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¿De dónde surge el término ‘cainita’?

El término ‘cainita’ deriva del nombre Caín, el personaje bíblico que cometió el primer fratricidio al matar a su hermano Abel.

¿De dónde surge el término ‘cainita’?

Esta palabra es utilizada para describir un sentimiento o actitud de rechazo que se dirige hacia familiares o amigos, aludiendo al acto de traición y violencia cometido por Caín contra su hermano.

En un contexto histórico y religioso, los ‘cainitas’ eran una rama de los ofitas, una secta gnóstica, que existió en el siglo II y quienes adoraban a Caín debido a su condición de reprobado según la Biblia. Consideraban que aquellos a quienes Dios había condenado merecían un culto piadoso.

La secta de los cainitas no llegó a tener una gran cantidad de seguidores, pero su enfoque en la veneración de figuras reprobadas por la tradición religiosa convencional los diferenció y dio notoriedad de otras corrientes gnósticas.

 

 

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Un puñado de etimologías de términos relacionados con malhechores (I)

Se conoce como malhechor al que se dedica a cometer delitos de todo tipo, siendo la lista de palabras sinónimas para referirse a este tipo de individuo muy larga. A través de un par de post os traigo un puñado de etimologías de términos relacionados con malhechores.

Un puñado de etimologías de términos relacionados con malhechores (I)

Y empiezo con el propio término ‘malhechor’, un término que llegó al castellano desde el latín ‘malefactor’ (el que hace cosas malas) en la forma ‘malfechor’ (de idéntico significado) y que también dio origen a que la palabra ‘fechoría’ signifique ‘mala acción’.

Originalmente el término asesino hacía referencia a los adictos al hachís, ya que etimológicamente proviene del árabe hashshashin, cuyo significado literal era ese. Se trataba de miembros de una peligrosa secta chií, adictos a la droga y que se dedicaron a matar a numerosos personajes relevantes, políticos, militares y religiosos, entre los siglos VIII y xiv.

 Caco es uno de los muchos sinónimos que se utilizan para hacer referencia a un ladrón. Este término proviene de la mitología griega, en la que aparece Kakos (Cacus en latín), un curioso y habilidoso personaje que robó parte del ganado de Heracles (Hércules para los romanos) de una manera astuta. Se escondió con los animales en una cueva haciéndolos entrar de espaldas, por lo que las huellas parecía que eran de salida y no de entrada hacia el escondite.

Otro término muy común con el que se conoce a los amigos de lo ajeno es con el vocablo chorizo, que, a pesar de escribirse igual, nada tiene que ver con el embutido, sino que proviene del caló (lengua del pueblo gitano), quienes utilizan los verbos chorí y chorar para hacer referencia al acto de robar.

La etimología de ladrón es bastante sorprendente, debido a que, el vocablo con el que conocemos a aquel que se dedica a robar, originalmente significaba ‘soldado’. El término proviene directamente del latín latro y hacía referencia a cierto tipo de soldados contratados para custodiar mercancías o personajes importantes. La remuneración que cobraban por sus servicios era muy escasa, por lo que algunos de esos latronis aprovechaban para hurtar algo de lo que tenían en custodia, de ahí que cogiesen mala fama y se llamara así, desde entonces, a todo aquel que se dedica a robar.

 

 

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¿Quién pone nombre a las operaciones policiales?

¿Quién pone nombre a las operaciones policiales?

Cuando un cuerpo de seguridad (ya sea la Policía Nacional, Guardia Civil o de las distintas policías autonómicas de nuestro país) inicia la investigación de un caso que, de antemano, se prevé que va a requerir invertir numeroso tiempo y efectivos (ya sea un caso de corrupción, narcotráfico, trata de blancas, pedofilia o pederastia, terrorista o banda organizada –por citar unos pocos ejemplos) se activa un protocolo por el cual se debe delimitar al máximo la información e intercambio de datos que se van a producir con la intención de evitar que se produzcan filtraciones (ya sea a la prensa o a los propios implicados), por lo que se busca un nombre en clave para bautizar a dicha operación.

