Jorge Molist recupera la olvidada épica medieval del Mediterráneo: «Somos gente de ese mar»

Jorge Molist (foto: Asis Ayerbe / cedida por Planeta)

Jorge Molist (Barcelona, 1951) es uno de los novelistas históricos de éxito en España y lo ha logrado sin demasiado ruido mediático y con un puñado de grandes y aventureras ficciones que han cautivado a una legión de lectores: Prométeme que serás libre, La reina oculta… Hace tres años se alzó con el premio Fernando Lara con Canción de oro y sangre (Planeta, 2018) donde narró los avatares que condujeron al enlace entre Constanza II de Sicilia y Pedro III de Aragón. En este 2021, Molist ha regresado a las librerías con La reina sola (Planeta, 2021) donde retoma a aquellos personajes donde los dejó y los lleva a un tour de force por el Mediterráneo medieval lleno de intrigas, traiciones y batallas.

¿Es una secuela esta nueva obra? Molist lo niega: «Son novelas independientes», explica, «aunque coincidan los protagonistas, no es necesario haber leído la anterior. No soy de escribir sagas, quiero que mis novelas se defiendan solas».

Hay en estas novelas una reivindicación de un tiempo, una cultura y unos roles. Estos últimos son los de las mujeres de la Edad Media, como la gran protagonista de la función Constanza II de Sicilia. «Llega a Sicilia recién coronada, sin experiencia ni nadie conocido», relata el autor, «y su marido se va por un duelo de honor, porque era un caballero de manual, y la deja al frente del reino inmerso en una guerra civil y con un enfrentamiento contra los mayores poderes de la época: el papado, el rey de Francia… Pero ella afronta su destino y da la talla». Ella es, claro, la reina sola del título.

No es la única mujer de poder que aparece en la novela. «Su antagonista, Macalda de Scaletta, también es fascinante y es una prueba de que el poder es relativo, que no solo te lo da una corona: ella mataba franceses con sus manos, era seductora…»

La época que reivindica Molist es esa Edad Media luminosa y llena de cultura, alejada de tópicos oscurantistas. «Ten en cuenta», me explica este escritor, «que hubo un Renacimiento antes del propio Renacimiento y fue en esta época de la novela: una época de trovadores, de cultura y música. Y que terminó con una cruzada realizada contra los enemigos de Francia, que fue terrible, que privó a Aragón de sus territorios al norte de los Pirineos y que borró parte de ese legado cultural».

Y la tercera reivindicación de esta ficción es un espacio: el Mediterráneo. «Debemos mirar hacia el Mediterráneo: somos gente de ese mar en cuanto a temperamento, cultura e Historia«, afirma seguro Molist. «Ha dejado de ser el centro del mundo, pero tenemos que privilegiar esos valores y conceptos, esa forma de ser, que hemos aprendido durante siglos». Y rememora que «aunque ahora valoramos la dieta Mediterránea, hace muchos trabajaba en EE UU vendiendo aceite de oliva y nos decían que era malo para la salud. Hemos dado valor a nuestra cultura y yo creo que aporto mi grano de arena desenterrado estos personajes, que desconocemos y que nos hacen sentirnos orgullosos de nuestro pasado».

Porque, defiende Molist, sus personajes y hechos «han sido olvidados y es una pena». «Leía a un historiador tan brillante como Steven Runciman, en Las vísperas sicilianas, y me decía: ¡Cómo este inglés me está contando esta parte de la historia de España que no conozco y que me parece tan apasionante como Juego de Tronos«, recuerda entregado. «En ese libro, te dice que Ricardo Corazón de León, al que todos conocemos, fue un rey horrible y de Constanza y Pedro habla maravillas», explica.

Imagen parecida a la que recogió un testigo de aquella época, Dante Alighieri, en su Divina Comedia. «Un personaje como Pedro III, al que ignoramos en España, es el único español en aparecer en la Divina Comedia y para su autor atesoraba todas las virtudes», afirma Molist.

Y en torno a esas ideas, Molist teje como buen artesano de la ficción que es una novela de aventuras con traiciones, almogávares, batallas navales e intrigas… «Doy prioridad a que sea buena novela, a que el lector se lo pase bien, se enganche y aprecie a los protagonistas», confiesa, aunque reconoce que, «una cosa es novela y otra Historia», el realismo histórico es «una obsesión» para él y esconde «muchos años de investigación». «Me gustaría que los lectores digan que se lo han pasado bien y que han aprendido algo. Que funcionen las dos cosas, pero sobre todo la primera. Que mi novela no aburra», resume.

Porque Molist es un entregado a su género y a sus historias de aventuras. Piensa este escritor barcelonés, que «por descontado hay necesidad de novelas de aventuras en esos tiempos pandémicos»: «Crecí en el Raval de Barcelona, y era un barrio conflictivo en el que la Biblioteca Municipal me permitía entrar en un mundo de maravillas de la mano de Tintín, Verne, Salgari… Ahora más que nunca, pero en realidad las necesitamos siempre: te proporcionan más vidas que la propia. A veces cuando veo las noticias y no me gustan, me voy al siglo XIII».

Hablando de bibliotecas no queda más remedio que preguntarle por esos autores que lo marcaron como escritor. Y Molist, se moja: «Soy más de obras que de autores: para mí El nombre de la rosa es un paradigma de la novela histórica. Y disfruté mucho de Los pilares de la tierra, de Ken Follet».

Molist acompaña a su reina solitaria, como uno de los reyes del género en español.

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