Fotograma de la película Alejandro Magno (2004), de Oliver Stone.
En junio de 323 a. C. moría, con solo 33 años, Alejandro Magno, el rey macedonio que había ampliado sus dominios desde Macedonia hasta la India, por el Este, y desde su tierra natal hasta Egipto por el Sur en apenas una década. Al fallecer, Alejandro no aclara quién le sucederá en el trono y dejará como legado, no el inmenso imperio mestizo e intercultural que había creado, si no un problema sucesorio complejo y enmadejado que provocaría en su breve imperio guerras y conflictos durante años que enfrentarían a sus amigos, comandantes y familiares. A esos conflictos se le conoce como la guerra de los diádocos.
Aquel ‘juego de tronos’, por utilizar la manoseada expresión de moda en la última década, es uno de los grandes conflictos sucesorios de la historia. La celebrada guerra de las Rosas queda en pañales a su lado. Y precisamente, en ese lío complejo y difícil de plasmar narrativamente, es donde se ha adentrado Robert Fabbri en su última novela aparecida en España, Al más fuerte (traducción de Pedro Santamaría, Ediciones Pàmies, 2020).
Fabbri, suizo de nacimiento y vinculado al mundo del cine donde ha trabajado en películas como Juego de Patriotas o Billy Elliot, ya publicó en nuestro país una novela sobre Vespasiano (la publicó Edhasa, es el arranque de una saga, aunque aquí solo se publicó el primero) y ahora regresa con esta novela donde se muestra como un novelista hábil y centrado, ante un reto enorme como el de narrar la batalla por el imperio de Alejandro.
Obiamente, Fabbri no es Graves, Vidal o Renault, pero sí un artesano del género, al que se puede situar en la órbita de los buenos narradores de la Antigüedad que hay en Italia, Reino Unido o España. Fabbri sabe convertir en un juego de intrigas y batallas una pelea coral, llena de personajes, unos que ganan en importancia y otros que desaparecen. Sabe hacerlos reconocibles e interesantes… Por ahí desfilan el buen general, pero pésimo político Pérdicas «el casi elegido», la ambiciosa Roxanna, el inteligente y audaz Ptolomeo, el estratega Crátero, el tuerto Antígono… Y todos se aliarán, se traicionarán y se combatirán entre ellos sin cesar. No es fácil, ni la época ni los sucesos elegidos por Fabbri. Al leerlos, uno comprende que hacerlos comprensibles y narrativamente atractivos es difícil a pesar de su potencial. Fabbri sale airoso y con nota de semejante reto. No es casualidad que pocos novelistas se hayan atrevido con este tema.
Al más fuerte se convierte en un viaje trepidante por todos los confines del imperio de Alejandro, salpicado por batallas e intrigas, donde asistiremos al reparto de Asia, el nacimiento de nuevos reinos, las batallas contra las levantiscas ciudades griegas o la polémica por el lugar de reposo eterno del gran rey macedonio. Fabbri es un escritor visual y muy perspicaz. Hace un trabajo más que notable con un reparto tan coral como el de esta novela, donde los personajes están hábilmente caracterizados. Se lee, se disfruta y arrastra al lector a la curiosidad y al interés sobre una época menos trillada y brillante. Logra que el periodo posterior a Alejandro sea casi tan interesante como los 33 años de su vida.
Deja abierta, además, la puerta a una continuación que se titulará, Los tres paraísos. Uno espera ver en las próximas entregas a Seleuco y sus elefantes y desea ver si el autor llegará a relatar el espectacular sitio de Rodas. Los conflictos derivados de la sucesión de Alejandro Magno llegarían hasta 280 a.C. y están llenos de situaciones interesantes. Además, es un tiempo que ha sido muy poco tratado por la novela histórica (ahora me viene a la mente la excelente Rodas, la hija del Sol, de Gillian Bradshaw).
No será esta una novela de grandes críticas y premios, pero desde luego es una apuesta segura para los amantes del género que buscan ‘juegos de tronos’ de verdad, batallas y emocionantes viajes al pasado. Una de las sorpresas inesperadas de este 2020.
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