Pedro Herrasti: «La República es un régimen mitificado, pero si vas a la prensa de la época encuentras lo que hay en cualquier periódico hoy»

A la manera de un Harry Flashman español, el cínico, mujeriego e imán para los problemas Jorge Blanco tiene como misión contar la primera mitad del siglo XX de este país. No es misión fácil hacerlo en la misma desmitificadora y llena de humor línea del antihéroe inglés, pero su creador, el periodista y escritor Pedro Herrasti (Madrid, 1964) ya lo ha logrado con dos novelas publicadas hasta la fecha, Capitán Franco (Edhasa, 2014), ambientada en la Guerra de Marruecos, y Madrid era una fiesta (Edhasa, 2022), en la capital de la Residencia de Estudiantes, y una tercera ya en el horno.

Este escritor explica a XX Siglos los secretos de su hijo literario, cómo ha roto el molde de la solemnidad tan habitual en el género histórico, y cómo está reconstruyendo el siglo XIX con una mirada ciertamente irónica.

Un personaje como Jorge Blanco, ¿nace primero o se crea para contar una época de la Historia?

Un poco ambas. El molde de Blanco es Harry Flashman, un curioso personaje que protagoniza una serie de novelas de aventuras mezcladas con humor. Las narraciones ocurren en la segunda mitad del siglo XIX a lo largo del Imperio Británico. Individualizar y adaptar ese personaje a las características del público español y a nuestra historia ha sido mi tarea. Es algo como lo que han hecho los miles de émulos que tiene el célebre Sherlock Holmes en todo el mundo.

Arranca una serie de novelas con una titulada Capitán Franco y dejar a Franco como secundario… ¿son ganas de provocar?

Sí, la provocación, la irreverencia, la ironía me parecen estupendas. Sin embargo, no creo que la novela defraude al lector. Blanco narra aquí un año de su vida (1917) que estuvo muy cercano a Franco. Algo que le sirve para conocer la forma de ser, ideas y aspiraciones del que es el personaje más importante (le gusto a uno o no) del siglo XX en España. Ese año fue fundamental. Le hirieron en Marruecos, ascendió, cortejó a la que sería su mujer y también tuvo su primera intervención antirrevolucionaria cuando dominó la huelga general de 1917 en la cuenca minera de Asturias. Franco era ya un hombre al que le parecía marcado un destino: la guerra y la contrarrevolución.

Y además, con una serie donde hace del uso del humor bandera, algo muy muy poco frecuente en un género con fama de estirado como el histórico…

Sí, creo que hacía falta. La novela histórica es uno de mis géneros favoritos, pero tiende a la solemnidad. Grandes personajes que viven grandes hechos con un tratamiento rígido y un tanto estereotipado. Los protagonistas son seres inmaculados, valientes, buenas personas que sólo piensan en hacer el bien. Uno llega a los más alto, pero no es ambicioso. Se pasa la vida guerreando, pero no le gusta la guerra. Es increíblemente rico, pero desprecia el dinero. Blanco es todo lo contrario: trepa, pelota, egoísta, cobarde… como muchos de esos personajes que tenemos mitificados.

Ya me ha dicho que el Harry Flashman de MacDonald Fraser es el gran referente en ese sentido, pero ¿es el único?

No, Jorge Blanco debe mucho a Harry Flashman, pero hay otras muchas influencias. Desde las delirantes novelas de detectives de Eduardo Mendoza a los héroes de la novela de aventuras, pasando por James Bond. Todos los que escribimos tenemos múltiples fuentes. Por ejemplo, MacDonald Fraser se inspiró en Pequeño gran hombre, de Thomar Berger, que cuenta la historia del viejo oeste de una manera desmitificadora y humorística.

¿Cómo se puede usar el humor al hablar de una guerra tan cruenta y, en realidad, tan capital para todo lo que pasaría después en España como Marruecos?

