Archivo de mayo, 2022
Alfred López 31 de mayo de 2022
De los pies a la cabeza y por fuera o por dentro, todas aquellas partes de nuestro organismo que podemos ver, y las que no, tienen un nombre, un término por el que son conocidas. Muchas son las ocasiones en las que nombramos algunos de esos órganos y, por mucho que estemos familiarizados con su nombre, desconocemos por qué y de dónde surge el que se denominen de esa forma.

Este post es la segunda entrega con media docena de curiosos términos de partes de nuestra anatomía:
Narina:
Nombre con el que se conoce a cada uno de los orificios externos que tenemos en la nariz. El término llegó al castellano desde el francés narine, de exacto significado, y este, a su vez, del latín naris, vocablo latino utilizado como diminutivo de nariz, ‘nares’.
Hallux:
El dedo gordo es el único de todos los que tenemos en el pie que recibe un nombre: hallux, término que proviene del latín hallus y, a su vez, este era una variación del hallucis, forma en la que los antiguos romanos también lo llamaban. Curiosamente existe una deformidad podológica que consiste en tener el hueso del dedo gordo desviado hacia fuera y que recibe el nombre común de juanete, aunque su denominación médica es hallux valgus, ‘dedo gordo hacia fuera’).
Rasceta:
El término hace referencia a cada una de las rayas o pliegues transversales que hay en la superficie interna de la muñeca. Etimológicamente proviene el latín medieval ‘racheta’ de exacto significado.
Efélide:
Cultismo con el que se conocía a las manchas producidas por el sol en la piel y que, comúnmente, se conocen como pecas. El término proviene del latín ephelide y este, a su vez, del griego ephelis, de exacto significado. Fue ampliamente utilizado en el argot médico durante el siglo xix y gran parte del xx. La primera constancia del vocablo refiriéndose a una mancha de piel corresponde a Hipócrates, en el siglo v a. C.
Artejo:
Hace referencia a los nudillos de la mano. Proviene del latín articulus, de igual significado y que a su vez era el diminutivo de artus, ‘extremidades’. Existe constancia que a partir del siglo xiii se utilizó el término artejo como un cultismo a la hora de referirse a los nudillos.
Gnatión:
Se trata del punto central del extremo inferior de la mandíbula y la barbilla. El término es utilizado como referencia en la cirugía maxilofacial.
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Alfred López 26 de mayo de 2022
A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan de dónde proviene decir que algo favorable que pasa por casualidad es ‘de chiripa’.

Cuando algo sale bien de forma imprevista suele decirse que ha pasado ‘de chiripa’.
Este término es el modo con el que se conoce cierto tipo de carambola que ocurre en el juego del billar, que es favorable para el que ha lanzado la bola con el taco, que así gana el punto.
Pero el origen etimológico del vocablo es incierto (así está indicado en la correspondiente entrada del Diccionario de la RAE y en numerosos libros o webs de consulta), aunque algunos expertos apuntan a que quizás proviene del término serendipia, pero no existe unanimidad sobre esta procedencia.
Tampoco se conoce de dónde surgió la estrecha relación del término con el billar.
El término ‘chiripa’ fue recogido por primera vez en el Diccionario Usual de la RAE, en su edición de 1832, dándole la acepción de ‘En el juego de billar la suerte favorable que se gana por casualidad’ y donde también aparecían los términos ‘chiripear’ (‘En el juego de billar ganar tantos por golpes hechos casualmente’) y ‘chiripero’ (‘En el juego de billar el que juega más por acaso que por buenas jugadas o destreza’). Las tres entradas siguen recogiéndose en la edición actual del diccionario con significados muy similares.
En algunos lugares del continente americano, es utilizada, coloquialmente, también la forma ‘chiripazo’ para indicar un acierto o logro casual.
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Alfred López 25 de mayo de 2022
El rico idioma español nos permite tener numerosos sinónimos de casi todos los términos, pudiendo utilizar diferentes palabras para referirnos a una misma cosa o persona. En este post os traigo media docena que hacen referencia a alguien ordinaria y vulgar:

