Juan Luis Gomar Hoyos: «La batalla de Esfacteria fue el evento «Woodstock 68″ de la Guerra del Peloponeso»

Juan Luis Gomar Hoyos

Sin hacer demasiado ruido y poco a poco Juan Luis Gomar Hoyos (La Línea de la Concepción, 1977) lleva publicadas dos novelas en los dos últimos años que le deberían poner en el radar de todos los aficionados al género histórico. Ambientadas en las Guerras del Peloponeso, Gomar Hoyos ha relatado en La isla de las sombras (Evohé, 2018) y El llanto inconsolable de los cuervos (Evohé, 2019), la batalla de Esfacteria y las campañas posteriores entre atenienses y espartanos, que los llevaron a Tracia, Macedonia, etc.

En sus novelas hay personajes de altura, batallas y emociones y una mezcla entre historia y cultura popular que engancha. Charlo con este autor que promete emociones fuertes, ahora y en los próximos años…

¿Cuándo y cómo nació esta idea de una trilogía (que creo que será así, sino corrígeme) que arrancara en la batalla de Esfacteria y narrara el final de las guerras del Peloponeso?

Fue durante los primeros años de mi matrimonio, cuando no teníamos hijos y el tiempo sobraba, y podía practicar un montón de aficiones (se ríe). Siempre he leído mucho, pero llegué a Herodoto y mi vida cambió. También escribía en un blog de wargames, y tras dos años de publicaciones regulares, me di cuenta de que podría escribir una novela. Poco antes me había comprado la obra de Tucídides, y lo que contó me resultó tan sobrecogedor y desconocido que me quemaba por dentro. Sentí la necesidad de contar aquella historia, la de Esfacteria, porque me pareció increíble que una historia tan apabullante fuera real. Y vaya si lo fue. Aquello fue poner un pie en el camino, y ya sabes lo que decía Bilbo Bolsón: «Es peligroso, Frodo, poner un pie en el camino…». Y el camino tiene, no tres, sino cuatro jalones. Espero completar una tetralogía.

¿De dónde le viene su amor e interés por el mundo de la Grecia clásica?

Desde mi infancia he estado leyendo su mitología. Leía y releía aquellas historias tan maravillosas y, al mismo tiempo, tan terribles… No solía comprar cómics. Mis héroes infantiles fueron Teseo, Perseo, los Dioscuros, Belerofonte… También de otras mitologías. Conservo la colección que sacó Anaya de mitologías del mundo. Rusa, vikinga, celta, china. Ilyá Múrometz; Ivan, el hijo de la Yegua; Cu Chulain; Loki y Thor, Mono… Cuando ya de adolescente vi un episodio de Bola de Dragón, pensé : «Una nube voladora, un palo que se alarga, un amigo cerdo que cambia de forma… ¡Pero si es la historia de Mono y Tripitaka!». Pero el primero que tuve fue el de mitología griega. Recuerdo la ilustración del Olimpo, con todos los dioses… La he mirado durante tanto tiempo en mi infancia que creo que podría dibujarla de memoria (pero mal, claro).

Luego en la carrera descubrí a Herodoto en una asignatura de historia de la ingeniería. Me compré “Historia” buscando datos de ingeniería civil, pero aquella lectura cambió para siempre mi visión del mundo.

En la primera novela, La Isla de las sombras, asistimos a la batalla de Esfacteria. En esta novela, nos lleva a Tracia un año después…

Es la continuación de aquellos hechos. En Esfacteria, que creo que fue el evento «Woodstock 68» de la Guerra del Peloponeso, coincidieron todas las «estrellas» de primera línea: Agis, Brásidas, Nicias, Cleón, Demóstenes. Hasta entonces habían participado por separado, pero sus destinos coinciden en aquella tragedia. Allí es donde se ven las caras y sus destinos, o así me gusta verlo, quedarían unidos para siempre. O hasta que la negra muerte los separe. La segunda novela nos muestra parte de esos destinos ligados.

El espartano Brásidas es el gran protagonista de la segunda novela… ¿por qué?

Brásidas es el héroe indiscutible de la campaña espartana del octavo año de la guerra. Fue un hombre capaz de lograr algo prácticamente imposible con un ejército pequeño, y construido casi para sacar esclavos de Esparta que para otra cosa. Como espartano fue bastante sorprendente por sus virtudes y hasta Tucídides, que fue personalmente derrotado por él, no cesa de halagarlo, y hace eco de todo lo bueno que dijeron de él amigos y enemigos. Fue capaz de atraer a muchísimos aliados de Atenas y convencerlos para que se unieran a su bando. Un espartano tan singular merece un relato propio.

