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Si no puede ser un taxi que sea un barco [Anécdota]

Si no puede ser un taxi que sea un barco [Anécdota] Robert BenchleyEntre 1919 y 1929, en el hotel Algonquin de Nueva York, se reunía a diario (a la hora de almorzar) un nutrido e importante grupo de periodistas, escritores, críticos, actores y otros miembros del mundo cultural e intelectual de la época en la llamada “Algonquin Round Table” (Mesa redonda del Algoquin).

Entre sus miembros más destacados se encontraba Dorothy Parker, Harpo Marx o el crítico teatral, actor y humorista Robert Benchley, protagonista de la anécdota que os traigo hoy al blog.

Cierto día, a la salida de una de esas interesantes reuniones en el Algonquin, Benchley seguía inmerso en una conversación con otro de los integrantes, cuando llegó hasta el vestíbulo del hotel y, sin prestar demasiada atención, pidió a la persona uniformada que estaba de pie junto a la puerta principal que le hiciera el favor de conseguirle un taxi. El hombre, totalmente ofendido, respondió con indignación:

«¡No soy el portero. Soy contralmirante de la Marina de los Estados Unidos!»

Inmediatamente Robert Benchley reaccionó y contestó irónicamente:

«De acuerdo, entonces, consígame un barco de guerra»

 

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La excusa perfecta de Enrique de Borbón ante sus infidelidades [Anécdota]

La excusa perfecta de Enrique de Borbón ante sus infidelidades [Anécdota]Como era costumbre en la época, a Enrique de Borbón (heredero al trono de Navarra) le concertaron un matrimonio de conveniencia con Margarita de Valois, hermana del rey Carlos IX de Francia. El joven príncipe se casó en contra de su voluntad y no sentía ningún tipo de atracción por la que sería su esposa a partir del 18 de agosto de 1572, día en el que se celebró la solemne ceremonia en el atrio de la Catedral de Notre Dame de París,

Desde el primer momento el esposo, que fue coronado ese mismo año como Enrique III de Navarra, se sintió desdichado y decidió buscar consuelo en el lecho de otras mujeres.

El monarca fue infiel a su esposa con numerosas cortesanas y en 1589, poco antes de ser coronado rey de Francia como Enrique IV, Enrique de Borbón y Margarita de Valois se separaron tras 17 años de infeliz matrimonio.

En el 1600 Enrique se casó en segundas nupcias con María de Médici con la que tampoco se sentía plenamente feliz y a la que también fue infiel en numerosísimas ocasiones, llegando la noticia hasta oídos del confesor real que decidió finalmente tomar cartas en el asunto y reprochar las aventuras extraconyugales al monarca.

Por mucho que intentó explicar al religioso su desdicha y motivo por el que cometía el adulterio, el confesor desaprobaba dicha conducta sermoneándolo continuamente, hasta que al rey se le ocurrió un plan perfecto para hacerle entender sus motivos: invitarlo a comer.

Se dispuso una gran mesa en la que se le sirvieron, uno detrás de otro, platos únicamente cocinados con perdiz. Pero llegó un momento en el que el religioso parecía estar cansado de comer todo el rato lo mismo, por lo que el monarca le preguntó si no era de su agrado la comida y el confesor contestó algo angustiado:

«Majestad… siempre perdiz…»

A lo que el rey replicó:

«¡Siempre reina!»

 

Enrique de Borbón no tuvo hijos con su primera esposa, seis con la segunda y se le atribuyen once hijos ilegítimos nacidos de sus múltiples infidelidades.

 

 

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Fuentes de consulta: Del hecho al dicho de Gregorio Doval / Curistoria
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Un molesto olor corporal [Anécdota]

Un molesto olor corporal [Anécdota]Jules Barbey d’Aurevilly, periodista y novelista francés, autor de Las diabólicas, se encontraba en cierta ocasión cerca de un tipo que desprendía un molesto y desagradable olor corporal, por lo que decidió ponerse a criticarlo públicamente.

El individuo, molesto, entró en cólera y desafió a un duelo a Barbey d’Aurevilly. Sin inmutarse, el escritor le respondió:

«Señor, no acepto el duelo. Si usted me mata no dejará de oler mal por ello y si soy yo el que lo mata a usted, olerá peor»

 

 

 

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Ingrid Bergman y sus problemas para actuar con naturalidad [Anécdota]

Ingrid Bergman y sus problemas para actuar con naturalidad [Anécdota]

La película ‘Recuerda’ [Spellbound] estrenada en 1945, fue la primera que rodó Alfred Hitchcock con la actriz Ingrid Bergman.

Al director le costó mucho convencer a la joven actriz para que protagonizase su largometraje, cuyo guión era algo confuso para ella, debido a que tenía una larga secuencia que había sido pensada y diseñada por Salvador Dalí; pero lo que más le angustiaba a Ingrid era lo poco creíble que resultaba la historia de amor que vivía su personaje con el que interpretaba el actor Gregory Peck.

