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¿Sabes cuál es el origen de la expresión “las reclamaciones, al maestro armero”?

Solemos aplicar esta frase cuando nos referimos a una situación en la que queremos eludir una reclamación y desviar la atención de la persona que reclama hacia un tercero. Suele referirse a problemas sin solución o de los que no queremos hacernos responsables.

El origen de la misma se remonta a 1703, cuando Felipe V creó el cargo de maestro armero. En aquella época empezó a utilizarse el fusil sustituyendo a las picas como arma de infantería, el maestro armero era la figura militar dedicada a las reparaciones y mantenimiento que el armamento requería y era a él a quienes debían dirigirse los soldados cuando algún arma presentaba algún problema.

Es probable que los soldados acudieran a él frecuentemente para quejarse por deficiencias de las armas, incluso por problemas de poca importancia. Con el tiempo se acabó convirtiendo en una costumbre que ante cualquier reclamación o reproche de cualquier índole se aplicara la susodicha expresión de ‘¡a reclamar al maestro armero!dejando entrever un tono de ‘¿y a mí que me cuentas? No es mi responsabilidad’ o ‘yo no puedo hacer nada’.

Algunas fuentes intentan dar otra explicación al origen de la expresión, pudiéndonos encontrar con las siguientes:

  • Una explica que las reclamaciones al maestro armero eran del todo inútiles, ya que al ser una pieza más en el escalón de mando debía cumplir las órdenes de sus superiores, y su opinión o acciones no tenían ningún poder o relevancia.
  • Otra afirma que si algún soldado tenía un problema con su arma y moría o quedaba lesionado, por no poder defenderse correctamente, las reclamaciones eran ya inútiles porque la desgracia ya se había producido.
  • Finalmente también se apunta a que los soldados podían echar la culpa de su falta de efectividad o errores en el campo de batalla al maestro armero que era el que les preparaba y acondicionaba las armas.