Normalmente quienes están al mando de una operación son los encargados en bautizarla con el nombre en clave, aunque hay algunos departamentos policiales que ya disponen de algún responsable de prensa que ayuda a buscar la denominación perfecta que reúna los requisitos de ayudar a mantener en secreto la operación y una vez dada a conocer a los medios consiga relevancia e impacte.

Para encontrar el nombre adecuado a cada operación se barajan varias cuestiones: la primera y primordial es que no dé pista alguna sobre la investigación y en segundo lugar que tenga una relación directa con alguno de los encausados (ya sea con el apellido, apodo, lugar de nacimiento…), de ahí que nombres llamativos de operaciones que en apariencia parece que nada tienen que ver con el caso sí que están relacionados.

Por ejemplo la ‘Operación Lezo’  proviene del apellido de ‘Blas de Lezo’, uno de los más prestigiosos almirantes en la Historia de la Armada española… y ¿cuál es la relación de Blas de Lezo con Ignacio González, expresidente de la Comunidad de Madrid y cerebro de la trama de corrupción que se investigaba? pues resulta que Ignacio González fue espiado durante uno de sus viajes oficiales a Cartagena de Indias, el mismo lugar que Blas de Lezo defendió del asedio de los ingleses en el siglo XVIII.

Todos los nombres de las operaciones policiales están rebuscados pero siempre tienen alguna vinculación directa o indirecta con la causa.

Otros nombres curiosos de operaciones policiales que se hicieron famosos son: el ‘Caso Gürtel’ (sobre la presunta red de corrupción política vinculada al Partido Popular, actualmente celebrándose el juicio) tiene como uno de sus principales acusados a Francisco Correa y es precisamente su apellido traducido al idioma alemán lo que da nombre a esta famosa operación. La ‘Operación Candy’ con la que se atrapó al conocido como ‘pederasta de Ciudad Lineal’ (Antonio Ortiz) tras haber abusado de varias niñas pequeñas, recibió ese nombre debido a que candy es el modo de referirse en inglés a las golosinas, ya que el mencionado pederasta regalaba uno de esos dulces a las víctimas de las que abusaba sexualmente. La ‘Operación Púnica’ se trata de una trama de corrupción en la que está implicado Francisco Granados y se le puso esta definición en base al nombre en latín del árbol que da el fruto de la granada ‘Punica granatum’ (como clara referencia al apellido del principal implicado en el caso).

 

 

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Fuentes de consulta: 20minutos / abc / elpaís / bbc
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El curioso origen de la palabra ‘asesino’ y su relación con los adictos al hachís

El curioso origen de la palabra ‘asesino’ y su relación con los adictos al hachís

El término ‘asesino’ proviene del árabe ‘ḥaššāšīn’ cuyo curioso significado quiere decir ‘adicto al cáñamo indio/hachís’.

Bajo este nombre se conoció entre los siglos VIII y XIV a los miembros de una secta militar chiita (los nizaríes) que apareció en el Medio Oriente en plena época de las Cruzadas.

Según recogen múltiples crónicas, los nizaríes eran adictos al hachís (de ahí que se les aplicase el sobrenombre de ḥaššāšīn)  pero sobre todo pasaron a la historia por llevar a cabo una actividad en la que su fin era acabar con la vida de reyes, miembros religiosos, militares y políticos de la época.

El término comenzó a popularizarse como sinónimo del acto de quitar la vida a alguien, pero específicamente a personajes importantes e ilustres. A pesar de que hoy en día las palabras asesino, asesinar y asesinato se aplican a aquel que comete un crimen por el que quita la vida a alguien, sin importar la relevancia de la víctima.

Cuando la palabra ḥaššāšīn llegó a Europa fue adaptándose a las diferentes lenguas del continente, encontrándonos que el resultado fue ‘assassins’ (en inglés), ‘assassin’ (francés), ‘assassinen’ (alemán),  ‘assassino’ (en italiano y portugués),  assassīnus (latín) y ‘asesino’ (en español).

