Andrea Frediani: «Julio César era un genio, pero su ambición desmedida le llevó a ser asesinado»

Andrea Frediani, en Roma (LLORENÇ OSA / PLANETA)

Andrea Frediani (Roma, 1963) es una prueba más de que Julio César y la fascinación que genera sigue vigente en pleno siglo XXI. El arranque de su trilogía Dictator, centrada en el célebre líder romano, La sombra de Julio César (traducción de Juan Carlos Gentile Vitale, Espasa, 2022), es una gran apuesta del grupo Planeta, como demostró el viaje de prensa a Roma que la editorial organizó para presentar la novela.

Frediani no estará solo con Julio César: en estas semanas se lanzan, además, una biografía sobre el personaje (Julio César, de Patricia Southern, en Desperta Ferro) y otra novela, también arranque de una serie, Roma soy yo (Ediciones B) de Santiago Posteguillo. Del mismo modo, recientemente Planeta ha reeditado en bolsillo las cinco primeras novelas de la emblemática serie de la australiana Colleen McCullough Señores de Roma (El primer hombre de Roma, La corona de hierba, Favoritos de la fortuna, Las mujeres de Roma y César) donde el dictador tiene mucho protagonismo. La batalla, pues, está servida y, si los sellos apuestan, es que han detectado interés del público.

Frediani, historiador y ensayista, además de novelista, explica entre las ruinas de los foros de la antigua Roma que tarda «unos tres meses de encierro absoluto» en escribir sus novelas y lo justifica en el excelente libro de memorias de Stephen King, Mientras escribo. El historiador italiano atiende en Roma a XXSiglos y desmenuza las claves de esta novela y la trilogía (que continuará con El enemigo de Julio César y El triunfo de Julio César), su visión sobre el personaje histórico y sobre el género histórico.

Escribir sobre Julio César… ¿Qué se puede aportar a esta figura?

Cuando mi editor me lo propuso, dije que no. Muchos autores ya habían escrito sobre Julio César. Pero luego estuve pensando y me di cuenta que nadie había hablado sobre  su amistad con Tito Labieno, que le ayudó a vencer en las Galias y luego se convirtió en su peor enemigo. Lo fue hasta tal punto que Labieno se jura no abandonar la batalla hasta ver el cadáver de Julio César. Y cumpliría hasta morir él mismo en la batalla de Munda, en Hispania.

¿Es otra prueba de la imposibilidad de la amistad en el poder?

En realidad, es la ambición lo que impide la amistad.  Es algo común. César estaba convencido de su origen divino, se sentía superior a todos y eso le impedía entablar relaciones amistosas normales. Además, Tito Labieno era cliente suyo y, de alguna manera, servía y se servía de Julio César. Realmente, no sabemos por qué rompieron su relación, lo que pasó entre ellos, porque falta la parte de La Guerra de las Galias que debería haberlo contado. Pero estoy convencido que se debió a la ambición desmedida de Julio César. Eso mismo le llevó a ser asesinado.

Muestra en la novela cómo es la redacción de La Guerra de las Galias y cómo Julio César deforma la realidad en su beneficio, ¿un aviso sobre que hay que mantener una mirada crítica siempre ante las fuentes históricas?

Nuestra principal fuente sobre Julio César es él mismo. Y por eso, siempre hay que compararlo con otras fuentes, al menos si queremos acercarnos a la realidad. Por ejemplo, el contó que en Alesia luchó contra 300.000 galos y no debemos creerle. También obvia y esconde hechos infamantes de su carrera, como las acusaciones contra él de crímenes de guerra en las Galias. Pero de eso no dice ni una palabra.

Resulta interesante también el personaje del hijo de Tito Labieno. Quinto ¿fue real?

Existió realmente, pero realmente de Quinto sabemos muy poco, mucho menos que de su padre. Sabemos, eso sí, que fue violento y muy apasionado. Si esta trilogía tiene más éxito, haré una cuarta novela centrada en la vida de Quinto tras la muerte de César: llegó a fundar un Estado apoyado por los partos contra Roma. Es un personaje muy interesante, del que me gustaría escribir más.

La visión que ofrece de Julio César resulta compleja para un lector del siglo XXI, es fascinante y repulsivo… Es progresista, autocrático, asesino, manipulador…

Es como todos los grandes hombres que han cambiado la Historia. Como dice la famosa frase: si mata a un hombre es un asesino; si asesina a miles, un héroe o un caudillo. Fue el verdadero artífice del Imperio romano: aunque no llegara a ser emperador, le abrió el camino a Augusto. Era un demócrata, de izquierdas o progresista, diríamos hoy, pero también un autócrata. Era un populista, aunque en un sentido algo diferente al sentido que le damos hoy. Se sirvió del pueblo y ahondó la fractura entre pueblo y Senado.

