Juan Torres Zalba: «La Roma republicana no era una democracia real por mucho que el pueblo votase»

El abogado y escritor Juan Torres Zalba.

Carthago delenda est. La famosa locución latina atribuida a Catón el viejo acompaña irrevocablemente a la destrucción del que, antaño, fuera gran enemigo de la Roma Republicana, Cartago. Un momento histórico apasionante, con muchos matices, lecturas y momentos oscuros y brillantes. Bien merece una novela. O varias. Con su segunda novela, el abogado pamplonés Juan Torres Zalba se ha lanzado a novelar aquel momento capital. El primer senador de Roma (Esfera de los Libros, 2020) es una de esas grandes -por intención, por extensión- novelas históricas romanas que lo ponen en la tradición de los autores que gustan a este escritor -Posteguillo y Colleen McCullough-. Y precisamente algunos ya comparan a Torres con el primer Posteguillo, aquel de la trilogía de Escipión.

¿Por qué eligió la tercera Guerra Púnica como tema histórico para esta novela?

La elección fue en realidad un poco indirecta. Inicialmente quería afrontar la crisis de los hermanos Graco, pero no tenía claro dónde abordar la narración. Echando poco a poco la vista atrás en los acontecimientos históricos me pareció finalmente que el momento más oportuno era comenzarla con la muerte del padre de los Graco, y a partir de ahí fue todo rodado. Descubrí los últimos años de Catón, la irrupción de Escipión Emiliano, la digna elegancia de Cornelia Africana, las intrigas de los personajes cartagineses y númidas (algo grotescos, pero de gran fuerza), etc., años, en definitiva, increíbles para novelar que me encandilaron por el nivel de los personajes y la potencia social, política, bélica, etc., de un momento en el que el Senado decide, de forma un tanto artera, destruir Cartago.

Parece tratar de construir no solo un relato bélico y político de la época, sino una especie de retrato amplio del momento, un mosaico de toda aquella época, ¿cómo seleccionó las teselas que debían componerlo?

Es verdad que no me gusta centrarme solo en lo político y en lo bélico, y que en mi caso me entusiasma la ambientación. Cuando leo novela histórica me gusta aprender cómo era la época en términos generales y trato de hacer lo mismo al escribir, pero no hay un plan preconcebido de selección de esas teselas. En realidad, van surgiendo conforme escribo. Es como la abuela o la madre cocinera a las que le preguntas cómo se cocina un plato y nunca te dicen cuánto hay que echar de cada ingrediente y lo resumen con el típico “lo que te vaya pidiendo”. Pues un poco parecido, aunque, claro, siempre teniendo en cuenta que tiene que haber detrás mucho estudio de documentación.

La Roma republicana, se suele decir, que guarda tantas similitudes como diferencias como la política democrática actual, para Juan Torres, ¿es más parecida o más diferente?

Creo que la Roma republicana guarda semejanzas con la política democrática actual, aunque solo desde un punto de vista estructural o de sistema que de fondo. Si se rasca un poco, aparecen las diferencias. La Roma republicana no era una democracia real por mucho que el pueblo votase en asambleas. Hubiera o no elecciones, quien gobernaba y tomaba las decisiones importantes era la oligarquía constituida por las grandes familias senatoriales. Incluso los tribunos de la plebe, iniciales defensores del pueblo con plena capacidad de veto, fueron convirtiéndose en un instrumento más del Senado. Es cierto que su sistema político comparte conceptos y figuras con la actualidad (la república como forma de gobierno, el senado –equivalente más o menos a un parlamento-, los magistrados, etc.), pero no debe llevarnos a engaño. Roma no era una verdadera democracia, y en el momento en el que se rompió el equilibrio o solidaridad entre la clase senatorial romana comenzó a venirse abajo todo el sistema político. Me parece que en la Roma antigua hablar de república puede identificarse mejor con la ausencia de un rey y la limitación de poder de los magistrados mediante sistemas de colegios y vetos mutuos, y no tanto con el concepto democracia.

Si es tan similar, ¿el final de la República romana no nos pone ante un horizonte bastante oscuro? 

Creo que lo que sucedió realmente en la última etapa de la Roma republicana es que dejaron de respetarse las costumbres y las leyes al albur de una ambición personal galopante. Es decir, de alguna forma hubo una pérdida de valores y principios tradicionales (austeridad, cultura del esfuerzo, respeto a la palabra dada, integridad, etc.) y un ansia de poder inmensos que desestabilizó todo el sistema. En este contexto surgen las formas distintas de entender Roma y la politización interesada del pueblo, todo polarizado tras los Graco entre populares y optimates (aunque el germen ya lo encontramos en la época de mi novela). Si ahora llegara a ocurrir algo parecido puede en efecto que el futuro no fuera muy halagüeño en tanto que no parece que ningún desequilibrio lo sea, pero no tengo una respuesta sobre una mayor o menos oscuridad. Sí que me parece que ni el escenario es el mismo ni nuestra sociedad en este caso es como la romana.

