Durante la mayor parte de la Historia se ha tenido el convencimiento de que la histeria (estado de excitación nerviosa) era una patología que tan solo afectaba a las mujeres y que estaba causada por un furor uterino fuera de lo común.
Los filósofos y galenos de la antigüedad acuñaron el término ‘histeria’, el cual proviene del griego ‘hystéra’ (ὑστέρα) y cuyo significado literal es ‘útero’.
Con esa errónea creencia fueron pasando los siglos y no fue hasta mediados del siglo XVIII cuando se empezó a buscar algún tipo de remedio médico hacia ese supuesto desorden. Desde baños vaginales con chorros de agua a presión hasta masajes pélvicos que eran realizados por comadronas.
Pero el mayor de los avances llegó a partir de 1880 cuando el médico británico Joseph Mortimer Granville inventó un dispositivo eléctrico que producía vibraciones y que era ideal para realizar los masajes pélvicos a las pacientes que acudían a su consulta aquejadas de estados de ansiedad e histeria.
El invento, que en sí era un rudimentario vibrador, fue toda una revolución para la época y la consulta del doctor Mortimer se llenó de pacientes en busca de tratamiento, como si una epidemia de histeria se hubiera apoderado de la población femenina de Inglaterra.
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