Cierto día de rodaje Ingrid Bergman se acercó hasta donde estaba Hitchcock departiendo con el productor David O. Selznick y les comentó que no creía que pudiese interpretar la escena de un modo natural. La actriz con el fin de hacerlo lo más creíble posible comenzó a proponer diferentes alternativas, mientras que el director iba escuchándola atentamente, en silencio y asintiendo con la cabeza de tanto en tanto.

Cuando terminó su argumentación y posibles cambios, preguntó a Hitchcock cuál de sus sugerencias prefería. Tras un largo silencio el director la miro y contestó:

«De acuerdo, si no puedes hacerlo con naturalidad… entonces finge»

 

 

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Una cuestión de narices en ‘Los diez mandamientos’ [Anécdota]

Una cuestión de narices [Anécdota]

Durante mucho tiempo se comentó que Charlton Heston había conseguido superar el casting para protagonizar la película ‘Los diez mandamientos’ gracias a su buen conocimiento de la historia del Antiguo Egipto y tras dejar impresionado a Cecil B. DeMille durante la audición.

Pero tal y como reconoció años después el propio productor, en el momento en el que se había convocado el casting él ya tenía claro que el papel de Moisés iba a ser para Heston, con quien ya había trabajado cuatro años antes en el film ‘El mayor espectáculo del mundo’.

El motivo de tal decisión fue la semejanza facial que Heston tenía con la escultura de Moisés realizada por Miguel Ángel Buonarroti. Pero una de las cosas que más le llamó la atención al productor fue la nariz rota del actor (se la fracturó jugando al fútbol americano durante sus años de estudiante universitario) la cual mostraba un parecido asombroso a la tallada por el artista renacentista en el año 1509.

 

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Un hombre con mal genio y buen ingenio [Anécdota]

Un hombre con mal genio y buen ingenio [Anécdota]Thomas Beecham es uno de esos personajes que ha proporcionado a la historia un buen puñado de curiosas anécdotas.

Eso se debe a su mordaz lengua viperina, ya que el célebre director de orquesta británico era famoso por el mal genio que gastaba y las envenenadas frases que soltaba a todo el mundo, no dejando títere con cabeza.

En cierta ocasión, tras finalizar el ensayo para un concierto, quedó sumamente decepcionado y sobre todo enfadado con el trabajo que había hecho la sección de contrabajos de la orquesta sinfónica que dirigía.

Sin pensárselo dos veces Beecham les soltó a los músicos:

«La última vez que oí un ruido semejante, fue cuando mi esposa decidió cambiar los muebles de sitio»

 

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El camino hacia la alcoba con un poco de rodeo [Anécdota]

Un camino hacia la alcoba con un poco de rodeo [Anécdota]Cuentan las crónicas que doña María Manuela Kirkpatrick, condesa de Montijo, acudía a todos los actos sociales que se celebraban con el propósito de ‘colocar’ a sus hijas Francisca y Eugenia.

Fue en una de esas recepciones celebradas en el Palacio del Elíseo, en 1849, donde consiguió que Napoleón III (en aquellos momentos Presidente de la República Francesa) fijase sus ojos en su benjamina Eugenia, quedando prendado de ésta.

En un encuentro posterior, el maduro pretendiente quiso ir un poco más allá con la joven, a la que llevaba 18 años de diferencia, por lo que le pregunto por el camino para llegar hasta su alcoba. Fríamente y sin inmutarse Eugenia de Montijo contestó:

«Por la iglesia»

Y parece ser que tal respuesta le funcionó a la muchacha, debido a que el 30 de enero de 1853, él ya siendo Emperador de los franceses, contrajeron matrimonio.

 

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Un disgusto que duró quince años [Anécdota]

Un disgusto que duró quince años [Anécdota]La superproducción ‘Lo que el viento se llevó’ contó con un multitudinario casting que duró dos años (1936-1937), costó cien mil dólares y al que se presentaron para interpretar el papel protagonista femenino más de 1.400 candidatas, entre las que se encontraban las actrices y jóvenes promesas más importantes de la época.

Las audiciones del casting tenían lugar en los estudios de la productora Selznick International Pictures, donde el propio David O. Selznick se encargaba de supervisar las pruebas y daba el visto bueno a aquellas que debían pasar a una segunda ronda o se deshacía con total indiferencia de las actrices que no veía cualificadas para ningún papel en la película.

A modo de deferencia, a aquellas actrices que ya comenzaban a tener cierto nombre en Hollywood las recibía y realizaba la audición en el despacho que tenía David O. Selznick en los estudios.

Lucille Ball fue una de esas jóvenes actrices que comenzaba a hacerse un hueco en el mundo del cine y que decidió presentarse al casting. Por aquel entonces tenía 25 años y una prometedora carrera como actriz, algo que no supo advertir ni valorar en su momento el productor.

El día que estaba citada para el casting cayó una tormenta sobre la ciudad de Los Ángeles, algo que provocó que Lucille llegase empapada a la prueba y mientras esperaba en el despacho de Selznick a que éste llegase se arrodilló frente a la chimenea que había con el fin de secarse.