El fin la república romana y el salto al imperio, ¿fue un hecho negativo o positivo?

Seguramente es una pregunta para formularla a quienes lo vivieron. Pero como no es posible, si lo analizamos con nuestros ojos (creo que es un error juzgar el pasado con nuestros ojos) es claro que fue negativo en tanto que eliminó un sistema que, sin ser democrático, sí permitía una alternancia y diversidad en el poder. No obstante, al menos durante un tiempo, también es verdad que el imperio puso fin a las perpetuas guerras civiles y a los terribles baños de sangre de la última centuria republicana, trayendo una etapa de tranquilidad y orden (impuesto, bien es verdad).

¿La historia antigua nos puede mandar mensajes a los lectores del siglo XXI sobre la realidad en la que vivimos?

Sin duda, creo que la historia se repite constantemente. Los humanos somos como somos, e innovamos poco.

¿La novela histórica tiene intencionalidad y compromiso político real o es un juego de reconstrucción del pasado, una mera evasión viajando al pasado?

En mi caso es una simple evasión viajando al pasado, pero es inevitable hacer comparativas o sacar conclusiones tras su lectura. No obstante, no tengo ninguna intencionalidad política actual, porque entonces dejaría de ser una novela histórica. Los personajes tienen que ser coherentes con el contexto que les tocó vivir, no con el nuestro. Me limito a novelar la historia.

Que es lo que puede caracterizar la recreación que hace Juan Torres de la Roma republicana que la de otros muchos novelistas que han tratado aquellos momentos -aunque quizá no tantos este momento concreto de la tercera guerra púnica-?

Tal vez me pueda caracterizar la humanización de los personajes (no me gusta hacer superhéroes, sino personas con sus aristas) y la ambientación, y todo ello sin descuidar el ritmo y la variedad de escenarios y tramas.

¿Cómo ha sido su trabajo a la hora de equilibrar el rigor histórico con la parte emocional y ficticia que toda novela debe tener?

Como he comentado en la respuesta anterior, me gusta humanizar mucho a los personajes, hacerlos personas normales que, si bien es cierto que tienen una enorme ambición política y un altísimo nivel, también sufren, tienen familias, se equivocan, etc. Es precisamente esta humanización la que a mí me lleva a equilibrar (o al menos lo intento) el rigor histórico con lo emocional y lo ficticio. La Historia la hacen las personas y sus emociones.

Cuando aparecen los Escipiones, aunque no sean los mismos ni la misma época, no hay presión de que se le compare con Santiago Posteguillo, que quizá haya sido el autor que haya mostrado que los autores españoles que escriben sobre la Antigua Roma son tan buenos y exitosos como sus homólogos internacionales?

La verdad es que no, no siento esa presión. Lógicamente no se me habría ocurrido escribir sobre una época ya narrada por el magnífico Santiago Posteguillo, pero no me comparo ni me puedo comparar con él. Es cierto que me dicen que El primer senador de Roma es un poco ese estilo, en el sentido de que es una novela extensa y con personajes y acontecimientos históricos de primer nivel, pero cuando escribo no pienso que me puedan comparar con nadie, ni busco comparativas. Trato de hacerlo de la mejor manera que sé para divertirme y divertir.

¿De dónde viene su pasión por la novela histórica? ¿no le vendrá por haber estudiado derecho romano como parte de su formación como abogado?

La pasión me viene por mi propia pasión de la Historia, sobre todo de la Historia antigua. Desde muy pequeño me apasiona el mundo romano, y más bien al revés, me encantaba el Derecho Romano porque me encantaba Roma.

¿Somos tan romanos, tan hijos directos de aquella época, como a veces se dice?

Pienso rotundamente que sí. Ahí están nuestra lengua, nuestros gestos, nuestro derecho, nuestras instituciones, nuestras formas de organización administrativa, nuestros ritos religiosos (heredados muchos de ellos de los romanos), nuestro arte… Creo de hecho que seguimos siendo romanos.

¿Cuáles son sus referencias en torno a la ficción ambientada en la antigua Roma?

Humildemente, a mi manera y haciéndolo como mejor puedo, Colleen McCullough y Santiago Posteguillo. Me encanta ese tipo de gran novela histórica.

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