Alfred López 19 de agosto de 2022
Ya sea en petit comité, a través de las redes sociales o entre un grupo de amistades, siempre ha existido la afición por hablar sobre los demás, bien para criticar o bien para opinar sobre algo relativo a su vida. Esos actos también han recibido diferentes términos para referirse a ello y aquí os traigo el origen de media docena de ellos.
Chismorrear:
Hablar con indiscreción o malicia de alguien o de sus asuntos. Se trata de la acción de difundir ‘chismes’, término que ya aparece registrado en los primeros diccionarios dándole la acepción de ‘Murmuración o cuento, con que alguno intenta descomponer una persona con otra, metiendo cizaña, y refiriendo lo que no tiene necesidad de que se sepa’. Etimológicamente, el término chisme proviene del latín ‘schisma’ y este del griego ‘schísma’ (escisión, separación). Antiguamente al acto de explicar un chisme se le conocía como ‘chismar’ o ‘chismear’. La forma ‘chismorrear’ no apareció recogida por el diccionario de la RAE hasta su edición de 1992 en el que le daba el significado de ‘Contarse chismes mutuamente varias personas’. En el Diccionario de Autoridades de 1729 también aparece la palabra ‘chismoso’ dándole el significado: ‘La persona que es cuentista, enredadora, y que se ocupa en meter cizaña entre amigos y parientes, y entre amos y criados, urdiendo chismes y enredos para perturbar la paz, y la amistad’.
Cuchichear:
Cuando alguien habla en voz baja, al oído de otra persona, con la intención de que los demás no se enteren, está cuchicheando, un término que proviene del canto que realiza la perdiz que es conocido como chuchichiar, debido a que la forma de comunicación de esa ave se asemejaba enormemente al acto de hablar por lo bajini.
Chafardear:
Hablar con indiscreción sobre la vida y asuntos de personas ajenas. El vocablo nació a raíz de la antigua costumbre de reunirse las mujeres en un lavadero público o en el río para hacer la colada, momento que aprovechaban para chismorrear sobre el vecindario o de alguna persona en concreto. El término proviene del catalán xafardejar, de idéntico significado; este era una variación de ‘safareig’ (lavadero) en catalán. De ahí también surgió la expresión ‘fer safareig’ (hacer la colada), que se convirtió en sinónimo de chismorreo y de habladurías.
Cotilla:
Persona amiga de chismes y cuentos (tal y como lo define la RAE). El término proviene de un tipo de corpiño muy usado por las mujeres entre los siglos xvii y xix y se convirtió en sinónimo de chafardera a raíz del apodo tía Cotilla con el que era conocida una mujer llamada María Trinidad, y que se hizo enormemente célebre en la década de 1830 por liderar una banda de criminales, además de dedicarse a malmeter opinando sobre sus paisanos y denunciando ante las fuerzas carlistas a los ciudadanos que estaban contra el aspirante al trono, Carlos María Isidro de Borbón, hermano del fallecido Fernando VII.
Bisbisear:
Hablar en voz baja sobre alguien. También se usa como bisbisar y ambos términos provienen de bisbís, onomatopeya que recordaba al sonido semejante al cuchicheo que hacían las perdices al comunicarse.
Vidajenear:
Fisgonear, husmear e intentar enterarse de la vida ajena. Se trata de un neologismo que fue incorporado por primera vez al diccionario de la RAE en su edición de 2001.
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Fuente de la imagen: pxhere
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Alfred López 27 de marzo de 2017
Octava entrega de la serie de post dedicados a traer al blog un buen número (de docena en docena) de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban en realidad o que conocías con otro nombre muy distinto.
Espero que la selección de palabras que he hecho en esta ocasión sea de vuestro agrado, al igual que ha ocurrido con las veces anteriores.
Asueto: Jornada de fiesta que se toma una persona en sus obligaciones laborales o estudios, en un día que no es festivo, normalmente utilizado para arreglar ‘asuntos propios’ como ir al banco, hacer recados o simplemente descansar. Entre los funcionarios españoles se conoce este día también como ‘moscoso’ en referencia al exministro Javier Moscoso.
Cuesco: Nombre que recibe los huesos de la fruta; como el de la ciruela, cereza, nectarina. También se llama de este modo a la ventosidad (pedo) ruidosa, debido a que esa flatulencia recuerda al sonido de uno o varios huesos caer al suelo.
Saltatriz: Término que proviene del latín y que se usaba en la Antigua Roma para referirse a la mujer que tenía como oficio saltar y bailar, con el fin de entretener al público.
Chozno: Cuando alguien nombra a un chozno se está refiriendo a un nieto en cuarta generación o, para decirlo de otro modo, es el hijo del tataranieto de una persona.
Cabrillas: Las cabrillas son aquellas manchas coloradas que aparecen en las piernas cuando se está mucho tiempo al lado del fuego de una chimenea, hoguera…
Intonso: Se usa el término intonso para referirse a una persona inculta o que nunca ha leído. Dicho término proviene de llamar así a dos páginas de un libro que siguen unidas y cuyo pliego no ha sido cortado.
Efélide: Modo en el que también se le llama a las ‘pecas’ (manchitas que salen en la piel)
Siguemepollo: Se trata de una cinta de adorno que colgaba en la parte trasera del vestido de una mujer. Solía usarse en los vestidos elegantes usados en fiestas y actos sociales en los que siempre había algún joven muchacho (llamados antiguamente pollos) que iba detrás de alguna dama con el fin de cortejarla. Había todo un código de lenguaje no verbal en la forma de llevar dicha cinta, que indicaba las intenciones de la muchacha respecto al ‘pollo’
Vidajenear: Fisgonear, cotillear, chafardear sobre la vida ajena de otras personas.
Diastema: Se trata del espacio que queda entre dos dientes (por ejemplo entre los incisivos central superior)
Escrúpulo: Medida de peso utilizada antiguamente por los boticarios (farmacéuticos) que correspondía al equivalente a 1,55517384 gramos. Dicha medida se calculaba mediante 24 granos de piedra debido a que el término ‘escrúpulo’ proviene del latín y quiere decir ‘piedrecilla’.
Maridillo: Se conocía como ‘maridillo’ a un pequeño brasero que se utilizaba antiguamente y que servía para calentar los pies, muy usado por amas de casa mientras realizaban tareas sentadas. Existía el dicho (hoy en día totalmente desfasado y machista) que indicaba que estos pequeños braseros mantenían calientes los pies de la mujer durante el día al igual que lo hacía el marido en la cama durante la noche.
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