Además, creció en un barrio humilde, en la Suburra…

Era un aristócrata, de una de las familias más antiguas de Roma. Vivía allí porque su familia llevaba años sin tener cargos importantes, ni dinero para hacer política. Habían caído en desgracia y, en Roma, sin dinero no tenías carrera política y sin cargos, no podías ganar dinero; era un círculo vicioso. Él creció en un barrio humilde y allí creó un vínculo con el pueblo que ningún aristócrata romano había logrado.

Andrea Frediani, ante los foros romanos (LLORENÇ OSA / PLANETA)

¿Hacemos bien en creernos tan similares a la antigua Roma?

Personalmente no me gusta comparar el tiempo pasado con el presente. Hay que considerar los hechos según las épocas. En la historia de Europa ha habido momentos de debilidad en las democracias y siempre se invoca la figura de un hombre fuerte. En el siglo XX tuvimos a Mussolini, en Italia, o Franco, en España, que trajeron guerras y conflictos. También pasó en Roma, pero Julio César salvó la civilización romana y logró que perdurara un milenio. Los romanos, cuando llegaron César y Augusto, llevaban cien años de guerras civiles y no podían más. Nosotros hoy no tenemos guerras civiles, afortunadamente, a parte de Ucrania.

Lo bélico y las batallas son parte importante de las novelas…

Soy polemólogo, un estudioso de la guerra. Cuando empecé a escribir novelas, llevaba muchos años escribiendo ensayos sobre historia militar. Mi primer ensayo, en 1997, era sobre lo asedios en Roma. Mi padre era militar y a mi me gustaba jugar con soldaditos. También he escrito ensayos sobre Julio César y su forma de combatir. Él era un genio, podría haber sido cualquier cosa y habría destacado, como decían sus propios enemigos, como Cicerón. Pero se hizo militar porque sabía que era lo mejor para crecer políticamente. Hay muchísima información sobre la guerra en su época. Él era un técnico de la guerra. César no inventa nada, porque la maquinaria de guerra romana estaba ya muy perfeccionada desde los tiempos de Escipión, pero él la hace más perfecta y más rápida.

¿Cómo trabaja la narración de esos momentos?

Hago lo mismo que cuando escribo una escena de sexo: imagino y escribo las imágenes que tengo en la mente. No he estado nunca en una situación de guerra, pero la he estudiado muchísimo. Y también he visto grandes películas de guerra desde que era niño como Lawrence de Arabia, La batalla de Midway, etc. También aprovecho una corriente de la historia militar reciente que mira la historia desde abajo y no solo desde los mandos. Son autores como John Keegan, que nos dan una visión muy realista y muy útil para los novelistas. Por ejemplo, Keegan explicaba que los campos de batalla de la antigua Grecia, donde combatían los hoplitas estaban llenos de heces porque, del miedo, se les soltaban las tripas y se mezclaban con el fango.

Como historiador, ¿qué le aporta escribir ficción?

Todo escritor sueña siempre con escribir novela. Cuando hice mi primera, 300, me presentaron a otro famoso autor, ensayista y periodista. Estábamos los dos en las listas de más vendidos del país y nos felicitamos, pero él me dijo: «Sí, pero tú lo has logrado con una novela». Siempre pensé que escribiría novela ya mayor, con más de 60 años, pero cuando mis editores me lo propusieron, dudé, pero ahora es lo que más disfruto. La ficción nos pone en contacto con nuestra capacidad para crear.

También llega a más público…

En la universidad doy clases sobre divulgación histórica y allí siempre les digo a los alumnos que nuestra labor es hacer la historia accesible. Debemos convencer a la gente que la historia es apasionante, que merece la pena. Y eso se hace de una manera diferente a cómo se trabaja en el mundo académico, que solo informa. Para eso también hay que tocar la esfera emocional, porque si te provoca alguna emoción, recuerdas. Y eso la novela lo hace muy bien, si está bien escrita te hace palpitar el corazón, te hace vivir el pasado. A los editores les gusta porque vende más, a mí, como autor, porque llego a más lectores… Y como historiador, pienso que a partir de ahí podrán profundizar más en la Historia.

¿Cuáles son sus autores de referencia en este género?

Por edad, crecí con una generación de novelistas históricos con obras muy bien documentadas y llenas de detalle, pero muy descriptivos y lentos. No llegaban a tanta gente. Luego la cosa cambió, con autores como Mika Waltari, autor de Sinhué, el egipcio, y Colleen McCullough, autora de la serie Señores de Roma, que disfruté muchísimos. Pero si una novela histórica me han influido y la considero como un referente es Los pilares de la tierra, de Ken Follet. Tiene los ejes que  creo que deben tener toda buena novela histórica: sexo, deslealtad y suspense.

Y a vosotros, ¿qué os parece esta novela? Y, ¿también os fascina Julio César?

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1 comentario

  1. Dice ser Gastón

    El artículo está plagado de errores ortográficos, hay que ir adivinando las palabras. revisar lo que publicaís.

    14 marzo 2022 | 13:25

Los comentarios están cerrados.