Todos hemos contemplado alguna vez en nuestra vida alguna actuación (circense, televisiva, teatral o callejera) en la que un artista se dedicaba a clavarse cuchillos o algo punzante, acostarse sobre una cama de clavos, caminar sobre cristales o brasas e incluso lanzar llamaradas de fuego tras introducirse una antorcha encendida en la boca.
Estos singulares personajes son comúnmente conocidos con el término ‘faquir’ (o fakir) y el origen de dicha denominación proviene del árabe clásico ‘faqīr’, que era el vocablo utilizado para hacer referencia a los místicos que se encontraba en la búsqueda de la total perfección espiritual (solían ser musulmanes o hinduistas), entregándose en cuerpo y alma a una serie de sacrificios (o castigos) que se autoimponía (flagelarse, dormir sobre piedras, brasas o cristales, realizarse cortes en la piel, agujerearse partes del cuerpo…)
Vivían de la mendicidad, debido a su vida como errantes e iban de un lugar a otro. Habitual era encontrarlos en alguna plaza pública realizando sus sacrificios personales, momento que generaba expectación entre los habitantes del lugar, quienes aprovechaban para darle algún tipo de limosna (tanto monetaria como alimenticia).
De ahí surgió utilizar ese mismo término para denominar posteriormente a aquellos artistas que, de modo profesional, se dedicaban a realizar públicamente ejercicios con cuchillos, fuego u otros objetos peligrosos sin causarse, aparentemente, daño alguno.
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