A través de la cuenta de este blog en Instagram (@yaestaellistoquetodolosabe2) me consultan de dónde surge la expresión ‘Hacer algo a rajatabla’.
Se utiliza la locución ‘a rajatabla’ normalmente encabezada por un verbo como ‘hacer’, ‘cumplir’, ‘llevar’… con la intención de indicar que se realiza alguna cosa de la manera más estricta, rigurosa o escrupulosamente posible.
Tal y como nos indica el Diccionario de la RAE, está compuesto por la unión de los términos ‘raja y tabla’ (‘a raja tabla’ era el modo original de decirlo) y para encontrar de dónde surge debemos fijarnos en las láminas o planchas (tablas) de madera que se extraían del tronco de un árbol y en las que se podía apreciar una serie de vetas (rajas) que llevan una misma dirección que la grieta principal (siguiendo el mismo camino).
Muchas de las leyes y normas de la antigüedad eran escritas en una tabla y esta era colgada o exhibida en un lugar público para el estricto cumplimiento de la población. Se debía cumplir escrupulosa y obligatoriamente aquel dictamen siguiéndolo al pie de la letra, al igual que las rajas (vetas) se abrían paso en la tabla.
Hay quien sostiene que, probablemente, provenga o haga referencia a las tablas que portaba Moisés con los Diez Mandamientos, los cuales debían de ser seguidos y cumplidos rigurosamente.
Cabe destacar que el término ‘rajatabla’ no fue incorporado al Diccionario de la RAE hasta 1992 y por aquel entonces su acepción era ‘cueste lo que cueste, a todo trance, sin contemplaciones’. En la edición de 2001 llevaba la misma explicación y en la edición actual (de 2014) se le da dos acepciones: ‘De manera estricta, precisa o rigurosa’ y ‘A toda costa y resueltamente, pese a los riesgos o dificultades’.
Esta es una etimología algo discutida debido a que los expertos coinciden en que se originó en Francia pero no se ponen de acuerdo en cómo y cuándo.
Por una parte nos encontramos quienes señalan que empezó a usarse el término hacia finales del siglo XIX cuando las prostitutas de los burdeles parisinos ofrecían como uno de sus servicios estrella el realizar una felación utilizando la lengua y proporcionando a los clientes un gran placer.
Otros apuntan como origen los últimos años de la Primera Guerra Mundial, en la que hubo una importante presencia de soldados estadounidenses en Francia, quienes quedaban maravillados sobre las cosas que sabían hacer las mujeres francesas (no solo las prostitutas, sino todas en general), quienes les practicaban sexo oral y además les daban apasionados besos con lengua (en la boca… de ahí que en Estados Unidos se conozcan ese tipo de besos como ‘French Kiss’).
Por último, el origen de llamar francés a las felaciones lo sitúan en la década de 1920 (la conocida como ‘alegres años 20’) en el que tuvieron lugar grandes y alocadas fiestas en la capital francesa. Los cabarets ofrecían picantes números subidos de tono y hombres y mujeres se desmadraban en cada uno de sus encuentros, siendo el sexo oral una de las prácticas más realizadas.
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Desde hace un tiempo ha vuelto a producirse en los medios de comunicación y las redes sociales un debate sobre los fundamentos de la tolerancia, la aparición en el espectro político de grupos definidos como ‘intolerantes’ (por su corte racista, machista y homófobo) y si sería ético prohibir la existencia de dichos partidos/asociaciones/colectivos ya que vivimos en una sociedad de pleno derecho y en la que la democracia y libertad de expresión (opinión, credo, opción sexual…) es uno de los pilares fundamentales.
¿Se deja de ser tolerante cuando no se tolera a los intolerantes?
Toda una aserción contradictoria con sus principios pero que, paradójicamente, tiene un gran sentido.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el filósofo de origen austriaco (y exiliado en Nueva Zelanda) Karl Popper, escribió un estudio titulado ‘La sociedad abierta y sus enemigos’, apareciendo en una nota del capítulo 7 la mención a lo que hoy conocemos como ‘La paradoja de la tolerancia’ y en la que el autor exponía que si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes.
