) o porque se padece algún tipo de acúfeno (sensación auditiva no provocada por un sonido exterior) llamado en este caso ‘tinnitus pulsátil’.

 

 

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Fuente de la imagen: clanlife (Flickr)