Alfred López 30 de enero de 2024
Varios son los posibles orígenes que se le atribuyen a la famosa expresión ‘De Madrid al cielo’, siendo una de las más populares la que indica que esta locución tiene sus raíces en el siglo XVIII, cuando Carlos III transformó la ciudad, elevándola de villa castellana a capital imperial.
Hay quien vincula el origen de la frase con el dramaturgo Luis Quiñones de Benavente y su obra ‘Baile del invierno y del verano’, en la que se incluye versos como: […] Pues el invierno y el verano, en Madrid solo son buenos, desde la cuna a Madrid, y desde Madrid al Cielo […].
Además, otra teoría sugiere que las almas de los madrileños difuntos se congregan en el Cerro Garabitas de la Casa de Campo cada noche, ascendiendo al cielo.
Cabe destacar que, con su ubicación a 657 metros sobre el nivel del mar, Madrid es la capital más elevada de la Unión Europea.
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Alfred López 12 de diciembre de 2023
La precesión de los equinoccios es un fenómeno astronómico causado principalmente por la fuerza gravitatoria que ejercen la Luna y el Sol sobre la protuberancia ecuatorial de la Tierra. Este fenómeno provoca un lento cambio en la orientación del eje de rotación de la Tierra con el tiempo.
Debido a la precesión, los polos celestes se desplazan en un patrón cíclico a lo largo de un período de aproximadamente 26.000 años. Esto significa que la estrella polar no siempre ha sido la misma a lo largo de la historia y no lo será en el futuro.
Actualmente, la Estrella Polar es Polaris, pero en el futuro, otras estrellas asumirán este papel debido al movimiento de precesión.
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Alfred López 17 de diciembre de 2021
A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan cuál es el origen de la expresión ‘Al que quiera celeste, que le cueste’.
Circula desde hace bastante tiempo una explicación, al respecto del origen de la la expresión ‘Al que quiera celeste, que le cueste’ (y sus variantes como ‘A quien lo quiere celeste, que le cueste’, ‘Al que quiera azul celeste, que le cueste’), que lo vincula con el ‘lapislázuli’, mineral de color azul intenso y del que se obtenía el tinte con el que se elaboraba varias gamas del azul, entre ellos el celeste (al mezclarse con blanco), utilizados por los pintores y artistas antiguamente. El crear dicho pigmento era caro económicamente y, según algunas fuentes, el conseguir el color celeste era costoso.
Pero la mayoría de expertos e historiadores apuntan a que este no es el verdadero origen de la expresión, debido a que la locución no hacía referencia al color celeste sino al hecho de conseguir ser celestial, o sea, ir al cielo (que era el destino para aquellos creyentes que hubiesen llevado una vida de esfuerzo, dedicación y sacrifico).
Debemos recordar que términos como celeste y celestial estaban destinados a ser usados para señalar la procedencia divina (del cielo) de los más insignes personajes, surgiendo de ahí la creencia de que los reyes tenían ‘sangre azul’, tal y como os expliqué tiempo atrás en otro post.
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Alfred López 06 de agosto de 2021
Muchos son los colores que conocemos y las diferentes tonalidades que presentan. A menudo nos referimos a estos por alguno de sus rasgos, colocándole tras el nombre genérico alguna coletilla (por ejemplo: azul claro, verde oscuro, amarillo brillante, gris apagado, rosa chillón…). En realidad la mayoría de ellos tienen una palabra concreta con la que referirse al mismo, motivo por el que en este post te traigo una primera (de varias entradas) con media docena de curiosos términos que hacen referencia a tonalidades de colores.
Albahío: Blanco amarillento. Término que proviene del árabe andalusí ‘albahí’, cuyo significado era ‘resplandeciente’.
Albugíneo: Enteramente blanco. Del latín ‘albūgo’ que significaba ‘mancha blanca’.
Cerúleo: Azul claro, semejante al del cielo despejado o el de la alta mar (comúnmente conocido como ‘azul cielo‘ o ‘azul mar‘). Etimológicamente procede del latín ‘caeruleus’, de exacto significado y este derivaba de ‘caelum’ (cielo).
Coccíneo: Púrpura. Del latín ‘coccineus’ y éste de ‘coccĭnum’, el cual hacía referencia a ‘grana’ (rojo tirando a morado).
Flavo: De color entre amarillo y rojo, como el de la miel o el del oro. Del adjetivo latino ‘flavus’ que significaba ‘brillar’.
Leucofeo: De color gris o ceniciento. Llegó al castellano desde el latín ‘leucophaeus’ (de exacto significado) y este lo tomó del griego ‘leukóphaios’, formado por ‘leukós’ (blanco) y ‘phaiós’ (oscuro)
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Alfred López 16 de julio de 2021
En la antigüedad se tenía el convencimiento que los reyes, emperadores y todas aquellas personas con un don especial provenían directamente del cielo (eran enviados de los dioses, como era el caso de los ángeles), por lo que se acuñó un término para hacer referencia a estos.
Se trata del vocablo ‘celícola’, forma que a los autores clásicos les gustaba utilizar para referirse de una manera poética a aquel que provenía del cielo o era celestial.
Su origen es el término latino ‘caelicola’, que se traduce como ‘habitante del cielo’ y etimológicamente proviene de la unión de ‘caelum’ (cielo) y el sufijo ‘-cŏla’ (utilizado para hacer referencia a un habitante o procedencia de éste).
