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Torneo, atornillar y torniquete, tres palabras con un mismo origen etimológico: ‘dar vueltas’

A simple vista, si tomamos palabras tan distintas en su significado como ‘torneo’, ‘atornillar’ o ‘torniquete’, no caeremos en la cuenta que estos tres vocablos tienen algo en común: su procedencia etimológica y que provienen de un mismo término de raíz latina: ‘tornus’, cuyo significado es ‘dar vueltas’.

Torneo, atornillar y torniquete, tres palabras con un mismo origen etimológico: ‘dar vueltas’

De ahí también proviene ‘torno’ (como el que usan, por ejemplo, los alfareros), ‘tornillo’, ‘tornado’

El término latino ‘tornus’ a su vez provenía del griego ‘τόρνος’ (tórnos) que significaba literalmente ‘girar’.

Supongo que rápidamente habréis encontrado la relación directa entre atornillar (introducir un tornillo haciéndolo girar alrededor de su eje) y torniquete (dispositivo para evitar o contener una hemorragia a base de hacerlo girar y comprimir la herida) pero os preguntaréis por qué he indicado que el término ‘torneo’ proviene del mismo origen etimológico.

Pues bien, hoy en día conocemos como torneo a ciertas competiciones deportivas, pero para encontrar la procedencia del término hemos de ir hacia la Edad Media en la que se le llamaba de este modo a los combates que se realizaban hombre contra hombre, donde los contrincantes iban montados sobre un caballo, vestían una armadura y portaban una lanza.

El lugar en dónde se llevaba a cabo estos desafíos estaban delimitados por unas estacas (de ahí la expresión ‘dejar en la estacada’) y una vez que se llegaba hasta el final el caballo debía girar para volver a acometer al contrario y lanzarlo contra el suelo y ganar (‘hacerle morder el polvo’).

Esas continuas idas y venidas (giros) del jinete es lo que dio origen a que dichos combates recibieran el nombre de torneo y, por tanto, tengan la relación directa con los otros términos comentados.

 

 

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Fuentes de las imágenes: Nina Hale (Flickr) / wapster (Flickr) / Wikimedia commons

¿Por qué el asterisco (*) tiene esa peculiar forma y cuándo se originó su uso?

A través de la página en Facebook de este blog, Cecilia Guasch me consulta sobre el origen del asterisco y su uso.

¿Por qué el asterisco (*) tiene esa peculiar forma y cuándo se originó su uso?Conocemos como asterisco al símbolo en forma de estrellita que se coloca junto, al margen o sobre algún texto (suele ser entre paréntesis aunque en muchas ocasiones está puesta directamente) y que está algo más elevada de lo escrito (en la parte superior del renglón). Suele utilizarse para indicar que dicho texto/párrafo tiene una explicación o nota adicional (que suele situarse el píe de página).

Ya en la antigüedad los escribanos solían utilizar algún tipo de signo para advertir que se había agregado un texto o explicación en los márgenes o pie del escrito, pero incluso mucho antes ya se había usado para añadir correcciones en los ‘poemas homéricos’ por Aristarco de Samotracia (filólogo que trabajó en la célebre biblioteca de Alejandría).

El asterisco se ha usado de diversos modos: en forma de estrella (cada autor o época le ha puesto más o menos puntas), con un punto del que salían unas puntas e incluso una curiosa forma que recordaba la salpicadura de una gota de tinta, por lo que durante un tiempo se le conoció también como ‘splat’ (salpicadura).

Se podría decir que la popularización y uso del asterisco se extendió a partir de la Edad Media, una época en la que se escribieron importantes libros sobre insignes sagas familiares en los que, para hacer entendible quién era quién, había que añadir mediante ese signo una nota al margen que explicaba de quién se trataba o qué relación tenía ese personaje con otros nombrados en el libro.

El asterisco fue evolucionando y con el tiempo ya no solo se utilizó para las notas al margen sino también para colocar ese signo como sustitución de una letra o palabra concreta (sobre todo en términos considerados como soeces o blasfemos).

Etimológicamente el término ‘asterisco’ proviene del latín ‘asteriscus’ y éste a su vez del griego ‘asterískos’ (ἀστερίσκος) cuyo significado literal es ‘estrellita’ (debido a su singular forma).

 

 

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¿Cuándo y por qué surgió la idea de llevar apellidos?

