Ignacio del Valle: «Es vergonzoso que se trate de ocultar las epopeyas de la historia de España»

Ignacio del Valle

El creador del detective Arturo Andrade se va a las Américas. Y lo hace retrocediendo en el tiempo aún más de lo que nos tenía acostumbrados, al siglo XVI, y convierte su voz en la narración de aquella exploración y conquista y a sus lectores en sufridores españoles descubriendo un nuevo mundo. Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) narra en Coronado (Edhasa, 2019) aquella gran aventura, brutal, dramática, llevada a cabo por hombres a medio camino «entre el Medievo y el Renacimiento», comandada por Francisco Vázquez de Coronado y donde se descubrió, entre otras cosas, el cañón del Colorado. El escritor asturiano se sumerge en aquella época, polémica y espinosa en su interpretación actual, y deja que el lector juzgue. «La Historia siempre es contemporánea», me dice el autor.

De entre todo ‘el catálogo’ de conquistadores de América, ¿por qué eligió a Coronado para novelarlo?

Llevaba tiempo buscando un conquistador que no estuviese demasiado transitado, Sender ya había escrito una buena novela sobre Lope de Aguirre, Ospina sobre Ursúa, sobre Pizarro, Balboa o Cortés había legión, así que dejé pasar el tiempo leyendo crónicas de Indias, ensayos y novelas, hasta que en la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo encontré la historia de la expedición en 1540 de Francisco Vázquez de Coronado. Ahí lo tuve claro: era la historia que tenía que contar.

Aunque en su obra el juego con el pasado y la historia ha sido constante, esta es podríamos decir su primera novela histórica canónica, ¿cómo se ha visto el cambio?

Yo no he notado el cambio, llevaba muchos años con el impulso en la cabeza, y como bien dices, la historia es uno de mis terrenos favoritos de juego.

¿Por qué ha elegido una crónica en primera persona?

Porque no quería contar solo la expedición, sino toda la época en que se contextualizaba. Para ello necesitaba una mirada íntima que pudiera abarcarlo, con la que el lector pudiera identificarse, y cree a un franciscano, Fray Tomás de Urquiza, un fraile educado en Salamanca que acompaña a Coronado los dos año y medio que están en la Tierra Nueva, y cuya cabeza está a medio camino entre el Medievo y el Renacimiento. Ese sincretismo me permite contar los hechos con cierto criterio, y hablar no solo de las aventuras, sino del milenarismo franciscano, de las discusiones en Salamanca sobre el derecho de conquista del emperador -Leyes Nuevas-, sobre los muchos idiomas que se aprendieron para evangelizar y sobre la evangelización misma, las enfermedades del Nuevo Mundo, la caída del imperio mexica, el Santo Oficio, el mestizaje, los libros de caballería…

¿Debe la novela histórica tener, además del valor literario, un valor didáctico?

Mi forma de trabajar procuro que no sea maniquea, siempre pongo diferentes puntos de vista, aunque, como en esta ocasión, trabaje desde una primera persona y desde una visión del mundo franciscana. En la medida de lo posible, es el lector quien tiene que decidir sobre las cosas que cuento. Y por supuesto, los hechos son los hechos: García López de Cárdenas, un oficial de Coronado, descubre el Cañón del Colorado, la expedición está dos años en guerra con diferentes tribus, entre ellas los apaches querechos, se cruzan desiertos pavorosos, se encuentran manadas de miles de bisontes en las grandes praderas…

¿Cómo ha sido el trabajo de meterse en la mentalidad de aquellos hombres y de lo que realizaron?