El ejemplo más reciente había sido el ascenso del nazismo en Alemania y cómo la República de Weimar (al frente del país germano desde el fin de la Primera Guerra Mundial y caída del Imperio alemán) había permitido que el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán de Adolf Hitler (de claro apostolado xenófobo) existiera, se presentara a las elecciones y finalmente se hiciera con todo el poder, provocando uno de los mayores genocidios de la Historia (al perseguir y exterminar a judíos, comunistas, homosexuales …).
Pero en contraposición a lo defendido por Popper nos encontramos con la opinión del filósofo estadounidense John Rawls, quien en 1971 presentó la conocida como ‘Teoría de la justicia’ en la que exponía que una sociedad justa debe tolerar al intolerante, ya que si no esa sociedad acabaría convirtiéndose en intolerante y por tanto en injusta.
Cada vez que alguien pide públicamente prohibir ‘colectivos intolerantes’ es tachado como intolerante por quienes toleran la intolerancia. Un tema enrevesado y contradictorio, pero que continuamente estará en discusión por sus posturas encontradas.
Otra reflexión interesante a tener en cuenta es la que indica que la tolerancia en si es un valor supremo que se encuentra dentro de la justicia, por lo que perseguir la intolerancia no debe ser considerado como un acto intolerante sino como algo justo.
Infografía sobre ‘La paradoja de la tolerancia’ de Karl Popper por pictoline.com
Vídeo sobre ‘La paradoja de la tolerancia’ de Karl Popper por QuestionMark
Conocemos como ‘rombo’ al símbolo utilizado en geometría que se representa por un paralelogramo (polígono de cuatro lados paralelos entre sí dos a dos) que tiene los lados iguales y dos de sus ángulos mayores que los otros dos (tal y como se define en los diccionarios) y que también es denominado como ‘diamante’, sobre todo en el argot de los naipes en la baraja francesa (♢)
Se denomina ‘rumbo’ a la dirección trazada y que se propone seguir hacia un punto o destino concreto.
La ‘rumba’ es un popular baile de ritmo alegre y raíces afrocubanas que se acompaña generalmente de percusión y que ha derivado en otras variedades musicales como la rumba flamenca o la catalana.
Estos tres términos que designas cosas muy diferentes entre si y que a priori parece que no tienen nada que ver entre ellos en realidad tienen un nexo común en su origen etimológico, debido a que todos ellos provienen del mismo lugar: los rituales mágicos que se realizaban hace muchísimos siglos atrás.
Y es que etimológicamente los tres vocablos provienen directamente del latín ‘rhombus’ y éste a su vez del griego ‘rómbos’ (ῥόμβος), el cual designaba a ciertos artilugios (que solían ser en forma de peonza e incluso de rueda o cualquier objeto cilíndrico) utilizados antiguamente por los magos (brujos, hechiceros…) en sus rituales. Ese término no hacía referencia al objeto en si sino a los círculos que éste dibujaba en el momento de ser utilizado en las ceremonias adivinatorias.
Esa denominación de rhombus se le otorgó posteriormente a los aparatos de navegación, más concretamente a la ‘rosa de los vientos’ (o ‘rosa náutica’), representándose en las cartas de navegación por treinta y dos símbolos (♢) unidos por un extremo mientras que el otro señala el destino o trayectoria a seguir sobre el círculo del horizonte.
A partir de ahí el término latino rhombus se transformó en el castellanizado ‘rombo’ para designar al mencionado símbolo que aparecía representado en las cartas de navegación.
Al mismo tiempo, los propios navegantes empezaron a denominar como ‘rumbo’ (inicialmente lo pronunciaban en la forma rombo) al destino o trayectoria a seguir.
Por último, también cabe señalar que, a pesar de que el diccionario de la RAE señala que el término ‘rumba’ es de origen desconocido, numerosos son los etimólogos y expertos (entre ellos, y por nombrar solo a un par, Joan Coromines en su ‘Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana’ o Gregorio Doval en su obra ‘Palabras con Historia’) que apuntan que el vocablo para designar al baile de origen afrocubano proviene de la feminización del término ‘rombo’, en su sentido original de ‘signo mágico’ y a las danzas que antiguamente eran realizadas durante los rituales, muy semejantes a las que, siglos después, se realizaron en el Caribe durante algunos ritos en los que se bailaba y se producía cierto alboroto, significando el vocablo ‘rumba’, en muchos países de Hispanoamérica, ‘juerga o parranda’ y que finalmente fue utilizado para denominar así al mencionado baile de raíz caribeña.