Basto. Persona tosca, sin refinamiento y pocos modales. De etimología algo discutida, algunos expertos indican que el término proviene de bastum, en referencia a un palo de madera, y otros, entre ellos el Diccionario de la lengua española, opinan que se origina a partir de bastar y este del latín vulgar bastare, cuyo significado es ‘abastecido’.
Burdo. Tosco, grosero, basto. Proviene del latín medieval burdus, término utilizado para referirse al bastardo (hijo nacido fuera del matrimonio) y también a aquellas plantas que brotaban sin haber sido cultivadas o injertadas. Curiosamente, de ese mismo vocablo surgió borde, que se aplica a una persona que se comporta de manera antipática, desagradable o impertinentemente.
Cateto. Referido a aquel que proviene de un pueblo (entorno rural) o no tiene estudios y se comporta de forma tosca o vulgar. Su etimología es ampliamente discutida y no existe consenso alguno sobre su origen, motivo por el que así se indica en la práctica totalidad de los diccionarios.
Paleto. Dicho despectivamente de una persona poco refinada o rústica. Se utiliza como sinónimo de cateto. Su etimología es bastante discutida y, como en otros casos, hay dos orígenes posibles. Por una parte, hay quien opina que proviene del término paleta, que hace referencia al utensilio de forma triangular y mango de madera utilizado por los albañiles. Otros señalan que su procedencia es el vocablo pala (instrumento para cavar la tierra).
Palurdo. Persona rústica e ignorante. Es sinónima de los términos anteriores y etimológicamente llegó al castellano desde el francés balourd, cuyo significado literal es ‘hombre grosero, tosco o estúpido’.
Tosco. Alguien de escasa educación o refinamiento. Término surgido en tiempos de la Antigua Roma, se conocía como tuscus (forma latina de toscos) a los habitantes del Vicus tuscus, ‘barrio etrusco’, en el que vivían las clases más bajas de la sociedad romana.
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Alfred López 24 de mayo de 2022
A través de mi perfil @curiosisimo (en la red social TikTok), me preguntan de dónde surge llamar ‘charro’ a un habitante de Salamanca.

Es muy común referirse a alguien natural de Salamanca como charro, incluso habiéndose convertido esta denominación en un gentilicio.
Pero en su origen nada tenía que ver la amabilidad con la que se utiliza actualmente este término, debido a que solía decirse despectivamente con el fin de calificar de vulgares a los agricultores y ganaderos salmantinos.
El término proviene del euskera txar (cuyo significado es ‘defectuoso, débil’) y no se sabe a ciencia cierta el motivo de por qué se empezó a denominarlos de ese modo a los salmantinos.
Algunos etimólogos respaldan la hipótesis de que surgió de los estudiantes vascos que acudían a la universidad de Salamanca y denominaban de ese modo a los lugareños.
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Tags: ¿De dónde surge llamar ‘charros’ a los habitantes de Salamanca?, charro, charros, defectuoso, gentilicio, habitante de Salamanca, salmantinas, salmantinos, txar | Almacenado en: Curiosidades del Mundo, El origen de..., Preguntas con respuesta
Alfred López 23 de mayo de 2022
De los pies a la cabeza y por fuera o por dentro, todas aquellas partes de nuestro organismo que podemos ver, y las que no, tienen un nombre, un término por el que son conocidas. Muchas son las ocasiones en las que nombramos algunos de esos órganos y, por mucho que estemos familiarizados con su nombre, desconocemos por qué y de dónde surge el que se denominen de esa forma.

