Alfred López 12 de febrero de 2022
A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan cuál es el origen del término ‘veneno’.
Conocemos como ‘veneno’ a la sustancia que, tras ser ingerida o inoculada, es altamente tóxica y perjudicial para la salud, pudiendo provocar graves enfermedades e incluso la muerte.
Pero en su origen, este término no hacía referencia ese tipo de compuesto, sino que dicho término fue acuñado para denominar así a las pócimas y preparados elaborados para ayudar a subir la libido masculina (lo que también conocemos como ‘afrodisiaco’).
Y es que, antiguamente, el afrodisiaco y el veneno eran exactamente lo mismo, lo único que diferenciaba a ambos términos era que el primero provenía del griego y el segundo del latín.
Etimológicamente, ‘afrodisiaco’ (aphrodisiakós) hacía referencia a ‘Afrodita’, la diosa griega del amor y ‘veneno’ (venēnum) a ‘Venus’, su equivalente en la mitología romana.
Los antiguos alquimistas elaboraban pócimas y sustancias para devolver la vigorosidad sexual a los hombres (no existía lo que conocemos comúnmente como ‘Viagra’) y en el mundo romano se les denomino como ‘venēnum’, mientras que en el griego se les llamaba ‘aphrodisiakós’.
Con el tiempo, el término venēnum acabó sirviendo para denominar a todo tipo de sustancia medicinal que se preparaba en una botica (farmacia) y, curiosamente, a quien lo elaboraba se le conocía como ‘venenario’ (boticario) y así aparece recogido en los primeros diccionarios oficiales de nuestra lengua.
Y siguió transcurriendo el tiempo y el término veneno (venenum) dejó de ser usado para hacer referencia a las sustancias que ayudaban a subir la libido, quedando el vocablo ‘afrodisiaco’ (aphrodisiakós) para tal fin y el otro para todo tipo de medicamento, pócima o sustancia. Ante la toxicidad de algunos preparados se le empezó a añadir una coletilla al término encontrándonos que existía el ‘venenum bonum’ (veneno bueno) y el ‘venenum malum’ (veneno malo).
Fue durante la Edad Media cuando el término veneno (también escrito como ‘venino’) pasó a denominar solamente a las sustancias tóxicas y mortales, mientras que los medicamentos convencionales se les llamó ‘fármaco’ (del latín ‘pharmăcum’ y éste del griego ‘phármakon’).
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Alfred López 13 de noviembre de 2020
A través de mi cuenta @curiosisimo en la red social TikTok, un usuario me pregunta a qué hace referencia la frase ‘ojo de boticario’.
Se conoce como ‘ojo de boticario’ a algo que nada tiene que ver con el órgano ocular de un farmacéutico o cualquier persona que atiende y despacha en una botica y que hace referencia a una especie de armario de la farmacia en el que se guardan ciertos medicamentos (o compuestos químicos para elaborar éstos) y, sobre todo, los estupefacientes, que solía estar colocado en un lugar seguro del establecimiento (como la ‘rebotica’, parte trasera de la apoteca).
Referida al mencionado mueble surgió la célebre expresión ‘Como pedrada en ojo de boticario’, la cual significaba que algo había ocurrido de manera muy oportuna. Se desconoce el porqué y cómo de originó dicha locución, aunque ya hay constancia de la misma en el Diccionario de Autoridades de 1726. Escribiré sobre esta expresión y sus posibles orígenes en un futuro post.
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Alfred López 24 de agosto de 2020
Conocemos como ‘vademécum’ al libro (normalmente voluminoso) en el que viene especificado todas las composiciones químicas, así como sus propiedades e indicaciones, de todos los medicamentos que se comercializan o elaboran y las enfermedades existentes y que es frecuentemente consultado por profesionales sanitarios (médicos, farmacéuticos…).
El origen etimológico del término ‘vademécum’ lo encontramos en la unión de los vocablos latinos ‘vade’ (va, viene, ven, camina, anda) y ‘mecum’ (conmigo) y su significado literal era ‘que va/viene conmigo’, haciendo referencia a un pequeño cuaderno o librito que muchos profesionales (de cualquier disciplina) llevaban consigo.
Se trataba de un cuadernillo que servía tanto para consultar datos específicos y relacionados con su oficio como para ir anotando todo lo concerniente al desempeño del mismo.