Cabe destacar que la creencia sobre la procedencia celestial de reyes y emperadores también fue lo que originó el mito de que estos tenían la sangre azul, tal y como ya expliqué en otro post hace unos años: ‘Destripando mitos: La ‘sangre azul’ de los reyes no proviene del color de las venas sino de una referencia al cielo’.
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Alfred López 16 de diciembre de 2015
Sexta entrega de esta serie de post dedicados a traeros un buen puñado (de docena en docena) de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban en realidad o que conocías con otro nombre muy distinto.
Espero que la selección de palabras que he hecho en esta ocasión sea de vuestro agrado, al igual que ocurrió con las veces anteriores.
Pedrada: Una pedrada no solo es la acción de arrojar con impulso una piedra, sino que también es el término con el que se conocía al típico lazo que se ponían algunas mujeres como adorno a un lado de la cabeza
Mentira: Al igual que el término anterior, esta también es una palabra polisémica (que tiene varios significados). En este caso el vocablo no se refiere a algo que no es verdad (aunque tiene cierta relación) sino que es el modo con el que se conoce a las típicas manchitas de color blanco que aparecen en la uña. Se llama de este modo ya que antiguamente se tenía la creencia de que salían cuando alguien decía algún embuste. Ojo, no confundir estas manchitas con las medias lunas que aparecen en las uñas, esas se llaman ‘lúnulas’.
Filandón: Se trata de la típica reunión en la que varias mujeres se sientan en corrillo o una junto a otra frente a la puerta de sus casas y van comentando asuntos vecinales mientras cosen.
Cerúleo: Es el modo con el que antiguamente se referían a alguna cosa que tenía el color del cielo, ya que de este término proviene su etimología. Aunque originalmente no se utilizaba para el color azul (ya que abarcaba todas las tonalidades de colores que podía observarse en el cielo) con el tiempo ha acabado usándose para referirse a una tonalidad concreta.
Rebaba: La rebaba es aquella porción de elementos que sobresalen por los bordes: por ejemplo de un bocadillo o el cemento que queda saliente entre dos ladrillos.
Trechear: Se trata de la acción de trasportar/llevar algo normalmente pesado (una caja, las bolsas de la compra…) e ir parando cada pocos metros para descansar (hacerlo de trecho en trecho).
Bigornia: Es el típico yunque con una punta en cada lado y sobre la que trabaja un herrero.
Garabato: De nuevo otra palabra polisémica. Conocemos como garabato a ese dibujo o escrito hecho rápidamente o de cualquier manera. Pero el garabato al que me refiero en este post es al gancho (comúnmente con forma de ese) que se utiliza para colgar algo (por ejemplo las piezas de carne).
Pihuela: Conjunto de cadenas o grilletes con los que se sujeta a un prisionero. También es el nombre de la correan con la que se sujeta las patas de algunas aves en la cetrería (por ejemplo un halcón).
Cascarria: También escrito ‘cazcarria’, se trata del barro seco que queda en los bajos de los pantalones tras pisar un charco de fango.
Trasijado: Persona que está excesivamente flaca. Que está en los huesos.
Zarcillo: Un zarcillo, además de ser un pendiente de los que se ponen en las orejas, también es el tallo que sale de ciertas plantas y que le sirve para sujetar y trepar por alguna superficie
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Alfred López 05 de enero de 2010
Cualquier estrella que veamos a simple vista pertenece al vecindario que ocupamos en nuestra galaxia, la Vía Láctea.
Nuestra galaxia tiene unas 200.000 millones de estrellas, pero la fracción que podemos ver es mínima dada la pobre sensibilidad de nuestra vista.
Son muchos los factores que influyen en el número de estrellas que podemos ver a simple vista.
Por enumerar algunos:
La sensibilidad de nuestros ojos, la contaminación lumínica, la climatología, la parte del cielo que podemos ver en cada momento, si hay Luna y lo brillante que ésta sea, etc. De manera ideal (digamos un astronauta flotando en el espacio), el número de estrellas que podría ver dependerá sólo de la sensibilidad de su vista. A medida que vamos a estrellas más débiles, el número aumenta exponencialmente. Si podemos llegar a ver estrellas de magnitud 5, el número aproximado
será de unas 1.800 estrellas, mientras que si nuestra vista es magnífica y podemos ver hasta magnitud 7, podríamos alcanzar a ver unas 16.000 estrellas. Normalmente podemos llegar a ver hasta magnitud 6, lo que representa unas 5.000 estrellas en todo el cielo. Pero ¡ojo!, desde tierra sólo podemos ver la mitad que está sobre el horizonte, alrededor de 2.500. Además, la extinción atmosférica ocultará las estrellas más débiles a medida que nos acercamos al horizonte.
Por tanto, en un lugar privilegiado como puede ser el Observatorio del
Roque de los Muchachos, en la isla de la Palma – a 2.400 metros de altitud, donde existe una Ley de Protección del Cielo desde hace 20 años y la contaminación lumínica es mínima, con tiempo despejado y sin Luna- es posible que podamos ver alrededor de 1.500 estrellas.
Si nos vamos a un pueblo, puede que tan sólo podamos ver unas 300 equivalente a magnitud límite 4), y desde una ciudad muy iluminada, el número de estrellas puede ser entre ninguna (…eso que parece una estrella brillante es un planeta) y un par de docenas. Por ejemplo, hasta magnitud 3, existen una 100 visibles; y hasta magnitud 2, unas 30.
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Agradecimientos al Dr. Alfred Rosenberg González, profesor del Instituto de Astrofísica de Canarias por su amable colaboración para la realización de este post.
Fuente de la imagen: chandl3r (Flickr)
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