Recuperar a Hipatia de Alejandría a través del thriller histórico

Fotograma de la película Ágora (Alejandro Amenabar, 2009)

José Calvo Poyato (Cabra, Córdoba, 1951), historiador y uno de nuestros más señeros novelistas históricos, recupera su novela El sueño de Hipatia (lanzada en bolsillo esta semana por HarperCollins Ibérica) tras triunfar el año pasado con La ruta infinita, su visión de la primera circunnavegación al planeta. En el siguiente artículo, Calvo Poyato desvela los retos a los que se enfrentó al crear esta novela, que mezcla la Alejandría de los siglos IV y V y el Egipto de los años 40 del siglo XX, y bosqueja las claves de ambas épocas..

En El sueño de Hipatia me enfrenté como escritor a varios retos, uno de tipo argumental y otro estrictamente literario. En el primero de ellos al establecer dos tramas, muy distantes en el tiempo. Una en la época en la que vivió Hipatia de Alejandría —segunda mitad del siglo IV y primeras décadas del V— y otra en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial en que se había producido el descubrimiento de una serie de códices en un lugar de Egipto, llamado Nag Hammadi y que en la antigüedad se denominaba Xenobosquion. Había que buscar el nexo de unión de esos dos momentos sin que crujiera el argumento de la novela. El segundo, utilizar un narrador omnisciente en la parte de la novela ambientada en la Alejandría del tiempo de Hipatia, mientras que los hechos que ocurren en el siglo XX serían narrados en primera persona por Donald Burton, el periodista del Daily Telegraph, quien, junto a la criptógrafa Ann Crawford y el profesor de Oxford, Alfred Best, protagoniza esa parte de la novela.


La combinación de ambas partes da como resultado lo que ha venido en denominarse como un thriller histórico. Por un lado, la Alejandría de una época en que se vive la crisis final del mundo grecolatino que había imperado durante siglos bajo la égida de Roma. Una Alejandría en la que las representaciones teatrales —uno de los grandes eventos de la vida en el mundo clásico— son consideradas pecaminosas por lo que suponen de asistencia de hombres y mujeres consideradas una promiscuidad intolerable. Otro tanto ocurre con las termas que caerán en desuso y terminarán abandonadas. La famosa Biblioteca de la ciudad y su Serapeum donde se daban la mano elementos de la vieja cultura faraónica y el mundo científico alumbrado por los griegos cerraran sus puertas. El grandioso Faro —una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo— que iluminaba su puerto y era símbolo de la ciudad, además de punto de referencia para los barcos que navegaban en aguas de aquella zona del Mediterráneo, también se apagará.

Una Alejandría donde el enfrentamiento entre quienes se aferran a las formas de vida imperantes hasta entonces y quienes imponen los criterios que han de presidir la vida según los planteamientos del cristianismo, la nueva religión que, tras el edicto de Tesalónica (380), se ha convertido en la religión oficial del imperio. Hipatia, cuya esmerada educación la ha convertido en mujer versada en matemáticas y astronomía, junto a su padre, el matemático Teón —un reputado astrólogo que conoce la influencia de los astros en la vida de las personas— y muchos de sus amigos médicos, filósofos, músicos tratarán de hacer frente a las imposiciones del patriarca de la ciudad, convertido en una importante autoridad, que trata de imponer sus criterios con la ayuda de los temibles parabolanos. Ese enfrentamiento tendrá para Hipatia consecuencias fatales.

Aquel tiempo fue también un tiempo convulso en el seno del cristianismo, pese al creciente poder de su iglesia. La interpretación de la vida y doctrina de Jesús de Nazaret provoca grandes enfrentamientos. Será ahora cuando se defina lo que se denomina el canon evangélico, al seleccionar la jerarquía eclesiástica los textos que contenían la verdad sobre la vida y doctrina de Cristo. Ese proceso daría lugar a no pocos enfrentamientos, alguno de los cuales se vivió con particular intensidad en las riberas del Nilo. Un cenobio como el de Xenobosquion cobrará gran importancia en esas luchas teológicas.

Paralelamente a esos acontecimientos de los siglos IV y V, la búsqueda de uno de esos códices que no respondía a los criterios establecidos como canónicos y que había sido encontrado en 1946 —el descubrimiento de una serie de códices en Nag Hammadi por uno campesinos es histórico— desencadenará una lucha por hacerse con él, dado que lo atractivo que para unos resulta su contenido, supone una seria amenaza para otros. En el centro de esa lucha se encontrarán la criptógrafa Crawford, el periodista Burton y el profesor Best, amenazados continuamente para que pongan fin a la misión que les ha llevado hasta El Cairo.

En la capital de Egipto, que acaba de sacudirse el dominio colonial británico, impera el rey Faisal y en la ciudad se desarrollarán una serie de acontecimientos que revelan aspectos del mundo de las antigüedades donde se vulnera la ley o la vida en los lugares más exclusivos de la capital egipcia, como el hotel Shepheard, o cafés como la Parisina o Groppi donde se daban cita las élites cairotas y los extranjeros que visitaban la ciudad. La muerte amenazará

¿Qué tiene ese códice que lo relaciona con Hipatia?

Esa será la respuesta que el lector tendrá que encontrar y que permite conectar dos momentos tan diferentes en el tiempo como los siglos IV y V en que vivió Hipatia y mediados del XX en que Burton, Crawford y Best, tratarán de buscar las claves de ese antiguo códice cuya posesión inquieta a instituciones muy poderosas, dispuestas a todo para hacerse con él. Ahí se dan la mano la historia y el thriller en una combinación donde el respeto por la primera, obliga y, en cierto modo, determina la acción, no exenta de intriga, que caracteriza al segundo. El sueño de Hipatia es un thriller histórico o cuando menos así fue como lo concebí cuándo me planteé escribirlo, como homenaje a una mujer injustamente olvidada por la historia.

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