Juan Francisco Ferrándiz: «En el siglo XII supimos hacia dónde caminar para lograr una sociedad justa»

Juan Francisco Ferrándiz

¿Una novela histórica cuyo eje sea el Derecho? Podría pensar cualquiera que el asunto puede salir mal, que puede causar rechazo o aburrimiento… Pero lo cierto es que el novelista y abogado Juan Francisco Ferrándiz ha logrado combinar ese elemento con la novela histórica más aventurera e intrigante para construir El juicio del agua (Grijalbo, 2021). En esta ficción, su cuarta novela histórica, le consolida como uno de los autores más sólidos y con mayor crecimiento del género en España y logra convertir la fundamental recuperación del Derecho Romano durante la Edad Media en algo tan apasionante como la búsqueda de la ciencia médica de la celebrada El Médico, de Noah Gordon.

Se nota que Ferrándiz ha unido en esta obra sus dos grandes pasiones y se muestra convencido del cambio fundamental en la historia que narra.  «El pensamiento occidental se construye sobre la Biblia, la filosofía griega y el Corpus Iuris Civilis«, asegura y explica que esa recuperación del Derecho en el siglo XII provocó «un renacimiento»: «Como ocurre hoy, solo si una sociedad logra paz y seguridad jurídica, logra prosperar. Lo siento por los antisistema, pero ni una sola vez ha funcionado lo contrario. Solo hay que leer».

¿Es esta la novela histórica que todo abogado metido a novelista querría escribir?

Hay bastantes juristas que escriben novela, pero mezclar novela histórica con Justicia y Derecho es más escaso. Será por algo supongo, quizás por el miedo a espantar a los lectores, pero hay veces que sientes que vale la pena hacer el esfuerzo y si lo haces bien, con una trama ágil y usando estructuras narrativas modernas, el resultado puede ser mucho más interesante de lo que podría parecer al principio y con algo adicional: originalidad, pues no está tan trillado como otras temáticas. Tuve muchas dudas, pero me he arriesgado y de momento a los lectores les está gustando.

¿Cuándo supo que tenía que escribir esta novela? ¿Cuánto ha tardado desde aquella idea primigenia hasta su publicación?

Mientras me documentaba para mi anterior novela La tierra maldita (siglo IX) advertí que los siglos siguientes fueron duros para los territorios de la Cataluña Vieja (Girona, Barcelona, Urgell…). De hecho, acuden medievalistas de toda Europa para estudiar lo que pasó. De manera progresiva los payeses se rebajan a siervos de la gleba, desaparecen casi los tribunales pues los barones desprecian la justicia del conde, se instauran los “malos usos”, aumentan las quejas por los continuos saqueos de caballeros sobre masías, aldeas… La “Paz y Tregua” instaurada por la Iglesia ya no basta… Entonces, a finales del siglo XII, aparece un destello de cambio, una nueva manera de impartir Justicia que arroja algo de esperanza entre los más desfavorecidos. Desempolvé viejos libros de la carrera y busqué mucho más. Cuando entendí lo que sucedió supe que tenía que contarlo de la manera más emocionante que pudiera. Han pasado cuatro años, aunque con mucha más intensidad los dos últimos.

Cuando la imaginó, ¿no temió que fuera una especie de misión imposible crear una novela de aventuras y emociones, para el gran público, con el trasfondo del derecho?

Sí, efectivamente, y a medida que profundizaba comprendía por qué era un tema totalmente inédito en la novela histórica, y no sólo en España, creo. Me costó muchos borradores tejer la vida del protagonista; necesitaba giros, sorpresas, secretos, conspiraciones, sexo, descubrimientos, y que todo girara en torno a ese logro de la humanidad tan trascendental. Lo que me dio el espaldarazo definitivo fue el entusiasmo de mi editora, Ana Liarás, cuando le expliqué en qué estaba trabajando. Ella intuyó la originalidad del tema, su atractivo y, además, su enganche con la actualidad, pues lo que se cuenta en El juicio del agua aún rige nuestras vidas.

¿Qué supuso la recuperación del Derecho Romano en la Edad Media?

Supuso para la humanidad recordar verdades como que la Justicia “es dar a cada uno lo suyo”; que nadie está por encima de la ley, ni siquiera el rey (emperador); que la libertad es cosa inestimable… Son principios que aún hoy nos protegen del abuso de poder.

Tras la caída del imperio romano acabaron olvidados. El rey, el señor feudal y el abad eran la ley. Los dilemas se confiaban al capricho de Dios mediante batallas y ordalías (duelos, sostener un hierro candente, meter el brazo el agua hirviendo, lanzar a dos niños al agua y ver cuál se hundía…). Se cree que sólo lo hacía la Inquisición con las brujas, pero está en las leyes ordinarias, como los Usatges de Barcelona o el fuero de Jaca. Sólo interesaba la elección de Dios y no quién tenía la verdad. La Justicia había perdido su significado y lo más impactante es que nadie lo recordaba. Para aquella gente sometida a la voluntad de Dios y a las armas era lo normal.

La recuperación del derecho romano está envuelta en leyendas y cierto misterio. Lo cierto es que cuando en el siglo XII comenzó a irradiar su influencia, trajo un renacimiento. Como ocurre hoy, solo si una sociedad logra paz y seguridad jurídica, logra prosperar. Lo siento por los antisistema, pero ni una sola vez ha funcionado lo contrario. Solo hay que leer.

La novela arranca con un capítulo brutal, con un Juicio de Dios que no es como la gran mayoría de lectores podría imaginarse…

La novela se llama El juicio del agua por evocar el instante que sellará el destino de los personajes. Históricamente, se llamaba albats a la prueba de sumergir a dos niños y el que se hundía era el elegido por Dios. Aparecen casos documentados. Escogí el castillo de Olèrdola por la impresionante cisterna romana excavada en la roca viva, en medio de una explanada. Era visitarla y no poder dejar de imaginar la escena en toda su potencia.

