La gran masacre de perros y gatos: cuando el Gobierno provocó que los británicos sacrificaran en masa a sus mascotas por temor a los nazis

National Archives and Records Administration, catalogado bajo el identificador ARC (National Archives Identifier) / WIKIPEDIA

Ocurrió en 1939. El Gobierno británico, ante la inminente entrada en guerra con la Alemania nazi y esperando una brutal campaña de bombardeos contra el país -que ocurriría-, realizó una serie de recomendaciones a sus ciudadanos. El Comité Nacional de Animales para la Prevención de Ataques Aéreos (NARPAC, en sus siglas en inglés) publicó unos panfletos informativos titulados Consejo para propietarios de animales en los que se podía leer: «Si no puedes colocarlos al cuidado de los vecinos, realmente lo más caritativo es hacer que los sacrifiquen». El pasquín contenía el anuncio de una pequeña pistola de perno.

Llevados por la histeria prebélica, cientos de miles de británicos siguieron las recomendaciones del Gobierno, a pesar de algunos movimientos contrarios, y sacaron de sus vidas a sus mascotas. Lo hicieron ellos mismos o saturaron las clínicas veterinarias. Cuando cayeron las primeras bombas sobre Londres, se produjo otra oleada de sacrificios. Algunos cálculos apuntan a que murieron entre 500.000 y 750.000. Tiempo después, muchos de ellos lamentarían haber acabado con sus compañeros y culparon al Gobierno.

Monumento a los animales en la guerra en Londres FOTO;: Iridescenti / WIKIMEDIA

Muchas décadas después el escritor jienense Emilio Lara, premio Andalucía de la Crítica de Novela y Edhasa de Narrativas Históricas, leyó esta historia en el suplemento dominical de un periódico y descubrió su última ficción, Centinela de los sueños (Edhasa, 2021). Defensor de una «novela histórica de emociones», a Lara le fascinó aquel inútil sacrificio «hecho por amor». «Aquellas personas, en la histeria del momento, mataron a sus mascotas por amor, porque pensaban que no podrían alimentarlas ni cuidarlas durante los bombardeos», explica.

Lara, que asegura que «ha tenido muchos perros», rememora cuando tuvo un fox terrier llamado Guido, epiléptico, y tuvieron que sacrificarlo. «Recuerdo a mi padre, que era castellano viejo, llorando sobre el volante», rememora.

Con esos mimbres emocionales e históricos, Lara compone una historia que mezcla, con aquella dantesca matanza animal, la Casa Real británica, el mundo del periodismo y del espionaje y el de la infancia en guerra. Un emocionante viaje al Londres del Blitz siguiendo los pasos de un fox terrier llamado Duncan, su joven amo, Jimmy, su padre y a una periodista que recuerda indudablemente a la actriz Maureen O’Hara.

«Novela de mujeres» -porque «retrata un tiempo donde las mujeres pasaron, por la guerra, un importante primer plano, en las fábricas, como descifradoras de códigos, etc.»- y de «reivindicación del periodismo en tiempos difíciles», según su autor, asegura que su ficción «habla del presente a través del pasado», y no «al revés, como las malas novelas históricas». Y en su ficción, salen espías, periodistas y hasta la familia real británica, tan de moda por su brillante retrato en la serie The Crown, con buenos y malos ejemplos de dignidad y realeza.

EFE/Andreu Dalmau.

Lara se define «lector omnívoro», que devora todo tipo de literatura, pero Centinela de los sueños exuda cine por sus cuatro costados. Cine clásico, del cine de John Ford o de aquellas pequeñas grandes películas británicas sobre cómo vivió su población la Segunda Guerra Mundial de los 40 y 50. Añade el autor otros referentes más actuales como Clint Eastwood o Ridley Scott y otros muy cercanos como The Crown o El discurso del rey.

Y en esa lucha entre modernidad y clasicismo, avanza una novela sobre la amistad y la lealtad en tiempos de guerra. En unas semanas os contaré mi opinión sobre ella.

¡Buenas lecturas!

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