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El curioso origen etimológico del término ‘amígdala’

Muchas de las palabras que utilizamos actualmente en nuestro vocabulario provienen de términos que fueron acuñados hace cientos de años (incluso muchos se remontan a más de dos milenios).  Curiosamente, en la antigüedad muchos vocablos eran creados en base a la similitud que tenían con otra cosa, encontrándonos curiosas referencias como músculo, cuyo significado original, proveniente del latín, era ‘ratón pequeño’ (porque la bola del brazo recordaba a un pequeño roedor corriendo) o por ejemplo la denominación de numerosas constelaciones a las que se le ponía el nombre de la apariencia que tenían (Canis Mayorrecordaba a un perro,  ‘Capricornio’ a una cabra o las ‘Osa Mayor’ y ‘Osa Menor’ a un plantígrado).

El curioso origen etimológico del término ‘amígdala’

Esta introducción viene a cuento para la explicación sobre el origen etimológico del término ‘amígdala’ que os traigo hoy, debido a que se decidió darle ese nombre en base a su morfología, debido a que recordaba a una ‘almendra’.

En nuestro organismo disponemos de diferentes tipos de amígdalas: ‘amígdalas cerebrales’ (situadas en los lóbulos temporales del cerebro), ‘amígdalas faríngeas’ (colocadas cerca del orificio interno de las fosas nasales), ‘amígdalas palatinas’ (al fondo de la cavidad bucal, a ambos lados de la faringe y cuya inflamación conocemos popularmente como ‘anginas’) y las ‘amígdalas linguales’ (localizadas en la base de la lengua).

Etimológicamente, el término ‘amígdala’ nos llegó al castellano desde el latín ‘amygdăla’ y a este desde el griego ‘amygdálē’, el cual hacía referencia originalmente al fruto del almendro.

El persa Ibn Sina (célebremente conocido como ‘Avicena’), fue uno de los grandes sabios del siglo XI, quien dominaba diversas disciplinas (entre ellas la medicina) y escribió más de trescientos libros a lo largo de su vida, entre los que se encuentran algunos de los tratados médicos más importantes de la época.

Hasta entonces, a lo que actualmente conocemos como amígdala se la denominaba con el término latino ‘tonsillae’ (‘tonsila’ en castellano) pero al traducir los textos árabes de Avicena al latín medieval, los escribanos tomaron la referencia que hizo el erudito persa, quien describió y comparó esa parte de la anatomía con la morfología del fruto del almendro.

 

 

 

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