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‘Caricia’ y ‘caridad’, dos términos con una misma raíz etimológica

En mi búsqueda de términos que comparten una misma raíz etimológica he dado en esta ocasión con los vocablos ‘caricia’ y caridad’.

‘Caricia’ y ‘caridad’, dos términos con una misma raíz etimológica

Conocemos como caricia a la demostración afectuosa de cariño, normalmente en forma de rozar suavemente la mano sobre alguna parte del cuerpo (ya sea de un humano o un animal). El término proviene del italiano ‘carezza’ y que está formado por ‘caro’ (‘querido’ y proveniente del vocablo latino ‘carus’, de exacto significado) y el sufijo ‘-ezza’ (utilizado para indicar cualidad).

Por su parte, el término ‘caridad’ hace referencia al acto solidario y altruista de ayudar al prójimo (ya sea económicamente o auxiliándole en persona). Etimológicamente proviene del latín ‘carĭtātis’ formado por el mencionado vocablo ‘carus’ (querido) y el sufijo ‘-tas’ (cualidad), siendo originalmente su significado ‘Virtud o cualidad de amar’.

Cabe destacar que es frecuente creer que el término ‘cariño’ también tiene la misma procedencia etimológica, pero, en este caso, su raíz proviene del latín ‘carere’ (carecer) y originalmente hacía referencia al sentimiento o nostalgia que se sentía hacia alguien o algo de lo que se estaba privado.

 

 

 

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Fuentes de consulta: etimologias.dechile (I) / etimologias.dechile (II) / etimologias.dechile (III) / RAE (I) / RAE (II) / RAE (III)

¿De dónde proviene el término ‘clavada’ para indicar que nos han cobrado más de lo que esperábamos?

Es de uso común utilizar el término ‘clavada’ para referirnos al hecho de que en algún establecimiento nos han cobrado más de lo que esperábamos y era justo por alguna consumición o algo que hubiésemos adquirido.

De dónde proviene el término ‘clavada’ para indicar que nos han cobrado más de lo que esperábamos

Curiosamente no es un vocablo que haya surgido de ninguna jerga ni es de reciente creación, ya que existe constancia de su utilización durante la Edad Media.

Este término surgió de una picaresca trampa que en aquel periodo realizaban algunos herreros. Dicha argucia consistía en hincar uno de los clavos de la herradura de un caballo de tal manera que le causara cierta molestia al animal. Esto se hacía a los equinos de buena raza que llevaban algunos viajeros. De este modo, unos kilómetros más allá, después de haber partido del lugar de donde había sido herrado el caballo, el viajero se vería obligado a parar y pasar noche en la primera fonda del camino que encontrase. Tras él habría salido un compinche del herrador que se haría el encontradizo, preguntaría por lo que le ocurría al animal y en un intento desinteresado por ayudar, le ofrecería cambiarse los caballos para que pudiese seguir su viaje.

Evidentemente el caballo ofrecido era de mayor edad y no tan bueno como el otro.

Ese acto de clavar un clavo en la pezuña del caballo, malintencionadamente, fue lo que dio origen al vocablo clavada como sinónimo de engaño y así lo ha recogido el diccionario desde su edición de 1895, aunque el lexicógrafo Sebastián de Covarrubias ya escribió sobre ello en su ‘Tesoro de la lengua castellana o española’ de 1611.

 

 

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