Aparte de la documentación habitual, básicamente leí muchas crónicas de Indias, era la manera de conocerles, la forma de impregnarme de su pensamiento y de su manera de decir. La duramadre es Pedro de Castañeda, Juan Jaramillo, las cartas de Coronado al emperador, Fray Marcos de Niza… y luego el Inca Garcilaso, Cabeza de Vaca, Fernández de Oviedo, López de Gómara, el mismo Hernán Cortes -por cierto, la serie Hernán está muy bien-, Bernardino de Sahagún, Motolinía… Y sobre todo, Bernal Díaz del Castillo, que es prodigioso, la mejor novela de aventuras que se puede leer, y además sucedió en la realidad. También tenía claro que la historia debía contarse como una crónica, pero adaptando el español del siglo XVI al siglo XXI, que fuera perfectamente comprensible, pero conservase el perfume antiguo. Llevó tiempo, pero fue apasionante. Por ejemplo, la expresión “ir con la barba al hombro”, significa que vas mirando hacia atrás cuando te persiguen… fantástico…

Para el lector del siglo XXI, ¿es posible acercarse de manera empática a aquellos hombres?

Absolutamente, porque hay una línea renacentista, humanista, que hoy es perfectamente identificable, venimos de ese escenario, aunque la posmodernidad haya sido un incendio. Pero el Humanismo es ignífugo, conforma las raíces de esta civilización. Y porque es fácil identificarse en las ambiciones, en las frustraciones, en los sentimientos de unos hombres que cruzan el océano para buscar una vida mejor, en muchos casos con absoluto desconocimiento de lo que les aguardaba. Solo hace falta leer las cartas que se escribían, podían ser del siglo XVI o podían ser de un señor que emigra a Bélgica en 1950. Además, cuando alguien se enamora, se enamora igual en 1540 que en 2020.

Con todas las polémicas, con los descafeinados V centenarios de la conquista de México y la vuelta al mundo, ¿escribir sobre todo aquello es meterse en un jardín o resulta necesario?

Debemos meternos en todos los jardines. Con la historia que tiene España, me parece vergonzoso que se intenten ocultar nuestras epopeyas, Magallanes, Cortés, el mismo Gálvez… Hay que estar orgullosos de un país y unas gentes que fueron los primeros en globalizar el mundo, que pisaron tierra desde Alaska hasta Australia, que tuvieron los redaños para enfrentarse a todo tipo de dificultades y salieron airosos, aunque se dejasen medio pellejo, que crearon sociedades, que levantaron hospitales y fundaron universidades. Ya Gibbon decía que los imperios se crean con la espada, pero no se mantienen con la espada. Es un ejemplo, una referencia. Los españoles llegamos a la Luna mucho antes que los estadounidenses, y varias veces.

¿El pasado siempre es un campo de batalla?

Siempre. Si te das cuenta, no es el pasado lo que define el presente, sino el presente quien configura el pasado. Este siempre se reescribe, y dependiendo de quién pague al gaitero, así sonará la tonada. Esto ya lo contaba Herodoto. Por eso debemos ser cuidadosos tanto con las palabras como con el cuento que se cuenta, porque tiene consecuencias. La Historia siempre es contemporánea.

Tras esta nueva novela, ¿ha aparcado a Arturo Andrade?

En absoluto, llevo un tiempo muy estudiado con las novelas para que Arturo no se sature de mí y viceversa. Ahora estoy con la sexta de la serie, pero normalmente dejo respirar al personaje cuatro o cinco años, en los que me dedico a otros proyectos. Supongo que la tendré terminada en 2021: una aventura en los años 50.

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2 comentarios

  1. Dice ser Goikh

    Solo los ignorantes, cavernarios, intolerantes y amargados tratan de esconder la grandiosa historia de España. Incluso algunos, desde su funcional falta de conocimientos tratan de juzgarla desde un punto de vista actual, dejando claro su nivel de necedad.
    Una historia grandiosa la de España que jamás conseguirán ocultar ni tergiversar.

    02 enero 2020 | 16:34

  2. Dice ser Goikh

    Que fuerte……criticas a quien trata de ocultar y manipular la historia de España y te censuran el comentario…..algo que deja claro por donde cojean ciertos medios que se las dan de «tolerantes.»

    GRANDE ESPAÑA!!

    02 enero 2020 | 16:55

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