Utilizamos el término propaganda para hacer referencia a los mensajes publicitarios, de diversos caracteres (comercial, institucional, político…) que son difundidos a través de diferentes medios (radio, televisión, buzoneo, mensajes electorales…).
Etimológicamente proviene del vocablo en latín escrito del mismo modo y cuyo significado era ‘lo que debe ser difundido o propagado’, ya que a su vez éste provenía del verbo ‘propagare’ (extender alguna cosa).
Llegó al castellano en el siglo XVII a través de la comunidad religiosa ‘Sacra Congregatio de Propaganda Fide’ (denominada habitualmente como ‘De propaganda fide’) y cuyo significado literal era ‘Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe’, creada en el año 1622 por el papa Gregorio XV y a través de la cual la curia romana se encargaba de difundir la fe y evangelizar a los pueblos no católicos.
La expresión ‘De propaganda fide’ fue ampliamente utilizada en los siguientes siglos, quedando con el tiempo asociado el término ‘propaganda’ no solo con la propagación y transmisión de la fe católica, sino también con la difusión de cualquier tipo de mensaje (sobre todo publicitario, institucional o político, tal y como comento en el primer párrafo).
El término ‘sensualidad’ está estrechamente vinculado con la sexualidad pero desde el aspecto más sentimental y menos carnal.
Y es que en realidad el término ‘sensual’ (del que deriva sensualidad al añadirle el sufijo –dad usado como referencia a la ‘cualidad de’) proviene del latín ‘sensu’ cuyo significado literal era ‘sentido’ y ‘sensibilidad’ y, por tanto, se refería a los placeres de los sentidos. De ese mismo término provienen otros vocablos como ‘sentimiento’(estado afectivo de ánimo y estrechamente vinculado al estado emocional del amor).
Pero esa estrecha vinculación entre sentidos y sentimientos, con lo relativo al sexo, no tardó en darle como acepción al término sensual el significado de ‘persona inclinada a los placeres sensuales, especialmente a los relacionados con el sexo’ y al de sensualidad definirlo como ‘propensión excesiva a los placeres de los sentidos’.
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Como bien sabréis, la expresión ‘por si las moscas’ es utilizada de forma coloquial para advertir que se va a hacer algo (o dejar de hacer) en previsión de alguna imprevisible consecuencia. Algunos ejemplos práctico serían decir ‘voy a coger el paraguas, por si las moscas’ en lugar de ‘voy a coger el paraguas por si llueve’; ‘yo de ti no iría, por si las mosca’ en vez de ‘yo de ti no iría, por si acaso’. La locución ‘por si acaso’ es sinónima de ‘por si las moscas’ y se pueden utilizar tanto una como la otra.
El origen de la expresión surgió de la costumbre de cubrir los alimentos y bebidas con algún tipo de paño o algo que los tapase (cuando no existían las neveras y se guardaban en las despensas), para impedir que las moscas se posaran sobre ello y se estropeara, además de evitar contraer alguna enfermedad, en los tiempos en los que se tenía el convencimiento de que la mayoría de infecciones y enfermedades eran transmitidas por los insectos.
Ese acto de cubrir la comida (por si las moscas) es lo que originó la expresión, pero, curiosamente, corretea por las redes sociales una segunda explicación que surgió de una antigua leyenda de finales del siglo XIII, pero que tiene una gran cantidad de incongruencias y contradicciones históricas, por lo que es imposible que la expresión surgiera de ese hecho.