Hasta bien entrada la Edad Media raro fue el caso de alguien que, sin pertenecer a la realeza o nobleza, tuviese en propiedad alguna vivienda o tierras. Fue a partir del momento en el que la burguesía tuvo acceso a bienes inmuebles, y por tanto a tener que generar documentación que acreditase su propiedad, cuando apareció la conveniencia de poder identificar a quién pertenecía cada cosa. De esta forma el nombre de pila se convirtió en insuficiente, así que comenzó a añadirse en la documentación, y junto al nombre, alguna peculiaridad que identificase al propietario fácilmente.

¿Cuándo y por qué surgió la idea de llevar apellidos?

Habitualmente se colocaba la profesión de esa persona: Juan Carpintero, José Herrero, Manuel Alfarero. Otra fórmula era poner alguna característica física: Juan Tuerto, José Moreno, Manuel Cojo. El lugar de procedencia, en caso de no ser autóctono, también era una buena fórmula para distinguirlos: Juan Madrid, José Toledo, Manuel Sevilla. Si ninguna de estas formas era posible aplicarlas (porque estaban repetidas) entonces se le añadía el nombre de pila del progenitor (patronímico): Juan de Lope, José de Martín, Manuel de Rodrigo. Para ahorra la preposición ‘de’ se le añadió el sufijo -ez que venía a significar lo mismo, de ahí que pasasen a ser: Juan López, José Martínez, Manuel Rodríguez.

Esto último también se aplicó en otros idiomas, motivo por el que es tan común encontrar extranjeros con una parte de su apellido igual: los ingleses utilizaban la terminación ‘son’ (Johnson) o el prefijo ‘fitz’ (Fitzgerald), en Italia muchos apellidos terminan en ‘ini’ (Paolini), en Dinamarca en ‘sen’ (Nielsen), algunos anglosajones (de ascendencia celta) podemos encontrar que se apellidan como ‘Mac’ o ‘Mc’ (McEnroe, Macbeth), los irlandeses usan el característico O’ (O’Brien) y en Francia el prefijo ‘De’ (Dejean), por poner unos pocos ejemplos.

Hasta que se extendió el uso del apellido sólo la nobleza lo había utilizado y éste no era otro que el nombre de la casa a la que pertenecían: Tudor, Alba, Lancaster, Borbón, Austria…

 

 

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Fuente de la imagen: wordart

¿Fue realmente el ‘cinturón de castidad’ un invento medieval para evitar infidelidades de las esposas?

Estamos acostumbrados a ver en películas, series de televisión y numerosísimas novelas históricas escenas en las que, durante la Edad Media, cada vez que un hombre poderoso de la época salía de viaje para participar en una guerra, con el fin de asegurarse la castidad de su esposa y evitar que ésta pudiera cometer algún acto de infidelidad, mandaba colocarle un artilugio metálico en forma de braga de seguridad que aseguraba la total imposibilidad de la mujer a ser penetrada sexualmente.

¿Fue realmente el ‘cinturón de castidad’ un invento medieval para evitar infidelidades de las esposas?

También hay quien indica que dicho cinturón no solo servía para salvaguardar la honorabilidad del marido que mandaba colocarla, sino que también se utilizaba como forma de imposibilitar una violación sexual en caso de ser atacadas durante la ausencia del marido e incluso padre, ya que hay algunas versiones que señalan que esas bragas de hierro también eran colocadas a las hijas con el fin de que se mantuvieran vírgenes hasta llegar al momento de contraer matrimonio.

Pero en realidad, el concepto de cinturón de castidad tal y como nos ha llegado a través de los libros, el cine y la televisión, es totalmente falso (o mejor dicho, inexacto) y está más cerca de ser una leyenda urbana que un hecho histórico real.

Según múltiples investigaciones y estudios realizados por historiadores y expertos en el medievo, no existen apenas referencias fiables y reales escritas en la época para asegurar de que realmente los celosos maridos o temerosos padres obligaran a las féminas de su familia a colocárselos cuando éstos salían de viaje.

En las investigaciones, en las que también han participado científicos, se ha podido demostrar que una persona no podría haber llevado una de esas bragas de hierro mucho más allá de dos días seguidos sin que esta le produjese abrasiones, rozaduras, múltiples daños e incluso infecciones. Lo cual hubiese provocado infinidad de enfermedades y, a consecuencia de ello, fallecimientos, algo de lo que no hay constancia. También debemos tener en cuenta la larga duración de las batallas que tenían lugar en aquella época, en la que los militares que participaban en ellas podían tirarse varios meses sin regresar a sus hogares.

Sí que existía durante la Edad Media una especia de braga metálica pero que era colocada como instrumento de tortura cuando a un preso o presa se le quería castigar por un delito, debido a que esos artilugios comprimían y provocaban terribles dolores.