Sin duda, estas dos novelas, tienen una gran deuda con el relato de aquellas guerras de Tucídides, ¿cuánto hay del cronista griego y qué aporta Gomar Hoyos como novelista a aquella historia?

De Tucídides hay el relato de los hechos y la preocupación por investigarlos. Pero él, en una obra relativamente corta, narra veinte años de guerra. En mi novela tengo tiempo para desarrollar un solo hecho. Conecto eventos que él menciona sin relación aparente. Creo los diálogos. Monto los personajes… Tucídides no estaba interesado en la vida privada de los personajes de los que habla, solo de sus hechos. Deja mucho espacio para aportar, desde luego. También escribe para sus contemporáneos. Yo he intentado algo un poco difícil: hacer que el lector llegue a sentirse entre los contemporáneos de Tucídides.

¿Cuánto tardó en documentarse y escribir esta novela?

Puff, no tenía hijos, así que en el primer borrador tardé nueve meses en todo. Escribía dos capitulazos al mes, ¡Ja! Y capítulos de los largos. Unas treinta páginas cada mes, mientras seguía manteniendo el blog y tocaba en una banda de rock. Me parece mentira ahora. En cuanto a la documentación, no me documenté en sí. Yo leí y leí, por placer exclusivamente, y cuando me «llené» por dentro, sentí el picor en los dedos y me puse a teclear a toda velocidad.

En este tipo de novelas, los lectores esperan apasionantes y esmeradas escenas bélicas. Sus novelas las tienen, ¿cómo prepara este aspecto?

Aquí me ayuda mi experiencia como jugador de wargames. Tengo (ahora en cajas) cientos o miles de miniaturas, tanto de fantasía como históricas, y he jugado mucho con amigos y en torneos. Esos juegos te tan una visión espacial asombrosa del desarrollo de una batalla. Ves tus líneas descomponerse, o perseguir sin control a un adversario en fuga, o ves que tus órdenes no llegan al flanco derecho y no puedes mover a tus tropas más alejadas… Si tienes eso claro en la cabeza, luego solo tienes que hacer zoom y poner de tu imaginación para transmitir las sensaciones: el miedo, el dolor de los golpes, el sonido de las voces a través de un yelmo de bronce… Extraigo sensaciones de mi vida: el cansancio cuando hago deporte, el dolor en los brazos de montar muebles en mi última mudanza, la preocupación por mis hijos… Todo eso vale para extrapolar sensaciones que transmitir.

También es fácil, que de un pasado con tantas conexiones con nuestra cultura occidental, se buscan sacar paralelismos, ¿qué paralelismos se pueden sacar en la actualidad con aquella guerra que enfrentó a Esparta y Atenas?

Tucídides se esforzó mucho por estudiar no solo los hechos de la guerra, sino la deriva del alma humana en esas situaciones. Recuerdo un pasaje que en la edición de Gredos se llama Consecuencias morales de la guerra civil en Corcira. Esas páginas nos conectan directamente con aquellos hombres, porque los horrores que allí se narran los hemos tenido, tal cual, en nuestra historia reciente. Eso hace su obra tan universal: consiguió una “fotografía”, o mejor aún, una “película” del alma humana, de su esencia, que se ha mantenido intacta a lo largo de los siglos. La enseñanza es que todo ese horror puede ocurrir en cualquier momento. Pero también, que la elección de líderes adecuados puede marcar la diferencia. Que la participación en la vida pública de un estado es muy importante. Que un buen líder no teme reprender a los ciudadanos cuando estos se equivocan, en lugar de tomar decisiones en función del capricho de la mayoría. Que todo puede salir mal, y al instante siguiente, arreglarse, y luego, volver a salir terriblemente mal.

En el siglo XXI en el que vivimos, leemos y escribimos, ¿qué elementos debe tener una buena novela histórica actual?

La única obligación que debe tener una novela es atraerte y seducirte. Así de sencillo. Si escribo “los atenienses entonaron el peán y se lanzaron a la carga”, no voy a explicar ahí ni poner una nota a pie de página, interrumpiendo el relato, qué es un peán. Como me pasó a mí, espero que el lector intuya que es una especie de canción que cantan todos a coro antes de cargar, y sólo imaginarlo se le pongan los pelos como escarpias. ¡Espero que el lector siga a los hoplitas en su carrera! Algo así está escrito para estimular la imaginación del lector, que tiende a «rellenar» esos huecos. Que te estimulen la imaginación es algo muy agradable.