Dicha leyenda explica que, en el año 1287, la población de Girona fue atacada por una tropa de soldados enviados desde Francia por el duque de Borgoña, Felipe II (aquí ya empieza a fallar la historia, ya que este personaje nació más de medio siglo después de esta fecha). Según estos relatos, los borgoñones, durante el asedio, profanaron la tumba de San Narciso (patrón de la población), ante la creencia de que en el sepulcro se escondían valiosos tesoros y al abrirlo salieron de allí centenares de moscas que atacaron a los soldados, haciéndolos huir y enfermar de la peste.
Las tropas francesas (que no borgoñonas) sí que intentaron sitiar la ciudad de Girona, pero esto ocurrió en el año 1285 y bajo las órdenes del rey Felipe III de Francia (no Felipe II de Borgoña) dentro de la campaña conocida como ‘Cruzada contra la Corona de Aragón’, promovida por el papa Martin IV contra el rey aragonés Pedro III ‘el Grande’). Se sabe que numerosos soldados enfermaron de peste (hubo una pandemia en Europa en aquella época), pero nada tuvo que ver en ello unas moscas y mucho menos por el hecho de que saliesen de la tumba profanada de San Narciso.
Fue muchos siglos después cuando se vinculó (no se sabe quién y por qué) la leyenda de las moscas de la tumba de San Narciso con la locución, posiblemente porque en el XVIII empezó a representarse al santo, en algunas imágenes, rodeado de este insecto, pero en realidad nada tiene que ver esta historia con la expresión.
Actualmente se utiliza el término ‘pastiche’ de una forma coloquial para hacer referencia a una mala mezcla y cuyo resultado final es desastroso, una chapuza, algo pastoso o poco agradable.
Pero originalmente el vocablo hacía referencia a ciertas obras artísticas, como piezas musicales (sobre todo operísticas), literarias o pictóricas que habían sido realizadas a partir de una mescolanza de técnicas, estilos o de diversos elementos de otros autores (normalmente plagiándolos) y presentando el resultado como si de una obra original se tratara.
Etimológicamente, el término pastiche proviene del francés (escrito del mismo modo y de idéntico significado) y éste lo tomó del italiano ‘pasticcio’ utilizado para referirse a una pasta hecha de diferentes materiales.
El uso del término ‘pastiche’ empezó a realizarse a partir del siglo XVII y para hacer referencia a aquellas óperas que habían sido compuestas por una amalgama de trozos de otras composiciones musicales y posteriormente se utilizó para denominar cierta técnica pictórica y literaria.
Una de las búsquedas más populares en Google es la pregunta que da título a este post ‘¿Por qué la gente no sonreía en las fotografías antiguas?’ y varias han sido las ocasiones en las que algún lector del blog me la ha realizado, aunque, por unas cosas y por otras, había ido retrasando el escribir y publicar una entrada sobre el tema.
Y es que me he visto animado a hacerlo gracias a un correo que recibí, días atrás, de mi compañera Melisa Tuya, quien me hablaba de una curiosa fotografía datada en 1894 y en la que aparecía un chica de Oklahoma vestida con un traje típico de una tribu nativa de Norteamérica y quien lucía una amplia sonrisa.
La foto se ha hecho viral a raíz de ser publicada en Reddit y la mayoría de conversaciones versaban alrededor de lo extraño que era ver una imagen de alguien que en el siglo XIX estuviese sonriendo en un retrato, ya que existe el convencimiento de que en aquella época todo aquel que se tomaba una fotografía lo hacía con un semblante serio. Solo basta con hacer cualquier búsqueda a través de internet ‘fotografías personas siglo XIX’ (o en inglés ‘pictures people from 19th century’, donde se obtienen más resultados) y podremos comprobar que así es, pero con algunos matices.
La razón principal por la que en la mayoría de las fotos de aquella época la gente no sonreía es principalmente debido a que, por aquel entonces, el hacerse una era algo de lo que se tenía el convencimiento que sería esa la única vez en toda la vida. Muy extraño era que alguien (que no tuviese un buen poder adquisitivo, evidentemente) se hiciera retratar más de una vez. Por tanto, cuando iban al fotógrafo posaban frente a éste con un semblante serio y sereno. Se consideraba como algo demasiado importante como para estropearlo con una sonrisa (o al menos el escritor Mark Twain así lo expresó en una de sus famosas citas).