El mito del cinturón de hierro como método de castidad surgió varios siglos después de la Edad Media, en el periodo conocido como el de la Ilustración (también llamado Siglo de las Luces), en el que a partir de 1700 surgieron varias corrientes intelectuales que quisieron emborronar muchas de las cosas que habían tenido lugar durante el Medievo creando alrededor de esa época infinidad de leyendas urbanas que intentaban demostrar lo nefastos y oscuros tiempos que se habían vivido.

Muchas de las ilustraciones, tratados y referencias que actualmente tenemos sobre los cinturones de castidad están datados a partir del siglo XVIII, así como la inmensa mayoría de esos artilugios que se exhiben en algunas exposiciones y museos.

Debo indicar que algunos sí que son verdaderos, pero no son los referidos a temas de castidad sino no como instrumento de tortura.

También cabe destacar que en la actualidad se utilizan unas versiones modernas de los cinturones de castidad que son utilizadas durante las prácticas sadomasoquistas.

 

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Fuente de la imagen: oddsock (Flickr)
Fuentes de consulta: historiasdelahistoria/ strambotic/ abc / Le Vase de Soissons n’existe pas & autres vérités cruelles sur l’histoire de France de Christophe Granger y Victoria Vanneau

¿De dónde surge el famoso refrán ‘En martes, ni te cases ni te embarques’?

Un refrán que lleva toda nuestra vida acompañándonos es aquel que dice ‘En martes, ni te cases ni te embarques’ que venía a ser una advertencia sobre el segundo día de la semana (en algunas culturas y calendarios es el tercero), el cual desde la antigüedad ha estado considerado como un día funesto y de infortunio.

¿De dónde surge el famoso refrán ‘En martes, ni te cases ni te embarques’?

Desde tiempos inmemoriales, el martes ha estado considerado como el día de la semana predestinado a los conflictos, guerras y a que todo lo relacionado con los negocios saliesen mal. Esa creencia se basada en que dicha jornada estaba dedicada a Marte, el Dios Romano de la Guerra, pero al igual que esta deidad proporcionaba a los ejércitos del imperio la protección (dándoles grandes triunfos en batallas y conquistas, o al menos los antiguos romanos creían que sus victorias provenían gracias a la protección que les daba esta divinidad) también sabían (o más bien creían y tenían la superstición) de que esa protección que les otorgaba el Dios Marte para las guerras se la quitaba de otros asuntos más mundanos, como podía ser el realizar negocios o cerrar un trato en un día que caía en martes.

Debemos tener en cuenta que en la antigüedad los viajes (sobre todo en barco) no se realizaban por turismo, tal y como lo concebimos hoy en día, sino para ir a realizar algún negocio. De ahí que también se evitaba embarcarse o realizar un desplazamiento en ese día cuando el fin del mismo era para cerrar un trato, pues se temía que acabaría saliendo mal.

Los antiguos romanos eran terriblemente supersticiosos y por tal motivo veían vinculaciones con el infortunio (aunque no las tuviese) en cualquier cosa relacionada con el martes de ahí que también se evitase contraer matrimonio en ese día. Debemos tener en cuenta que un casamiento, en aquella época, no se realizaba como un acto de amor entre una pareja de enamorados sino como una unión de intereses y como cierre de un trato comercial entre diferentes familias que emparejaban a sus hijos. Al tratarse de un acuerdo de carácter mercantil, la superstición de que saliera mal por realizarse en martes era lo que originó con los años los refranes y dichos que aconsejaban no realizar ciertas cosas en martes.

Cabe destacar que muchos son los historiadores que al término ‘embarcarse’ del refrán no le dan el sentido de subir en una embarcación y realizar un viaje, sino que ven en la locución una referencia al sentido de tomar parte en un negocio arriesgado (el diccionario de la RAE, da como tercera acepción de la palabra ‘embarcarse’ el siguiente significado:  ‘Hacer que alguien intervenga en una empresa difícil o arriesgada’).

A partir de la Edad Media se popularizaron este tipo de refranes en España, sobre todo por el carácter supersticioso que se le dio a este día ya no por el Dios Marte (el cual ya no tenía ningún significado pues ya se había extendido el cristianismo) sino porque según explicaban algunos cronistas se perdieron algunas batallas importantes frente a los musulmanes.

