Alfred López 31 de mayo de 2021
Numerosas son las expresiones que utilizamos coloquialmente en cualquier conversación y que provienen de situaciones acontecidas en el ámbito militar en cualquier lugar y época. Aquí os traigo una primera entrega con media docena de ejemplos:

Dar el espaldarazo: Se trata del reconocimiento público que se le hace a alguien, dándole el apoyo y respaldo suficiente con el fin de que consiga un objetivo. Se originó en la Edad Media, del acto en el que un rey o alto mando militar nombraba a alguien caballero o le concedía algún título (gracias a su valiosa contribución en una guerra) y consistía en darle un golpe con una espada sobre los hombros estando el respaldado de rodillas.
Dormirse en los laureles: En la antigüedad, una de las distinciones a las que podía aspirar un militar que había participado exitosamente en alguna campaña bélica era recibir una corona de laurel, que era símbolo de distinción, que se le ponía en la cabeza. El problema surgía cuando quien así había sido distinguido se relajaba y dejaba de esforzarse ―y, por tanto ya no era una persona tan valiosa para el Estado como hasta entonces―. De ahí que surgiera la expresión dormirse en los laureles para indicar ese letargo en el que se había sumido quien un día no muy lejano había sido condecorado con ese solemne galardón.
Hacer alarde: Expresión utilizada para indicar la ostentación que se hace de algo. Proviene del árabe ard, que designaba la revista de la tropa. El acto de alardear también era hacer desfilar a los miembros del ejército ante un público lo contemplaba con admiración y orgullo. Esto motivó que tanto el término como la expresión acabasen siendo utilizados para referirse a aquel que hace ostentación de alguna cosa o presume públicamente de algo.
Ir en plan comando: Locución coloquial que significa ‘ir sin ropa interior’ y que llegó al castellano como calco del inglés going commando. Hay ciertas discrepancias sobre cuándo se originó la expresión, pero la mayoría de las fuentes coinciden en señalar que empezaron a usarla los soldados norteamericanos que participaron en la guerra de Corea (1950-1953) o en la de Vietnam (1955-1975). Una de las hipótesis es que surgió porque algunos soldados destinados en el frente no usaban ropa interior; el macuto que llevaban era reducido y podían llevar pocas pertenencias, lo que hacía que prescindieran de esas prendas para portar otras cosas más importantes para ellos. También hay quien indica que el caluroso y húmedo ambiente del sudeste asiático hacía era más cómodo ponerse los pantalones de comando (o campaña) directamente sobre la piel.
Leer la cartilla: Se dice que se le lee o se le canta la cartilla cuando se le reprende y se le está advirtiendo que debe hacer algo concreto. La cartilla a la que hace referencia era un pequeño libro o cuaderno que recibía cada soldado y en el que se especificaban las normas de comportamiento y las obligaciones dentro de un cuerpo militar.
Ser de la misma quinta: Se conoce como ‘quinto’ a aquellos jóvenes que, llegada cierta edad (aproximadamente los 18 años) debían de cumplir con el servicio militar obligatorio. El término surgió a raíz de la orden del rey Juan II de Castilla, en el siglo XV, por la que una quinta parte de los muchachos varones que vivían en el reino debían incorporarse al ejército real. Para determinar quiénes eran los escogidos, se quintaba, es decir, se hacía un sorteo del que salía el nombre de uno de cada cinco mozos nacidos en un año determinado. Por eso se decía que eran quintos y de ahí también surgió la expresión ‘ser de la misma quinta’ para referirse a quienes comparten año de nacimiento o graduación.
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Alfred López 20 de agosto de 2015
Tanto en la Antigua Roma como en la Antigua Grecia se tenía por costumbre agasajar a sus ciudadanos más ilustres y destacados (poetas, filósofos, deportistas, militares y políticos) con una corona hecha con hojas de laurel.
Dicha distinción provenía de la leyenda de la mitología griega en la que Dafne fue transformada en un laurel y pasó a convertirse en el símbolo más preciado de distinción que se le entregaba a las personas más relevantes (el mito aparece explicado en el Libro I del poema ‘Las metamorfosis’, terminada en el año 8 a.C., y en la que a lo largo de quince libros el poeta romano Ovidio hacía un repaso a la Historia del mundo).
Era tal el valor simbólico que tenían estas coronas de laurel que incluso algunos líderes y emperadores se las auto otorgaban y las llevaban puestas en su cabeza.
En algunas ocasiones las coronas con las que se premiaba el trabajo de alguien destacado eran realizadas en oro, por lo que las mismas tenían un altísimo valor y el que la recibía podía vivir un largo periodo de tiempo sin trabajar o esforzarse como hasta entonces, motivo por el que empezó a utilizarse la expresión ‘dormirse en los laureles’ para indicar ese letargo en el que se había sumido aquel que un día no muy lejano había sido condecorado con ese solemne galardón.
Cabe destacar que no siempre las coronas eran de oro, ya que el propio laurel ya estaba considerado de por si como algo muy valioso (al menos simbólicamente) y aunque el valor material del premio no era suficiente como para retirarse de trabajar sí que provocaba que hubiese quien creyese que ya había alcanzado el tope de su carrera y dejaba de rendir y esforzarse al máximo, siendo acusado de que se había quedado dormido en los laureles.
Algunos fueron los militares romanos que gracias a una triunfal campaña recibieron la preciada corona pero tras dejar de esforzarse (dormirse) fueron degradados, castigados o retirados a la fuerza.
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