Los efectos de la guerra son tremendos, pero su desarrollo y protagonistas suelen ser bastante delirantes y risibles. El general Fernández Silvestre llevaba con orgullo unos bigotes dalininanos bastante ridículos. En las fotos de la época se ven oficiales como él, casi salidos de un cuadro napoleónico, comandando unas tropas que parecen mendigos. Dicen que la última orden que dio el general Silvestre a las tropas antes de suicidarse fue «corred que viene el coco». Algo risible, pero que tiene consecuencias trágicas porque muchos de esos hombres acabarían muertos. La tragedia y la comedia a menudo se entrecruzan es esta guerra que, tal y como dices, fue una guerra capital. No se puede entender la Guerra Civil sin la guerra de Marruecos. Todos los grandes protagonistas de la Guerra Civil de ambos bandos (Franco y Mola, pero también Miaja, Modesto o El Campesino) lucharon en Marruecos.

¿No le parece extraño que más allá de Barea y alguno más de la época, los novelistas actuales no le pongan más atención aquella guerra?

Llevas razón, en su momento fue muy importante, pero hoy en día está olvidada. En Madrid era una fiesta varios personajes hablan de escribir una novela sobre ella porque era un tema popular. De todas esas obras las únicas que se siguen leyendo son Imán de Ramón J. Sender y La forja de un rebelde de Barea. Blanco viene a decir que las novelas de Marruecos eran lo que hoy en día son las de la Guerra Civil: un hartazgo. El único autor actual que ha sacado esta guerra del olvido, gracias a su popularidad, es Lorenzo Silva.

En su novela hay una hibridación total de géneros literarios, la aventura, el humor, lo puramente histórico, la intriga policiaca en su segunda entrega que acaba de mencionar… ¿Sale solo o hay que medir bien cada ingrediente como si de un cóctel se tratara?

Tal y como dices es un cóctel. Mezclar varios ingredientes para que al público le agrade. Para mí es muy importante que el lector no se aburra, es más, si pasa un buen rato, aprende algo de historia y puedo sacarle una sonrisa, mucho mejor. Esa es la razón por la que introduzco aspectos de géneros literarios populares. Si uno lee los volúmenes de Jorge Blanco se encuentra con momentos que son de propios de novelas de aventuras, policíaca, de misterio o incluso de comedia romántica porque Blanco es un mujeriego. Todo ello unificado con algo tan importante como es el sentido del humor.

En las dos novelas salen un nutrido puñado de personajes reales. A la hora de tratarlos y convertirlos en sus personajes de ficción… ¿Mejor respeto o irreverencia?

Irreverencia, por supuesto. Algunos me han dicho que si odiaba a Unamuno, pero no, en su época le caía mal a todo el mundo. Era un tipo ególatra e insoportable. Algo que compartían con intelectuales como Juan Ramón Jiménez. Otras instituciones irrisorias son la Masonería, las organizaciones anarquistas (donde estaba Ramón J. Sender), los conspiradores republicanos (con Azaña o Fermín Galán), la Universidad o las tertulias literarias como el Café del Pombo. Las historias que cuento sobre esos personajes y esas instituciones son reales, aunque parezcan increíbles por lo cómicas. Especialmente me gustan personajes poco conocidos, pero de trayectoria entre lo cómico y lo surrealista como Carranque de Ríos, Emilio Carrere o Iván de Nogales.

¿Qué es lo más difícil de ponerse en los zapatos de estos personajes?

Documentarse, para hacerse una idea de cómo eran y cómo podían expresarse. Para ello he leído biografías, libros de historia, entrevistas, reportajes, artículos y libros de memorias. Algunos son muy divertidos como las memorias de Dalí y Buñuel, otros curiosos como los Diarios de Azaña. Pero la mayoría de las biografías caen en la hagiografía o en el ajuste de cuentas. Franco es un ejemplo de ambos. Hay libros de un tipo y de otro, según como venga la corriente. Jorge Blanco, con su inherente cinismo, estaría orgulloso de todos estos autores que escriben lo que deben en el momento adecuado.

El pasado suele tener fama de serio, de solemne, pero en Madrid era una fiesta vemos a grandes figuras de nuestra historia patria ligar, reír y alternar. ¿Es necesario también marcar ese rostro del pasado?