Hasta la aparición del ‘daguerrotipo’ (el antecesor de las primeras cámaras fotográficas), la gente que había posado para ser retratada lo había hecho frente a un pintor y común era que se les representara con algún aire insigne y solemne, debido a que dicha pintura acabaría colgada en un salón a la vista de otras personas que lo contemplarían y elogiarían, de ahí que, en el pensamiento que se tenía antiguamente, no se le diese un valor especial a sonreír (que era considerado como una frivolidad) y de ahí que en la inmensa mayoría de cuadros antiguos encontremos que también aparecen con el semblante serio.
Pero el otro de los motivos (y no menos importante) era por cuestiones técnicas, ya que el tiempo que debían pasar inmóviles frente a la cámara era largo, debido a que las fotografías de entonces no eran como las de ahora que en menos de un segundo ya están hechas. El método empleado en aquella época era una cámara en la que se introducía una placa de plata en la que, con un espejo, se proyectaba la imagen a retratar mediante la entrada de luz por la lente. Para que aquella imagen quedara plasmada en la placa se debía tener una exposición de aproximadamente diez minutos.
Esto hacía que fuese prácticamente imposible que alguien pudiese estar todo ese rato manteniendo una sonrisa y, por tanto, lo más cómodo y normal era tener un semblante neutro, que solía ser serio.
Tampoco podemos olvidarnos de las fotografías ‘post mortem’, una práctica que se llevó a cabo nada más aparecer las primeras cámaras fotográficas y que posibilitaba que tras un fallecimiento poder poseer un recuerdo de un ser querido que había muerto, a través de un retrato que se les tomaba. Normalmente en aquel retrato fotográfico aparecía la persona fallecida junto a su familia. De ahí que también todos tuvieran un semblante totalmente serio.
Y, por último, recuperando el hilo de lo que explicaba unos párrafos más arriba, cabe señalar que sí existen fotografías antiguas, tomadas entre finales del siglo XIX y principios del XX, en las que aparece alguna persona sonriendo, aunque en comparación de las que hay con personas que tienen el semblante serio son pocas. Y es que cabe destacar que por aquella época el tiempo de exposición frente a una cámara fotográfica ya era menor (de poco más de un minuto), por lo que era mucho más fácil el mantener esa postura facial desenfadada y luciendo una sonrisa.
Una de las prácticas más arriesgadas que existen en el campo de la autoestimulación sexual es la conocida como ‘hipoxifilia’, la cual consiste en colocarse una bolsa de plástico en la cabeza o atarse un cinturón o cuerda alrededor del cuello mientras se procede a la masturbación y con ello provocar la falta de oxígeno, llegando a coincidir el momento del orgasmo con la pérdida de la conciencia.
Un gran número de personas fallecen cada año debido a ello (se calcula que cerca de un millar en Estados Unidos y un número muy similar en Europa), siendo hombres en un 90% de ocasiones. Uno de los casos más conocidos de muerte por asfixia erótica (como también es denominada esta peligrosa práctica) fue la del actor David Carradine, en 2009, que tuvo lugar en un hotel en Bangkok (Tailandia).
La asfixia erótica es una de las parafilias que suelen ser practicadas tanto en pareja, dentro del bondage, o en solitario, como método de masturbación, la cual lo convierte en extremadamente peligroso.
Los expertos en psiquiatría apuntan a varios motivos la causa por la que haya tantos individuos que lo realizan (se han dado casos de fallecimientos en adolescentes de 13 años hasta ancianos de 79 años), siendo una de las principales razones el deseo de experimentar sensaciones al límite y arriesgadas, proporcionando un gran placer la sensación de peligro y de poder perder la vida, por lo que (según testimonios de aquellas personas que lo han practicado) el momento del orgasmo es mucho más intenso.
También tiene mucho que ver el hecho de que la falta de oxígeno en el cerebro hace que se tengan ciertas alucinaciones (como si se hubiese consumido algún tipo de droga, pero ésta es producida de forma natural por el propio cerebro).
Cabe destacar que hay constancia escrita de la práctica de la hipoxifilia en documentos que datan de principios del siglo XVII.
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