Este post es una primera entrega con media docena de curiosos términos de partes de nuestra anatomía:
Glabela:
La ‘glabela’ es el área que se encuentra situada entre el centro de la frente, en el punto justo entre las dos cejas (lo que llamamos comúnmente ‘entrecejo’) y por encima del hueso de la nariz. El término proviene del latín ‘glaber’ cuyo significado era ‘sin pelo’.
Occipucio:
Parte de la nuca que une la cabeza con los huesos cervicales. Proviene del latín occiput y está compuesto por la unión del prefijo ob–, ‘en dirección a’, y caput, ‘cabeza’. A menudo podemos encontrar que se utilice el término occipucio para hacer referencia al cogote o parte posterior de la cabeza.
Columela:
Piel que se encuentra en la base del tabique nasal y que separa los dos orificios (fosas nasales). Su origen etimológico es el término en latín ‘columella’ y su significado ‘la columna’.
Trago:
Prominencia de la oreja situada inmediatamente delante del conducto auditivo. Es la parte por donde le asoma a algunas personas algunos pelos que le crecen en las orejas, de ahí su curiosa etimología, ya que el término trago proviene del latín ‘tragus’, con el mismo significado, y este del griego ‘tragos’, que hacía referencia al macho de la cabra y al pelo que a este animal le sobresalía de las orejas.
Filtrum:
Se trata del surco que tenemos entre la nariz y el labio superior. También se llama filtro, surco subnasal o surco nasolabial. Etimológicamente proviene del latín renacentista philtrum y este del griego philtron. La razón por la que se le denominó de ese modo es ampliamente discutida y muchos son los expertos que señalan que proviene de antiquísimas fábulas.
Respigón:
Pellejo que se levanta de la carne de los dedos situada junto a las uñas de las manos (también conocido comúnmente como padrastro). También se utiliza en veterinaria para indicar cierta llaga que se produce en la pezuña de un equino. El término respigón está formado por el prefijo re–, reiteración o énfasis de algo, y espigón, aumentativo de espiga, debido a que los pellejos sobresalientes recordaban a esa parte de los cereales.
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Tags: anatomía, anatomía humana, base del tabique nasal, cogote, Columela, Columella, Cuerpo humano, dedos, entrecejo, Filtrum, frente, Glabela, glaber, Media docena de curiosos términos de partes de nuestra anatomía, Media docena de curiosos términos de partes de nuestra anatomía (I), nariz, Occipucio, occiput, oreja, padrastro, pellejos de los dedos, Respigón, Trago, tragos, tragus | Almacenado en: Curiosidades Científicas, El origen de..., Miscelanea de Curiosidades
Alfred López 21 de mayo de 2022

Esta es la pregunta que Eugenio Manuel Fernández Aguilar realiza cada año a sus alumnos de Biología y Geología, de tercero de Educación Secundaria, coincidiendo con el inicio de curso, encontrándose con toda una amalgama de respuestas (que van desde lo simpático a lo preocupante) en la que, tristemente, puede darse cuenta de cuál es el bajo nivel que se tiene de dicha asignatura.
Esta confidencia nos la explica mi admirado amigo Eugenio Manuel en la introducción de su último libro ‘La navaja de Einstein y otras historias extraordinarias sobre rocas y minerales’ publicado por el sello editorial Guadamazán (de Almuzara Libros), en el que realiza un sorprendente y exhaustivo recorrido histórico por algunos de los hechos y lugares más desconocidos de la mineralogía; además de explicarnos para qué sirven cada uno de los minerales y traernos una serie de curiosos relatos sobre cómo se descubrieron o hechos y datos sorprendentes alrededor de estos.
El libro tiene una extensión de cerca de 300 páginas y se presenta dividido en 17 capítulos, estando cada uno de ellos subdivididos entre cuatro y ocho pequeños episodios, guardando la línea estética que los diferentes sellos de la editorial Almuzara realiza en sus obras y con una identificativa cubierta diseñada brillantemente por su director editorial, Antonio Cuesta (de quien tuve la suerte que también la diseñase y dirigiera en el libro que publique con ellos en 2019 ‘Eso no estaba en mi libro de historia de la política’).
La contraportada del libro nos presenta una pequeña sinopsis en la que ya nos da buena pista sobre parte del contenido que podremos encontrar en sus páginas y despertándonos la curiosidad:
«El polvo del Sáhara, la momia de Ramses II, los honderos de Julio César, las columnas de Trajano, el cristal de Calígula, la tumba de Ricardo III, las cenizas de los volcanes, los componentes de los teléfonos, las piezas de la estación espacial, las grandes construcciones, los modestos adoquines e incluso nuestra propia comida… todos, absolutamente todos, guardan mucha relación con las rocas y minerales»
Eugenio Manuel Fernández Aguilar es físico y profesor de Secundaria, además de ser un prolífico escritor, publicando los siguientes libros de divulgación científica: La conspiración lunar ¡vaya timo! (Ed. Laetoli), las biografías científicas de Arquímedes, Ampère y Boyle (dentro de la colección de RBA y traducidas también al francés, italiano y ruso), Eso no estaba en mi libro de historia de la ciencia (Ed. Almuzara) del que publiqué una reseña en 2019, Los renglones torcidos de la ciencia (Antoni Bosch editor) y Marie Curie. Ciencia y vida (Ed. Almuzara, a través del sello Pinolia), además de ser autor de varios libros de texto (editados por Algaida-Anaya) y del thriller científico La cruz de Taranis (en formato audiolibro y libro electrónico realizado pro Storytel). Es autor de los muy recomendables blogs Ciencia en el XXI y Ciencia en blanco y negro, además de colaborador habitual de la prestigiosa revista de divulgación Muy Interesante.
Para finalizar esta entrada, supongo que si has llegado hasta aquí, además de haberte despertado algún interés hacia el libro ‘La navaja de Einstein y otras historias extraordinarias sobre rocas y minerales’ de Eugenio Manuel Fernández Aguilar, es también para leer la explicación al enunciado de post sobre ‘¿Qué diferencia hay entre una roca y un mineral?’, la respuesta es que la diferencia entre una roca y un mineral reside en que las primeras son un conjunto de minerales cuyo nombre proviene del proceso geológico con el que se formó (definido en el diccionario de la RAE como ‘Material sólido de origen natural formado por una asociación de minerales o por uno solo, que constituye una parte importante de la corteza terrestre’), mientras que un mineral es un material sólido, inorgánico, creado de forma natural, caracterizado por su composición química, todos sus átomos bien ordenados y por tener una estructura cristalina y constante. Por cierto, a un geólogo no suele gustarle que llamemos ‘piedra’ a una roca.
‘La navaja de Einstein y otras historias extraordinarias sobre rocas y minerales’ de Eugenio Manuel Fernández Aguilar
Editorial: Guadamazán (Almuzara Libros)
ISBN: 9788417547691
https://almuzaralibros.com/fichalibro.php?libro=4210&edi=5
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Alfred López 20 de mayo de 2022