Y fue en esa postura, y sin darse cuenta de que lo estaba haciendo de ese modo, como Lucille Ball leyó el pequeño texto escogido para hacer el casting, algo que no le favoreció en su actuación y que hizo que el productor la rechazase de inmediato para cualquiera de los papeles femeninos de la película.

Esa falta de sensibilidad por parte de Selznick molestó sobremanera a la joven actriz, marchándose con un importante berrinche de allí.

Parece ser que el disgusto por lo sucedido le duró largo tiempo a Lucille Ball y quice años después, cuando ya era una de las actrices más famosas, conocidas y cotizadas de Hollywood decidió comprar los estudios de la Selznick International Pictures para reconvertirlos en su propia productora ‘Desilu Productions’ que había creado junto a su esposo, el cubano Desi Arnaz, para rodar la serie de televisión ‘I Love Lucy’.

Como podréis imaginar, Lucille Ball optó por quedarse para ella el despacho que había ocupado David O. Selznick y en el que realizó aquel casting que tan mal recuerdo le traía.

 

 

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Fuentes de consulta:Movie Anecdotes de Peter Hay
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La curiosa anécdota del accidentado debut teatral de Christopher Reeve

Un debut teatral algo accidentado [Anécdota]

En 1976, un par de años antes de ser mundialmente conocido gracias a su personaje de Superman, a Christopher Reeve le llegó la oportunidad de formar parte del elenco de actores de la obra de teatro ‘A Matter of Gravity’ del dramaturgo británico Enid Bagnold.

Fue decisiva la opinión de Katharine Hepburn, quien protagonizaba aquel montaje, para que Christopher (de 24 años de edad) pasase sin dificultad el casting, ya que a la veterana  actriz (que en aquellos momentos contaba con 69 años de edad) quedó prendada del encanto natural del joven actor.

Tras poco más de un mes de ensayos, el 3 de febrero de 1976 se estrenaba la obra en el neoyorquino Broadhurst Theatre.

En aquellos momentos Christopher Reeve compatibilizaba su trabajo en el teatro con un pequeño papel de villano que interpretaba en la telenovela ‘Love or Life’ (un culebrón que llevaba dos décadas en antena), por lo que sus jornadas de trabajo eran largas y agotadoras. Debido a ello, durante las semanas previas al estreno Christopher se mantenía a base de barritas de cereales y caramelo y un buen puñado de tazas de café, lo que le provocó estar malnutrido y llegar exhausto al día del debut teatral.

Tras levantarse el telón, cuando llegó el momento de salir al escenario se plantó frente a Katharine Hepburn, soltó la primera de sus frases y cayó desmayado al suelo. Ante el estupor de todos los presentes, la actriz se giró hacia el público y soltó:

«Este chico es un maldito idiota. No come suficiente carne roja»

Acto seguido Christopher fue retirado del escenario e hizo acto de presencia otro actor que lo sustituyó.  Días después, ya recuperado, Reeve se reincorporó de nuevo a la obra por petición de la propia Katharine, ya que veía en él un gran potencial y un prometedor futuro como actor.

Hay que recordar que Katharine Hepburn en aquellos momentos era la actriz que más nominaciones y premios Oscar había conseguido (a día de hoy, en número de nominaciones ha sido superada por Meryl Streep, pero en estatuillas sigue siendo la número uno).

Dos décadas después, en una entrevista que realizó James Lipton a Christopher Reeve en el programa ‘Inside the Actors Studio’, le preguntó sobre esta pequeña anécdota ocurrida el día de su estreno teatral y de cómo había sido debutar y actuar con una estrella como Katharine Hepburn.

La respuesta del actor fue la siguiente:

«La gente dice que actué con Katharine Hepburn, pero en realidad lo que hice fue actuar cerca de Katharine Hepburn»

 

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Portada Vuelve el listo que todo lo sabe

 

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Fuente de consulta: Viva la Repartee: Clever Comebacks & Witty Retorts from History’s Great Wits & Wordsmiths de Mardy Grothe
Fuente de la imagen: capedwonder

Dos contra todos [Anécdota]

Dos contra todos [Anécdota] Uno de los primero éxitos que obtuvo George Bernard Shaw como dramaturgo fue con la obra El hombre y las armas (Arms and the Man) estrenada en el Royal Avenue Theatre de Londres el 21 de abril 1894.

Tras finalizar la primera función de esta comedia, en la que Bernard Shaw hacía una crítica de una manera magistral y humorística a la guerra, el autor fue aclamado por el público presente que rendía una entusiasta ovación.

El dramaturgo irlandés era poco dado a esas exhibiciones ante el público, pero la insistencia por parte del elenco lo convenció (muy a su pesar) para hacer acto de presencia en el escenario.

Todos aplaudían y ovacionaban entusiasmadamente cuando  de entre el patio de butacas alguien abucheó con un ‘Buu, buu’. Bernard Shaw miró en dirección a la voz y con su serenidad habitual dijo:

«Estoy totalmente de acuerdo con usted, pero ¿qué podemos hacer nosotros dos contra toda una sala llena de personas que opinan lo contrario?»

 

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