Javier Lorenzo: «Las redes sociales son hoy la mayor amenaza para la libertad y la creatividad»

El escritor Javier Lorenzo (Cedida)

Sancho Martín, un caballero de la Península Ibérica, fue un cruzado real que en la tercera de aquellas expediciones, vestido de verde y con un extraño yelmo, derrotó dos veces a Saladino y se entrevistó con él. Uno de esos enigmáticos personajes de la Historia de la que apenas nos queda un par de frases en las crónicas. Ahora, Javier Lorenzo (Madrid, 1960) ha convertido a ese guerrero en el protagonista de El caballero verde (Algaida, 2020), con la que se ha alzado con el XIII Premio Logroño de Narrativa.

Lorenzo, el autor de la estupenda y exitosa El último soldurio y El error azul, entre otras, había estado apartado un tiempo de la literatura para «volcarse en su carrera de árbitro internacional de esgrima» y convertirse en el primer español que arbitró un oro olímpico, en Río de Janeiro. Ahora regresa con una novela que conjuga la modernidad y el clasicismo del género, de poderoso personaje, donde se mezclan las Cruzadas, el tráfico de reliquias religiosas y el origen histórico de Cataluña. Y descubre así unos hechos reales de uno de esos «‘héroes menores’ gracias a los cuales la amplitud de la historia española, que es inabarcable».

¿Cómo encontró Javier Lorenzo a Sancho Martín, el cruzado hispano protagonista de El caballero verde?

Siempre digo que no lo sé, pero la verdad es que sí lo sé: en una biografía sobre Saladino.

Su Sancho Martín tiene también un importante componente de ficción, ¿cómo fue el diseño del personaje, aunando lo poco que se sabía de él con lo que usted quería de su protagonista?

Es la ficción lo que da color a la realidad. Y es la realidad lo que hace creíble a la ficción. Te encuentras con un personaje real del que habla todo el mundo durante una cruzada y que luego desaparece misteriosamente. Pues ese misterio –que también atañe a su pasado-, es el terreno en el que debe volar la imaginación y el talento del novelista. Pero si digo –pongo por caso- que una batalla tuvo lugar en una fecha concreta o que un papa expidió una determinada bula, eso siempre será verdad.

Se habla poco del papel de los reinos y caballeros peninsulares en las Cruzadas, ¿estaban demasiado ocupados con el Ál Ándalus para ir a Jerusalén?

Al contrario. Como los españoles nos lo tomamos todo a la tremenda, hubo muchos que viajaron a Tierra Santa a pesar de tener a los musulmanes tan cerca. Tantos, que hubo papas que prohibieron a estos peninsulares abandonar su tierra, que corría la amenaza de despoblarse. Es un episodio muy poco conocido.

El sentimiento cruzado nos puede parecer muy lejano a los lectores actuales, pero más allá del fanatismo, las Cruzadas llevaban mucho más elementos y matices tras de sí…

Sólo había tres cosas para un caballero: la religión, la fama y el honor. Era una forma de vida que hoy es difícil de comprender.

Grabado de un libro francés del siglo XV, sobre el sitio de Tiro, donde se ve al caballero verde.

Eso nos lleva a hablar de otro interesante tema de la novela, el tráfico de reliquias… ¿Son estos objetos un negocio perfecto y que ha pervivido hasta hoy?

Junto con el protagonista, el Caballero Verde, éste es el meollo de la novela. Lo que la convierte, a mi modo de ver, en una obra de suspense que no deja de golpearte en cada página. Repasemos algunas reliquias. Por ejemplo, el prepucio o los pañales del Niño Jesús. O un suspiro de San José. O el aliento de la Virgen. O un estornudo del Espíritu Santo. Recordemos también que existen varias cabezas de san Juan Bautista, tres o cuatro Santos Griales o Sábanas Santas, astillas de la Santa Cruz suficientes para construir una casa… Poco después de los hechos que se narran en esta novela, en 1215, la Iglesia prohibió el tráfico y la venta de reliquias que no estuvieran autorizadas por ella. Las reliquias son una estafa, pero una estafa maravillosa.

Decide que su personaje sea aragonés y con eso se adentra también en lo que sería la Cataluña medieval, ¿escribir sobre Cataluña y su origen (o no) es meterse en problemas hoy en día?

Volvemos a la ficción y la realidad. ¿Sancho Martín era aragonés? No se sabe, quizá fuera castellano. Las fuentes, tanto musulmanas como cristianas, sólo hablan de “un caballero de España”. Y también que derrotó en dos ocasiones a Saladino y se entrevistó con él. Y esto es un hecho. Del mismo modo, el origen de Cataluña no está claro, pero ninguno de los condes de Barcelona escribió en su testamento la palabra Cataluña. Ninguno. ¿Qué raro, no? El primero que lo hizo –como rey de Aragón- fue Alfonso II, hijo del barcelonés Ramón Berenguer IV y la reina Petronila. Y esto es otro hecho. Las consecuencias que puedan derivarse de ello me importan bien poco, aunque imagino que al independentismo no le hará mucha gracia.