Según dice el diccionario de la RAE, el término ‘garrulo’ significa: ‘Dicho de una persona: Rústica, zafia’ e indica que se trata de un adjetivo coloquial, dando como etimología un escueto ‘Quizá de gárrulo’, vocablo que va acentuado y que tiene su propia entrada, la cual nos ofrece tres acepciones diferentes:
- adj. Dicho de un ave: Que canta, gorjea o chirría mucho.
- adj. Dicho de una persona: Muy habladora o charlatana.
- adj. Dicho de una cosa: Que hace ruido continuado, como el viento, un arroyo, etc.
Pero no hay rastro alguno a la descripción que se le da a la palabra ‘garrulo’ cuando va sin acentuar. En este caso indica que etimológicamente proviene del latín ‘garrŭlus’, cuyo significado venía a ser ‘parlanchín’ y hacía referencia en tiempos de la Antigua Roma a aquellos pájaros que cantan continuamente y de modo estridente, así como de las personas que habla mucho y seguido, de tal modo que parecen que gorjean en lugar de hablar.
Lo que no se tiene claro es en qué momento el término empezó a utilizarse para señalar de modo despectiva a una persona rústica o zafia.
La primera aparición en una publicación académica fue en el Diccionario de Autoridades de 1734, en el que el término venía sin acentuar y se le daba la acepción de ‘adjetivo que se aplica a las aves que cantan mucho, gorjean, o charlan, y por semejanza se dice también de los hombres que hablan mucho’. No fue hasta medio siglo después (1780) cuando en el Diccionario de la Academia Usual apareció el término en la forma ‘gárrulo’, dándole exactamente la misma acepción.
Fue a partir de la edición de 2001 del diccionario de la RAE cuando, por primera vez, se le dio el significado actual de ‘Dicho de una persona: Rústica, zafia’, por lo que dicho sentido despectivo podría haber surgido, posiblemente, del habla popular de la segunda mitad del siglo XX, donde se utiliza también como sinónimo de paleto, palurdo, cateto o tosco.
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Alfred López 18 de mayo de 2022
A través de mi perfil @yaestaellistoquetodolosabe2 en Instagram, un seguidor me realiza la siguiente consulta: ¿Sería correcto decir ‘aruñar’ en lugar de ‘arañar’ para indicar que se ha rasgado con las uñas?