Aunque el refrán más popular es el que indica que ‘En martes, ni te cases ni te embarques’, existe una amplia gama de variantes, pudiéndonos encontrar otros que indican: ‘En martes, ni tu tela urdas ni tu hija cases’, ‘En martes y trece, ni te cases ni te embarques’, ‘En martes, ni te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes’

 

 

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El curioso, mitológico y sexual origen del término ‘pánico’

El curioso, mitológico y sexual origen del término ‘pánico’

Conocemos como ‘pánico’ al estado de miedo intenso y el cual, en ocasiones, se convierte en colectivo o contagioso.

Para encontrar su origen etimológico debemos acudir a la Mitología Griega en la que nos encontramos con Pan, Dios de la fertilidad y sexualidad masculina, quien estaba dotado de un insaciable apetito sexual y vigorosidad.

Según relatan las fábulas mitológicas, una de las mayores aficiones del Dios Pan era perseguir a las Ninfas de los bosques con el fin de poseerlas sexualmente. También disfrutaba asustando a todo aquel con el que se cruzaba y había perturbado el sueño de su siesta.

De ahí que surgiera el término ‘pánico’ para referirse al momento de terror intenso. Al castellano llegó a través del latín ‘panicus’ y a éste desde el griego ‘panikós’ (Πανικός) compuesto por ‘Pan’ (nombre del mencionado Dios) y el sufijo ‘iκός’ (relativo a).

Cabe destacar que, a partir de la Edad Media, la imagen de Pan se utilizó en los aquelarres y rituales de brujería, representándolo como un macho cabrío y asociándolo a menudo con el propio diablo.

 

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¿Cuál es el origen del término ‘alcahueta’?

¿Cuál es el origen del término ‘alcahueta’?

Conocemos como alcahueta (o alcahuete) a la persona que se dedica a facilitar que otros individuos puedan conocerse o mantener algún tipo de relación amorosa e incluso sexual, normalmente encubierta o ilícita.

El término alcahuete nos llegó al castellano a través del árabe hispánico ‘alqawwád’, compuesto por el prefijo ‘al’ -equivalente al artículo ‘el’- y el vocablo ‘qawwád’ –mensajero- y cuyo significado literal era ‘el mensajero’ o ‘el que transmite un mensaje’.

El trabajo de un alqawwád era el de transmitir un mensaje a una mujer casada por parte de un hombre que la pretendía y al mismo tiempo el hacer llegar al marido de ésta algunos presentes (como por ejemplo un caballo) con el fin de ganarse la confianza y simpatías y allanar el camino de la pareja adúltera.

El término tomó un gran relieve durante la Edad Media en la que muchas fueron las mujeres (sobre todo de edad madura) que se dedicaron a realizar tareas de intermediación y entablar relaciones entre diferentes personas con el fin de que éstas acabaran contrayendo matrimonio.

Otro de los cometidos de la alcahueta era el de (una vez formalizado el enlace matrimonial) procurar que la novia se presentase en la iglesia el día de la boda, por lo que iba a recogerla a su casa y la acompañaba hasta el altar. Esto se debe a que muchos de esos enlaces ‘acordados’ no contaba con el beneplácito de la contrayente, sino que era un acuerdo entre el pretendiente y el padre de la novia. De ahí que algunas se opusieran a dicho casamiento, siendo normalmente el interesado en la muchacha quien había contratado los servicios de la alcahueta y si la pretendida no se presentaba no abonaba el dinero por sus servicios.

Pero, tal y como indico al inicio del post, otra de las atribuciones de los alcahuetes era el de facilitar la relaciones sentimentales no permitidas o sexuales ilícitas.

Una de las alcahuetas más famosas de la literatura es la vieja Celestina de la obra ‘Tragicomedia de Calisto y Melibea’ de Fernando de Rojas (sXV), que con los años acabó siendo este nombre propio un sinónimo del oficio de alcahuete.

 

 

Lee y descubre el curioso origen de otras conocidas palabras y expresiones

 

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¿De dónde surge llamar ‘jerga’ a cierto tipo de lenguaje?

¿De dónde surge llamar ‘jerga’ a cierto tipo de lenguaje?

Conocemos como ‘jerga’ al lenguaje utilizado entre sí por un grupo de personas que tienen el mismo oficio o pertenecen al mismo círculo.

Ejemplos como ‘jerga juvenil’, ‘jerga moderna’, ‘jerga coloquial’ o ‘jerga profesional’ es habitual escucharlo cuando alguien se refiere a ese modo especial y característico de hablar de ciertos individuos o colectivos que utilizan términos concretos que muchas veces son desconocidos para la mayoría de los ciudadanos o los profanos en determinados asuntos.