Se suele decir que la novela histórica tiene un componente escapista, ¿es eso cierto? ¿Al reconstruir el pasado no se adopta una postura ideológica y política?

¿En qué sentido política? Todo es política. Lo que no hay que ser es torticero. Resumiré con un ejemplo gráfico: hay que respetar las fuentes –arqueológicas, literarias, etc- igual que los chefs “cuidan el producto”.

Ahora que se tiran las estatuas de los personajes históricos que no comulgaron con los valores actuales, ¿se imagina que esa moda llega a la novela histórica?

¿No ha llegado ya? ¿No están los escritores autocensurándose más que nunca? Hoy muchos escritores se autocensuran tanto o más que durante la Inquisición o el franquismo. Es paradójico, porque se suponía que no iba a ser así, pero las redes sociales son hoy la mayor amenaza para la libertad y la creatividad. Son un linchamiento continuo cuyo objetivo es el de prohibir o destruir más que el de comprender. Pareciera que el mundo sólo puede ser de una manera, lo cual es aburridísimo. Y cuando toman impulso, arrasan con todo y no tienen en cuenta los matices. En definitiva, quién lo iba a decir, la ignorancia y el fanatismo han triunfado. Los meapilas heredarán la Tierra.

En España nuestra relación con el pasado ya empieza a ser esquizofrénica, ¿entre la Leyenda Negra y la historia patriótica heredada del franquismo no hay término medio?

Que conste que lo de “empieza” lo dice usted. Somos los herederos de una historia fabulosa, habitantes de un país que ha cambiado la faz del mundo como ninguna otra nación lo ha hecho. Un país que en América recopiló diccionarios de lenguas indígenas y alumbró al Inca Garcilaso, que levantó decenas de hospitales y fundó veintitrés universidades. Y con un sistema que permitía que un mexicano o un limeño medio viviera mejor que un londinense, un parisino o un madrileño. Somos, señor mío, el país que dio vela a Bartolomé de las Casas en lugar de ahorcarlo. ¿Que luego se hicieron cosas mal y que siempre hay malnacidos? Por supuesto. Se usaron perros alanos, se marcaron a fuego las mejillas de los mineros de Potosí, se cometieron tropelías… Lo único que hay que hacer es atender a los hechos e intentar situarlos en su contexto. Eso le quita dramatismo al asunto. Pero hay exceso de dramatismo, qué le vamos a hacer.

Han pasado muchos años desde que leímos su anterior novela, El error azul, ¿ha sido una obra difícil de escribir o este largo lapso no ha tenido nada de literario?

Comencé a escribir El caballero Verde hace diez años. Y tuve dos semanas “horribilis”, realmente pavorosas, en las que me cambió la vida por completo. Así que, ya puestos, eché un órdago a la grande. Abandoné todos mis proyectos literarios porque no quería engañar ni a editores ni a lectores y me volqué en mi carrera como árbitro internacional de esgrima. Tras viajar por todo el mundo y arbitrar en Río de Janeiro un oro olímpico (único español que lo ha logrado), colmé mis aspiraciones y, a la vez, me vi de nuevo con fuerzas para acabar esta historia plagada de traiciones, sorpresas, momentos muy emotivos y hasta toques de humor. No creo que pueda defraudar.

Se dice que los personajes siempre tienen algo del escritor, ¿su caballero verde tiene algo de Javier Lorenzo?

¿Qué hijo no tiene algo de su padre?

Desde que escribió El último soldurio, ¿ha cambiado mucho el panorama la novela histórica en España? Usted ha ganado un premio de narrativa con El caballero verde, Posteguillo ganó el Planeta…

Al margen de las diferencias entre ambos, ¿usted cree que Posteguillo o yo recibimos nuestros respectivos premios por haber escrito novela histórica? ¿No será, simplemente, que hemos escrito buenas novelas? ¿Novelas con las que nos emocionamos, que nos atrapan y en las que todos podemos reconocernos a pesar de los siglos transcurridos? Sólo hay dos géneros en literatura: el bueno y el malo. Y los premios son una guía, un guiño de complicidad. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.

¿La novela histórica española está en un buen momento?

Sí. Si no, no hubieran encontrado dinero para hacer El Ministerio del Tiempo. Es decir, que si es un buen momento es, sobre todo, porque hay un interés creciente de los españoles por recuperar y también por entender su pasado. Porque la gran verdad es que sin el público, sin el lector, nuestro trabajo no sirve de nada.

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