La primera vez en la que aparece escrita la palabra ‘asesinar’ (assessinorum) data del año 1259, realizado por Mateo de París, quien recogió en su crónica medieval manuscrita e ilustrada “Chronica Majora” el siguiente texto en latín: “Qui tandem confessus est, se missum illuc, vt Regem more assessinorum occideret, à Willielmo de Marisco” (Él finalmente confesó que había sido mandado de vuelta por William de Marisco para asesinar y matar al Rey).

Por su parte, los británicos defienden que el primer uso escrito del término ‘assassination’ (asesinato) fue realizado en 1605 por William Shakespeare en la tragedia ‘Macbeth’.

 

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Fuentes de consulta: vaguelyinteresting / etimologias.dechile / RAE
Fuente de la ilustración: Stephen Poff (Flickr)

¿Qué diferencia hay entre cometer un asesinato y un homicidio?

¿Qué diferencia hay entre un asesinato y un homicidio?

Estoy seguro que en infinidad de ocasiones habréis escuchado, leído o visto en algún programa de televisión o una película que están juzgando o acusan a alguien de cometer un ‘homicidio’  e incluso en otras ocasiones se utiliza el término ‘asesinato’, pero aunque el resultado final es el mismo (una persona muerta) entre uno y otro término hay diferencias que a la hora de juzgar el caso determinará una pena mayor o menor.

Se considera asesinato cuando una persona causa la muerte de otra y lo lleva a cabo con alguno de los tres supuestos (o los tres juntos) de ‘alevosía’ (se realiza a traición y/o cuando se sabe que la víctima no va a poder defenderse), ‘ensañamiento’ (aumentando deliberada e inhumanamente el sufrimiento de la víctima) o ‘concurrencia de precio’ (cometiendo el crimen a cambio de una retribución económica o material).

Cometer un asesinato está castigado con una pena que va desde los 15 a los 20 años de prisión, elevándose hasta los 25 años si concurren dos o más circunstancias específicas del delito: se cometió con ensañamiento y alevosía, con concurrencia de precio y alevosía, con cualquier combinación de las tres  o con los tres supuestos al mismo tiempo.

Se considera homicidio cuando una persona causa la muerte a otra, pero en el crimen no se contempla ninguno de los tres supuestos citados en el apartado referente al asesinato. Se puede tener la intención de matar a alguien pero no ensañarse, ni realizarlo alevosamente o bajo recompensa, por lo que se diría que se ha cometido un ‘homicidio doloso’, aunque habitualmente no solemos verlo acompañado del término ‘doloso’.

El delito de homicidio también contempla el supuesto en el que alguien mata a otra persona pero ha sido sin intención, conocido como ‘homicidio involuntario’ (accidente de tráfico, atropello, etc…  por poner un par de ejemplos) y/o a causa de un fallo o negligencia ‘homicidio negligente’ (por ejemplo, un fallo por parte del médico durante una operación quirúrgica, muerte por un accidente de trabajo por falta de la seguridad correspondiente por parte del empresario, encargado, etc…).  Estos dos tipos de homicidio también pueden ser llamados ‘homicidio culposo’.

Dentro de la categoría del homicidio podemos encontrar si se ha cometido a causa de una imprudencia, pudiendo calificarse ésta como grave o leve.

El apartado de penas con las que se castiga el homicidio es un abanico muy amplio, encontrándonos que el homicidio imprudente está castigado con penas de entre 1 y 4 años y para cuando es un homicidio doloso, va desde los 10 hasta los 15 años de prisión.

Cabe destacar que en España no se utilizan los términos ‘homicidio en primer grado’ ni ‘homicidio en segundo grado’ que tan habituados estamos en escucharlo en infinidad de películas o series de televisión, sobre todo norteamericanas.

 

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Fuentes de consulta: Consejo General el Poder Judicial (CGPJ) / noticias.juridicas.com
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