Según indica la RAE, a través de la respuesta dada por su servicio de consulta sobre dudas lingüísticas y la entrada correspondiente en el Diccionario panhispánico de dudas: ‘La variante «aruñar» es propia del habla coloquial y popular de algunas zonas; la voz propia de la lengua estándar es «arañar»’.
Según aparece en la edición actual del Diccionario de la RAE, en la primera acepción de la entrada ‘arañar’, nos indica lo siguiente: ‘Raspar, rasgar, herir ligeramente la piel con las uñas o con un objeto cortante o punzante’. Y también nos indica que se trata de una etimología discutida, dándonos la posibilidad de que pueda provenir de los vocablos araña y arar.
A pesar de las dudas sobre la procedencia de dicho término, que señala actualmente la publicación académica, cabe destacar que son numerosos los etimólogos y lingüistas que llevan defendiendo desde hace muchísimo tiempo que el verbo ‘arañar’ está formado por los vocablos ‘arar’ y ‘uña’, debido a que la marca que queda (tras hacer una herida con las uñas) recuerda a los surcos que hay en la tierra tras haber arado.
Hay algunas voces discordantes (las menos) que indican que no proviene de unir arar con uña, sino de juntar ‘araña’ y ‘uña’, ya que dicha marca recuerda a las patas de un arácnido (sinceramente, yo me quedo con la primera explicación).
El término ‘arañar’ aparece en textos del siglo XVI y fue recogido por primera vez en Diccionario de Autoridades, en el año 1726, donde ya se le daba como explicación de su origen la unión de las palabras arar y uña e incluso, en esa misma publicación, ya aparecía recogida la palabra en la forma ‘aruñar’, dándole como significado exactamente la misma acepción que en la entrada ‘arañar’: ‘Herir con las uñas alguna cosa de modo que dexe señál. Dícese mas comunmente Arañar’.

Entradas en el Diccionario de Autoridades de 1726 para los términos ‘aruñar’ y ‘arañar’
Actualmente el diccionario de la RAE sigue recogiendo el término ‘aruñar’ el cual remite directamente a la entrada ‘arañar’. Numerosos son los lingüistas y publicaciones que podemos encontrar en la red o libros de consulta, que indican categóricamente que ambas formas son igual de válidas, pudiéndose utilizar como sinónimas en un mismo texto.
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Alfred López 16 de mayo de 2022
El refrán ‘Cree el ladrón que todos son de su condición’ (también en la forma ‘Piensa el ladrón que todos son de su condición’) viene a indicar el comportamiento humano en el que creemos que el resto de personas de la sociedad actúan como nosotros lo haríamos o nosotros actuamos como creemos que actúa el resto de la sociedad.

Por decirlo de otro modo y poniendo unos ejemplos prácticos: ‘yo robo porque aquel ha robado antes’, ‘Fulano se escaquea del trabajo porque mengano también lo hace’, ‘él no paga impuestos porque hay personas que no los pagan’…
Esto lleva a justiciar situaciones como que un político es corrupto porque otro político también lo es.
Una justificación banal de que si alguien hace algo malo es porque otro lo ha hecho antes y no le ha ocurrido nada y la sociedad/justicia ha hecho la vista gorda.
Pero, evidentemente, esto también se puede aplicar para las cosas buenas: ‘alguien hace un buen gesto porque ve que otros lo hacen’, ‘ayudo al prójimo porque el resto también es solidario’…
Para lo bueno y para lo malo, los seres humanos solemos estar condicionados por lo que hacen los demás y como actúan.
Como refrán no se sabe a ciencia cierta cuándo se originó, pero muy posiblemente fuese a consecuencia de un aforismo jurídico latino utilizado en la Antigua Roma que decía «Malus est qui praesumitur sibi malos esse alios» (Malo es quien presume que los demás son malos).
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Alfred López 14 de mayo de 2022

El término ‘bisoño’ proviene del italiano bisogno, un vocablo que servía para designar a los soldados novatos que eran enviados desde España a luchar en la guerra, durante la conquista del reino de Nápoles (principios del siglo xvi).
En realidad, en su origen, el vocablo bisogno significaba ‘necesidad’, en clara alusión a las ropas pobres y de mala calidad de los soldados españoles.
Con el tiempo se le cambió el sentido al término y paso a designar a los principiantes e inexpertos de cualquier oficio.
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