Por supuesto, tendemos a ver a los personajes históricos como estatuas greco-romanas, ellos arriba, con su porte digno, nosotros abajo, admirándolos. En su momento no era así. En esa novela narró historias poco edificantes que se contaban en su época sobre Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Azaña o el Doctor Negrín. Otros como Buñuel o Dalí eran jóvenes que habían ido a estudiar a Madrid, pero que parecían mucho más interesados en divertirse que en cualquier otra cosa. Lorca ni siquiera estudiaba, sólo le gustaban el ambiente cultural de Madrid. Para ellos, tal y como digo en el título, Mad.rid era una fiesta. A las fiestas no dejan pasar estatuas, sólo pueden hacerlo personas de carne y hueso.

Sus novelas parecen tener un concepto poderoso, ¿con grandes ideas así es más difícil llegar a concretarlas como novela? ¿o todo lo contrario, es más fácil?

Creo que hay que ser ambicioso, apuntar alto, la realidad ya se encarga de rebajar esas expectativas. El contar la primera parte de la historia de España durante el siglo XX introduciendo personajes históricos y relatando los hechos más destacados de una manera desmitificadora, amena y divertida es algo que no se ha hecho hasta ahora. Creo que hasta ahora lo voy consiguiendo.

¿Qué le ha influido más como novelista, su labor periodística, su amor al cine o a la Historia?

Todo ello, del periodismo me ha quedado un ritmo ágil y directo. Del cine una composición de la narración muy visual, cuando planeo las novelas las concibo casi como una película. Mi gusto por la historia, prestando mucha atención a los pequeños detalles, también está presente. La narración de Blanco se presenta como unas memorias de mi abuelo y son tan minuciosas que, a veces, los lectores me preguntan por él como si fuera un personaje real.

¿Sigue trabajando en la serie de Jorge Blanco o lo alterna con otras ficciones?

Ahora mismo he acabado la que será la tercera entrega, Héroes de la República. Tal vez la más desmitificadora y divertida de las tres. Si en Madrid era una fiesta Blanco vivía inmerso en el mundo intelectual años después su vida da un giro tras participar en la sublevación de Jaca junto a Fermín Galán, algo que le sumerge en el ambiente político de la época. No tengo que explicar que hay pocas cosas más risibles y disparatadas que el mundo político. Algo que Blanco aprovecha para narrarnos los primeros años de la República hasta la sublevación de la Generalidad en 1934. La República es hoy un régimen mitificado, pero si uno va a la prensa de la época lo que encuentra es lo que hay en cualquier periódico de hoy: incompetencia, corrupción, sectarismo y la Generalidad «en rebelión». Todo sucedió hace casi un siglo, todo es muy cercano.

¿Y después?

Tras acabar esta entrega estoy pensando en algo que no tenga nada que ver con Blanco, pero está todavía en fase de preparación.

Hace unos días algunos editores, la suya incluida, nos contaban que las series largas tienen un futuro complejo, ¿qué planes tiene usted para Blanco?

Para un editor la serie puede ser la gallina de los huevos de oro… siempre que funcione. A un lector le gusta reencontrarse con un personaje, una narrativa y unas situaciones que le son familiares. Eso sí, no creo que debe alargarse demasiado, porque el lector se acaba aburriendo. También puede ser una ruina si el público no responde. Espero sacar este año la tercera entrega, dependiendo de las ventas tomaré la decisión de proseguir la serie o cancelarla. Personalmente, me gustaría escribir alguna más.

Y ¿qué otros momentos históricos quiere mostrar a los lectores a través de los ojos de su personaje?

Como ya he dicho la saga de Blanco está pensada para contar los grandes hechos de la primera mitad del siglo XX. Además, de las publicadas debería haber una entrega sobre su actuación como infiltrado en la Barcelona del pistolerismo (1919), otra sobre la campaña de Marruecos (1921-24), una más sobre la Guerra Civil (1936-39) y una última sobre la División Azul (1941-42). Es decir, quedarían otros cuatro volúmenes. Todos ellos, como puedes ver, bastante guerreros.

Puedes seguirme en FacebookTwitter y Goodreads.

Si te ha gustado esta entrada, quizá te interese…

Los comentarios están cerrados.