Tras ese comienzo crucial, a la familia de payeses llamada Tramontana el destino le ofrece tres opciones: la sumisión, la venganza o la huida. Sin embargo a finales del siglo XII la humanidad está lista para un nuevo camino y esa es la historia del joven Robert el Condenado.

Barcelona, León, Bolonia… Es una novela viajera, ¿por qué?

¿Os acordáis de El médico de Noah Gordon? Viaja en pos de una ciencia médica cada vez mejor, pues bien, así veía yo al protagonista pues estaban pasando cosas importantes en muchos lugares a finales del siglo XII. Robert, impulsado por las circunstancias, irá descubriendo que la Justicia que él hubiera querido para su familia sí existe, pero deberá buscarla. En sus viajes conocerá escuelas jurídicas, personajes y maestros que custodian principios que pueden dar una oportunidad a los más débiles. También poderosos adversarios.

Se representan los primeros pasos hacia la igualdad, tímidos aún, pero claves. Seguimos sin haber logrado una sociedad justa, pero en el siglo XII supimos hacia dónde caminar para lograrlo. No haberlo conseguido en ocho siglos dice bastante de la condición humana.

En la novela también vemos la situación de las mujeres en la época, ¿era de justicia, en estos tiempos, fijarse y llamar la atención sobre este tema?

Apenas investigas un poco aparecen como parte de la Historia. Su relevancia en las novelas ambientadas en aquella época no tiene nada de reivindicativo ni presentista, pues estaban presentes y activas. En el siglo XII tenían mucha más capacidad jurídica y de acción que en el siglo XV y XVI.

Aunque El juicio del agua lo narra Robert de Tramontana en primera persona, la trama se ve impulsada por mujeres y las veremos en numerosos roles. Las que eran nobles a veces presidían los tribunales de sus dominios y de ahí sale un personaje clave en la novela, Novella Gozzadini, que evoca a un personaje histórico, Bettisia Gozzadini que en la primera mitad del siglo XIII estudia leyes y llega a impartir clases en Bolonia.

Sin duda no era frecuente, pero la estadística no debe limitar la creación literaria.

A la hora de escribir novelas, ¿qué le influye más a Juan Francisco Ferrándiz: otras novelas, la historiografía, las series de TV, el cine…?

Todo, pues lo que más valoro es que me cuenten una historia y tales formatos ya no son compartimentos estancos. Los recursos para mantener la tensión y el ritmo se comparten.

De hecho, para mí ya existe un metalenguaje que bebe de ese abrevadero multimedia que todos compartimos, lo que facilita la comunicación entre el creador y el receptor de historias, pues ya tenemos asumidos muchos códigos. Podemos proponer escenas sin apenas descripción, pues sabemos que el lector las imaginará con detalle al haber visto algo semejante quizás en el cine.

Y solo es el principio, pues se acerca la realidad virtual…

No me lo había planteado, pero visto así creo que El juicio del agua tiene ingredientes de novela clásica de aventuras, con dosis de thriller, es también relato de viajes y documental de historia. Además se acerca al formato serie de TV por el encadenamiento de situaciones que concluyen para pasar a la siguiente y, por supuesto, el cine, que ha puesto imágenes icónicas en la imaginación de todos y que salen al paso al leer.

No hay duda que el Derecho, las leyes son fundamentales en la vida, ¿por qué entonces cuando se habla y se escribe de Historia (a excepción del ámbito académico) se le da tan poca importancia? ¿Por qué hay tan pocas novelas históricas que destaquen en este ámbito?

Eso que dices lo he leído yo en forma de lamento en más de un trabajo de Historia del Derecho. Es una temática clave, pero apenas se toca en los tratados generalistas. Los historiadores no especializados evitan ese “charco”, quizás por prudencia, y los novelistas aún más. A base de no aparecer ha quedado como algo secundario y, en realidad, el pensamiento occidental se construye sobre la Biblia, la filosofía griega y el Corpus Iuris Civilis.

Yo también tuve mis dudas y era consciente del rechazo que podía causar de buenas a primeras en el lector, pero si lograba crear una historia potente aportaría una temática original en la trillada ficción histórica. He puesto toda mi energía en ello y el lector juzgara, por supuesto.

El Juicio del agua no es una historia universal dejada caer en el siglo XII. Su argumento tiene un objetivo y nos descubre algo que, como diría un eslogan de novela esotérica, “sacudirá los cimientos del mundo conocido”, sólo que esa vez fue de verdad. Es el embrión de los Derechos Humanos.

¿Ha pensado en seguir haciendo novelas con este tema de fondo y convertirse en el John Grisham de la novela histórica?

El género de tribunales, juicios, abogados, etc. tiene mucho éxito sobre todo en el mundo anglosajón, y aquí cada vez hay más ejemplos. En cuanto a su mezcla con la novela histórica, hay menos pero también existen y muy interesantes. Para mí ha sido toda una experiencia narrar con esa combinación. En la novela asistimos a juicios, al pulso de los poderosos y a situaciones complicadas a las que el derecho sale al paso dando un vuelco a todo, y eso mantiene el interés. Sin duda es interesante mezclar el género histórico con los giros y sorpresas del género judicial. ¿Y los lectores? ¿qué tienen que decir? Esa es la cuestión fundamental, pienso.

Si os ha gustado, Javier Velasco y Pedro Pablo Uceda analizaron esta novela en este podcast del Certamen de Novela Histórica de Úbeda.

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