Esterilización, eutanasia y exterminio: el ensayo general del régimen nazi para la Solución Final

«En el mundo de la postguerra, Auschwitz ha llegado a simbolizar el genocidio en el siglo XX. Pero Auschwitz solo fue el último y más perfecto centro de exterminio nazi. Toda la empresa de matanza había comenzado en enero de 1940 con el asesinato de los seres humanos más indefensos, los pacientes con discapacidad internados en instituciones, se había ampliado en 1941 para incluir a los judíos y los gitanos, y en 1945 había costado la vida a no menos de 6 millones de hombres, mujeres y niños». Así termina el detallado y terrible Los orígenes del genocidio Nazi. De la eutanasia la solución final, del superviviente de Auschwitz Henry Friedlander publicado originalmente en 1995 y que acaba de ser editado por primera vez en España (por Ediciones Cinca y con traducción de Borja Folch).

Dolorosamente claro, lleno de documentación e historias, el libro de este judío berlinés, que perdió a su madre en Birkenau, muestra claramente un proceso de formación y ensayo del régimen nazi que culmina en la Solución Final. Friedlander sitúa en los terribles programas de la Aktion T4 de esterilización y eutanasia el arranque del Holocausto.

Friedlander (fallecido en 2012) abogó por incluir en el memorial de damnificados junto a los judíos a otros colectivos masacrados por el Tercer Reich y su obra es buena prueba de esa intención: no da tanto peso a los judíos, ampliamente tratados por la historiografía, y en sus páginas se centra más en las personas con discapacidad, los gitanos o de colectivos prácticamente invisibilizados como los alemanes de origen africano.

Con minuciosidad, este historiador berlinés hila una madeja que comienza con programas de «higienización racial» para esterilizar a personas con discapacidad (desde retrasos metales hasta esquizofrenia, ceguera, sordera, baile de san vito o alcoholismo) que llegaron a sumar casi 170.000 operaciones en tres años, 1934, 1935 y 1936.

Un autobús Gekrat (‘Ambulancia caritativa’) de los utilizados por el departamento de transporte del T-4 (Gemeinnützige Krankentransport GmbH).

Y aunque Friedlander recoge casos en los que miembros del partido nazi lograron salvar a hijos y familiares en esa situación, los hubo a los que ni portar una esvástica los salvó. Como el militante del partido, afiliado a las Juventudes Hitlerianas desde 1930 cuando contaba 16 años, Johannes Schmidt que tras ser internado en 1938 por esquizofrenia fue condenado a esterilización por el tribunal de Salud Hereditaria. Schmidt trató de huir, pero fue atrapado por la policía y se cumplió la sentencia. Regresó a su trabajo y continúo afiliado al partido.

Tras este primer paso, llegó un programa de eutanasia para niños con discapacidad aprobado directamente por Hitler. Se llegaron a crear pabellones infantiles de eutanasia forzada. A los niños se los eliminaba preferiblemente con fármacos, pero también se dieron casos de muerte por inanición.

Cartel de 1937 de la revista mensual Neues Volk de la Oficina de Políticas Raciales del NSDAP que pretende justificar el exterminio de las personas discapacitadas. En él se dice: «Esta persona que padece una enfermedad hereditaria le cuesta a la comunidad nacional 60.000 Reichsmarks de por vida. Camarada, ese es tu dinero también».

En paralelo a ese proceso, también se comenzó a masacrar a adultos con discapacidad y aquí ya se empezaron a ver elementos que serían reconocibles en la Solución Final como las cámaras de gas o centros de exterminio camuflados como instituciones hospitalarias. Estos programas se fueron ampliando y se fueron incluyendo más grupos, como los gitanos y finalmente los judíos.

El relato de Friedlander es cristalino y aterrador. Con una frialdad letal, el régimen nazi fue iniciado y perfeccionando una maquinaria de exterminio que fue implicando a miles de médicos, profesionales sanitarios y científicos. Visibiliza a ese colectivo de víctimas del horror nazi tan frecuentemente olvidado como fueron las personas con discapacidad y dota de contexto y explicación un horror insuperable que no surgió espontáneamente de la nada.

Apelando a falsos criterios científicos, el régimen nazi ordenó la muerte de cientos de miles, de millones de personas, entre ellos unos 70.000 alemanes con discapacidad. Pero esa fachada pseudo científica solo escondía delirios racistas, la terrible clasificación de «indignos de la vida» y, en muchas ocasiones, sangrientos criterios económicos, pues el no ser productivo era una poderosa razón justificadora.

Los responsables de la T4 y los programas de eugenesia, como Viktor Brack y Karl Brandt fueron reos en el llamado juicio de los médicos de Núremberg, tras la guerra, condenados a muerte y ejecutados.

Los orígenes del genocidio nazi se convierte así en una obra clarificadora y esencial para comprender el Holocausto y para abrir el foco y ver el mayor infierno del siglo XX con mejor perspectiva, con mayor profundidad. Fijándonos más en los múltiples colectivos que lo sufrieron.

Además, ofrece una interesante reflexión sobre cómo los nazis utilizaron palabras como «eutanasia» o «muerte por misericordia» como burdos eufemismos para, tras términos con solera científica o moral, esconder asesinatos masivos y no con el significado que nosotros le damos en la actualidad. Y es una reflexión importante que debemos tener en cuenta hoy.

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2 comentarios

  1. Dice ser ARKERO 1967

    Fijate que casualidad eutanisia, como la ley aprobada por este desgobierno. Se acusa una y otra vez al criminal nazismo, que en su ideologia de odio se asemeja a algunas que fomentan algunos partidos politicos, sin embargo se calla una y otra vez, los millones de vidas que se han llevado por delante el Comunismo en sus mas diferentes despliegues en la Historia, sóo or no pensar igual. Reflexionemos y no repitamos la Historia, cosa que estmos haciendo ahora mismo

    23 junio 2021 | 10:13

  2. Dice ser The_Red_Guy

    ¿Ya apareció el que comenta «pero los comuni$tas fueron peores»?

    23 junio 2021 | 13:38

Los comentarios están cerrados.