El término ‘jerga’ llegó al castellano en la Edad Media proveniente del occitano (lengua romance hablada en la Provenza –sureste de Francia-) ‘gergons’ y que hacía referencia a la forma de expresarse poco comprensible de algunas personas –provenientes de entornos rurales- que hablaban de forma gutural (con la garganta). Al occitano había llegado el vocablo desde el francés antiguo ‘jargon’ que le daba la misma acepción, pero que también se utilizaba para referirse al peculiar canto de algunos pájaros (que también derivó en ‘gorjeo’). Antes de ‘jargon’ pasó por las variantes ‘gargon’ (sXIII) y ‘gargun’ (sXII). Al francés había llegado –como es de imaginar- del latín ‘gurges’ vocablo utilizado –entre otras acepciones- para referirse en sentido figurado como ‘garganta’.

Cabe destacar que paralelamente a la llegada al castellano del término ‘jerga’ también lo hizo el vocablo ‘jerigonza’, de exacta procedencia y acepción y que en un inicio se utilizaba para señalar el lenguaje especial de algunos gremios, además del que era difícil de entender o de mal gusto.

 

 

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Fuente de consulta: etimologias.dechile (1) / etimologias.dechile (2) / elcastellano / RAE (1) / RAE (2)
Fuente de la imagen: pixabay

¿De dónde surge decir que alguien es ‘duro de pelar’?

¿De dónde surge decir que alguien es ‘duro de pelar’?Esta famosa expresión utilizada para señalar alguna dificultad (por ejemplo a la hora de reducir o convencer a alguien) se originó en la Edad Media.

Procede de los tiempos en los que la piel de algunos animales (sobre todo la de gato) era ampliamente utilizada para realizar prendas de abrigo, bolsos o talegos donde guardar el dinero (las mismas de los que os hablo en el post sobre el origen de la expresión ‘aquí hay gato encerrado’).

Como os podréis imaginar, cuando eran los gatos de alguien que quería conseguir la piel, los felinos –por su condición natural- eran escurridizos y sumamente difíciles de cazar y, por tanto, se convirtieron en algo ‘duro de pelar’, teniendo en cuenta que, por aquel entonces, al término ‘duro’ se le daba el significado de ‘fatigoso y difícil’, pero por el hecho de intentar atrapar al gato y no porque éste tuviese alguna dificultad al despellejarlo una vez apresado.

Como dato curioso, cabe destacar que en 1978 se estrenó una película estadounidense  titulada originalmente ‘Every Which Way but Loose’ y que en España se tituló  ‘Duro de pelar’, cuyo protagonista (Clint Eastwood) era un rudo pero entrañable camionero (acompañado de un orangután). Este film hizo que la expresión pasar a ser utilizada para referirse a tipos duros y testarudos.

Y cómo iba a terminar este post sin mencionar la famosa y pegadiza canción ‘Duro de pelar’ con la que Rebeca Pous se dio a conocer en 1996. Por si no te acuerdas de ella o quieres recordar viejos tiempos, bajo estas línea tenéis el vídeo original 🙂

 

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Fuente de la imagen: fusion-freak

¿Cuál es el origen de la expresión ‘al pie de la letra’?

Se utiliza la expresión ‘al pie de la letra’ para indicar que algo se ha hecho o dicho de un modo escrupuloso y respetando el texto original (por ejemplo explicar un suceso sin añadir ninguna floritura).

Esta locución proviene del latín ‘ad pedem litterae’ de idéntico significado y que comenzó a utilizarse bastantes siglos atrás de un modo muy curioso.

Como es bien sabido, a lo largo de la mayor parte de la historia los textos fueron escritos en latín (sobre todo desde la expansión del Imperio Romano y muy especialmente al convertirse en el idioma oficial del cristianismo).

Fue a partir de la Edad Media cuando muchos de esos textos comenzaron a ser traducidos por los glosadores (quienes estaban encargados de explicarlo de un modo comprensivo debido a que la mayoría de los escritos estaban en un lenguaje técnico e incomprensible para la plebe). Esto se hacía poniendo bajo cada palabra en latín su traducción literal a la lengua correspondiente (en este caso el castellano), dando paso a la citada locución adverbial ‘ad pedem litterae’.

Cabe destacar que algunas personas caen en el error de creer que la expresión ‘al pie de la letra’ se refiere a saberse de memoria la letra de una canción, debido a que este fue el título de un programa televisivo emitido por Antena 3 hace una década.

 

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Fuentes de consulta: Rae (1) / Rae (2) / Wikilengua Fundeu / refranenmano
Fuente de la imagen: pixnio