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Cuando la Familia Real Británica decidió cambiar su apellido alemán por uno inglés

Cuando la Familia Real Británica decidió cambiar su apellido alemán por uno inglés

Desde que la reina Victoria I del Reino Unido contrajo matrimonio en 1840 con el germano Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha a todos sus descendientes y herederos al trono se les aplicó el título de Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, sustituyendo al de la Casa Real de Hannover que era el que se había portado hasta entonces desde el siglo XVII.

Pero el título tan solo permaneció en la familia dos generaciones más hasta que, el 17 de julio de 1917, el rey Jorge V, nieto de Victoria I, proclamaba por ley que a partir de aquel instante todos los miembros y descendientes de la Familia Real Británica dejarían de llevar el apellido Sajonia-Coburgo-Gotha y pasarían a pertenecer a la Casa de Windsor, recién creada por él a tal efecto. También sería de obligatorio uso el llevar el apellido Windsor tras el nombre.

El motivo para esa drástica decisión era la profunda enemistad que había con el Imperio Alemán a causa de la Primera Guerra Mundial. A pesar de que era primo del Kaiser Guillermo II (también nieto de la reina Victoria I) la confrontación entre ambas naciones era irremediable y, en vista de la contundente determinación de Jorge V, parecía irreconciliable.

El nombre de Windsor lo tomó de uno de los castillos que tenían como residencia oficial y que estaba situado en la pequeña población de mismo nombre, en el condado de Berkshire. Así pues, desde entonces todos los miembros de la Familia Real Británica portan como apellido Windsor.

 

 

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Cuando el rey de Inglaterra ordenó pagar un impuesto por cada ventana que tuvieran las casas

Cuando el rey de Inglaterra ordenó pagar un impuesto por cada ventana que tuvieran las casas

El rey Guillermo III de Inglaterra se distinguió desde que fue coronado por su habilidad en meterse en todos y cada uno de los conflictos bélicos que hubo en su época, pasando la mayor parte de su reinado fuera del país (era su esposa María de Inglaterra la que durante un lustro se dedicó a reinar por él durante su ausencia).

Los continuos viajes y participaciones en las diferentes batallas provocaron que las arcas del Estado quedasen bajo mínimos y con múltiples deudas a prestamistas que habían puesto el dinero para financiar las campañas bélicas del rey. En 1696 se decidió que había que buscar alguna forma de gravar con un nuevo impuesto a los ciudadanos y volver a llenar el erario.

En un principio se pensó que la forma de obtener mayores ingresos era haciendo un impuesto gradual, con el que según era la prosperidad e ingresos de una persona mayor sería la cantidad a tributar.

Pero rápidamente los miembros del Consejo de la Corte se encontraron con un contratiempo presentado por los juristas: estaba prohibida por ley la intrusión gubernamental en los asuntos privados de los ciudadanos (las rentas que ganaban incluidas) y representaba una amenaza a la libertad personal ese nuevo impuesto.

De este modo dicho consejo se tuvo que poner a pensar de qué modo podían imponer un tributo mayor a los que más tenían y no se tardó en llegar a la solución: el ‘window tax’ o, lo que es lo mismo, el impuesto de las ventanas.

Sabían que cuanto mayor era el poder adquisitivo de una persona más grande era la casa en la que vivía y cuanto más grande era la casa más ventanas habría. Este era el razonamiento simple y lógico al que habían llegado los miembros del Consejo de la Corte.

Pero como suele ocurrir en multitud de ocasiones… ‘hecha la ley, hecha la trampa’.

Tras el anuncio de este nuevo impuesto, de la noche a la mañana, en la inmensa mayoría de las casas de toda Inglaterra y Gales los propietarios comenzaron a tapiar casi todas sus ventanas, de ese modo pagarían muchos menos tributos.

Incluso las casas de nueva construcción se hacían, a petición del comprador, con apenas ventanas y en muchas ocasiones se llegaba incluso a pintar alguna en la fachada a modo de adorno.

A pesar de ser un impuesto impopular el window tax continuó en vigor durante un siglo y medio más y no fue hasta 1851 (bajo el reinado de Victoria del Reino Unido) que no se derogaría.

Cabe destacar que dicho impuesto fue copiado por otros países, entre ellos Francia y México (en este último también se llegó a pagar por tener una puerta).

 

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Fuente de la imagen: geograph.org.uk