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El curioso origen etimológico del término ‘recalcitrante’

A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan sobre el origen del término ‘recalcitrante’ para denominar de ese modo a una persona terca u obstinada.

El curioso origen etimológico del término ‘recalcitrante’

El diccionario de la RAE define el término ‘recalcitrante’ como ‘Terco, reacio, reincidente, obstinado, aferrado a una opinión o conducta’, indicando que proviene del latín ‘recalcĭtrantis’ y el origen etimológico de este vocablo latino lo encontramos en la unión del prefijo ‘re-‘ (reiteración, repetir, hacer de nuevo) y la palabra ‘calcitrum’, que significaba literalmente ‘golpe de talón’.

Y es que el término recalcitrante en su origen hacía referencia al pataleo o golpe de talón que se daba contra el suelo como acto de protesta e incluso al sonido reiterado que se escuchan en algunas danzas o bailes, en las cuales se golpea al suelo.

Pero, originalmente, esa no fue la primera acepción que se le dio al término cuando fue creado, sino que hacía referencia a las continuas coces que daban con sus pezuñas algunos equinos como los caballos, burros, mulas. Esas coces no eran solo hacia alguien, sino también contra el suelo tras haber sido atado el animal en algún poste, árbol y debía permanecer quieto. La terquedad demostrada por estos, junto al continuado gesto del pataleo o coces, le dio origen que hoy en día conocemos.

 

 

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¿Cuál es el origen del término ‘empecinarse’ para referirse a alguien propicio a la terquedad y obstinación?

A través de la cuenta de este blog en Instagram (@yaestaellistoquetodolosabe2) me consultan sobre el origen del término ‘empecinarse’ para referirse a alguien propicio a la terquedad y obstinación.

¿Cuál es el origen del término ‘empecinarse’ para referirse a alguien propicio a la terquedad y obstinación?

Durante la Guerra de Independencia española uno de los héroes que destacaron fue Juan Martín Díez, un militar vallisoletano (natural de la población de Castrillo del Duero) que se hizo famoso tras ganar varias batallas al ejército invasor francés. A pesar de su impecable hoja de servicio, el hecho de ser liberal hizo que, tras la restauración de la monarquía borbónica, el rey absolutista, Fernando VII, ordenara ejecutarlo por su ideología política.

Durante sus años de vida, Juan Martín Díez había sido conocido por el curioso mote de ‘el empecinado’, pero nada tenía que ver este sobrenombre con su tenacidad y obstinación por luchar contra los franceses o defender sus ideales liberales.

Tal apodo era común ponérselo a todas aquellas personas que residían en Castrillo del Duero a modo de gentilicio y se originó a raíz de las ‘pecinas’ (charcos de lodo negro) que había en el río Botijas que atraviesa la población.

La fama adquirida por este personaje hizo que el término ‘empecinado’ ya no solo se utilizara como gentilicio de los habitantes de Castrillo del Duero sino también para referirse a todas aquellas personas que se mantienen firmes en sus convicciones e ideas y, también, a las obstinadas, tercas y pertinaces.

 

 

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