También podemos encontrar que varios siglos atrás se denominaba como vademécum a algunos pequeños ejemplares que los feligreses llevaban consigo y en el que iban anotadas algunas oraciones.
A partir de la Revolución Industrial, de mediados del siglo XVIII, se le llamó de ese modo a los manuales con las instrucciones específicas en el manejo y funcionamiento de las primeras máquinas que llevaban consigo algunos trabajadores y operarios.
Llamado vademécum (y aún de ese modo lo recoge el diccionario de la RAE en su edición actual) era el cartapacio en que los niños llevaban sus libros y papeles a la escuela. Ese mismo significado se le dio al término en su primera aparición en el diccionario oficial (Diccionario de Autoridades de 1739), en el que a ‘vademécum’ se le daba inicialmente la acepción de ‘Lo mismo que vade’ y a éste vocablo el ya explicado y relacionado con la carpeta de los estudiantes.
El cuaderno vademécum era portado por todo tipo de profesionales, pero con el tiempo acabó relacionándose, casi exclusivamente, con el libro de consulta médica y farmacéutica de medicamentos y enfermedades, habiéndose convertido en un libro voluminoso e incluso de varios volúmenes y, por tanto, perdiendo el sentido original del término (llevarlo encima).
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Alfred López 27 de marzo de 2017
Octava entrega de la serie de post dedicados a traer al blog un buen número (de docena en docena) de cosas que quizás no sabíais cómo se llamaban en realidad o que conocías con otro nombre muy distinto.
Espero que la selección de palabras que he hecho en esta ocasión sea de vuestro agrado, al igual que ha ocurrido con las veces anteriores.
Asueto: Jornada de fiesta que se toma una persona en sus obligaciones laborales o estudios, en un día que no es festivo, normalmente utilizado para arreglar ‘asuntos propios’ como ir al banco, hacer recados o simplemente descansar. Entre los funcionarios españoles se conoce este día también como ‘moscoso’ en referencia al exministro Javier Moscoso.
Cuesco: Nombre que recibe los huesos de la fruta; como el de la ciruela, cereza, nectarina. También se llama de este modo a la ventosidad (pedo) ruidosa, debido a que esa flatulencia recuerda al sonido de uno o varios huesos caer al suelo.
Saltatriz: Término que proviene del latín y que se usaba en la Antigua Roma para referirse a la mujer que tenía como oficio saltar y bailar, con el fin de entretener al público.
Chozno: Cuando alguien nombra a un chozno se está refiriendo a un nieto en cuarta generación o, para decirlo de otro modo, es el hijo del tataranieto de una persona.
Cabrillas: Las cabrillas son aquellas manchas coloradas que aparecen en las piernas cuando se está mucho tiempo al lado del fuego de una chimenea, hoguera…
Intonso: Se usa el término intonso para referirse a una persona inculta o que nunca ha leído. Dicho término proviene de llamar así a dos páginas de un libro que siguen unidas y cuyo pliego no ha sido cortado.
Efélide: Modo en el que también se le llama a las ‘pecas’ (manchitas que salen en la piel)
Siguemepollo: Se trata de una cinta de adorno que colgaba en la parte trasera del vestido de una mujer. Solía usarse en los vestidos elegantes usados en fiestas y actos sociales en los que siempre había algún joven muchacho (llamados antiguamente pollos) que iba detrás de alguna dama con el fin de cortejarla. Había todo un código de lenguaje no verbal en la forma de llevar dicha cinta, que indicaba las intenciones de la muchacha respecto al ‘pollo’
Vidajenear: Fisgonear, cotillear, chafardear sobre la vida ajena de otras personas.
Diastema: Se trata del espacio que queda entre dos dientes (por ejemplo entre los incisivos central superior)
Escrúpulo: Medida de peso utilizada antiguamente por los boticarios (farmacéuticos) que correspondía al equivalente a 1,55517384 gramos. Dicha medida se calculaba mediante 24 granos de piedra debido a que el término ‘escrúpulo’ proviene del latín y quiere decir ‘piedrecilla’.
Maridillo: Se conocía como ‘maridillo’ a un pequeño brasero que se utilizaba antiguamente y que servía para calentar los pies, muy usado por amas de casa mientras realizaban tareas sentadas. Existía el dicho (hoy en día totalmente desfasado y machista) que indicaba que estos pequeños braseros mantenían calientes los pies de la mujer durante el día al igual que lo hacía el marido en la cama durante la noche.
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