Ya al final del libro hay un glosario, al que se accede si se desea, claro, pero no intercalado en el relato.

¿Es un género difícil en la actualidad?

Una pregunta con muchas caras. ¿Difícil de escribir? Escribir es siempre difícil. ¿Difícil de publicar? Las editoriales son difíciles, pero hay muchas opciones de autoedición. ¿Difícil destacar? Absolutamente, tanto por el número de títulos en el mercado como por la «niebla de guerra» inherente al negocio. Para las editoriales debe de ser dificilísimo saber si un libro va a triunfar o no. Si investigamos un poco vemos rechazos editoriales masivos a autores como Hemingway o J.K. Rowling, que ahora nos hacen gracia. Yo creo que nadie sabe cómo funciona esto. Puedes invertir más o menos en publicidad según la potencia de tu editorial, pero luego, una obra editada por una editorial pequeña, gracias al boca a boca, puede arrasar en el mercado.

En cualquier caso, todas estas reflexiones quedan fuera de mis preocupaciones como escritor. Yo solo leo y leo hasta que una historia me rompe el alma y empieza el picor en los dedos.

¿Cómo novelista, le resulta más satisfactorio que le alaben por la recreación histórica o por los aspectos más literarios, la trama, los personajes, el estilo?

Una excelente pregunta. Lo que más me satisface es que me digan: “Ha sido como estar allí” y “A ratos quería que ganaran los espartanos y al capítulo siguiente, los atenienses”. No tiene que ver con la recreación, sino con aportar esa dimensión “humana” al relato que te permite empatizar con todo lo que está ocurriendo hasta que la historia te captura, como una venus atrapamoscas.

¿Cree que la novela histórica tiene valor divulgativo? ¿Enseñan estas novelas?

Tuve la suerte de escribir la primera novela y gran parte de la segunda hace muchos años y conseguir muchos rechazos editoriales, hasta tener que guardarlas en un cajón. Sí, digo que fue una suerte. Después participé de forma continua en el Certamen de Relato Histórico de Hislibris. Fue ahí, no con mis novelas, donde me formé como escritor. En ese certamen tu relato queda publicado de forma anónima y todos lo comentan. Hay muy buenos comentaristas. Y es muy duro, pero si resistes “los golpes”, aprendes. Gané la IX edición, y el premio era un contrato editorial. Fue el momento de ir al cajón y desempolvar el libro. En ese momento tenía 91 notas a pie de página en la primera novela y 64 en la segunda, y un tono didáctico que me dio risa a la vez que pena. Yo ya no era el mismo escritor. Les di a ambas un repaso enorme. Quité todas esas notas y luego, recorté, recorté y recorté hasta dejar, espero, una obra literaria.

Por ejemplo, en esta entrevista he mencionado, de manera nada aleatoria, a un tal “Mono”, que he relacionado con Son Goku, y héroes de la mitología rusa como Ilyá Múrometz, sin explicar nada. Escribo para el tipo de lector al que esos datos deben estar “ardiendo” en su cabeza en este momento, a los que ya se imaginan cosas o se anotan mentalmente que deben leer más sobre ellos. También he mencionado a propósito la palabra “tragedia” asociada a los hechos de Esfacteria. Espero ser encontrado por el tipo de lector que ahora se está preguntando “¿qué ocurriría en Esfacteria?”. Pues, lector, ocurrió algo asombroso, y estoy seguro de que la historia te sobrecogerá. Del tipo de lector que, a la vez, piensa: “¿Y Brásidas, qué haría?”. Pues también algo alucinante. De todo eso hablo en mis libros.

No espero dar a mis libros valor divulgativo, pero eso no quiere decir que no se aprenda. De cualquier contacto con el “Otro” se aprende, y lo que he intentado en mis libros es contarlo todo de la forma más natural posible. Si el lector aprende, es por “contacto directo” con ese mundo, por participar en él como testigo de los hechos, no por parrafadas explicativas. Mis manuscritos originales las tenían, en serio, pero decidí meter tijera, porque tras años de escritura me di cuenta de que no quería tener ese estilo.

¿Hacia dónde nos llevarán las próximas novelas?

Ahora estoy trabajando en la tercera y a ratos, planifico la cuarta. La tercera nos lleva al corazón del Mediterráneo (y no voy a aclarar más al respecto), y la cuarta nos lleva al mundo persa. Después de esta obra, ya veremos. Sigo leyendo por placer. Me gustan los relatos de primera mano, como Guerra del Peloponeso, Historia secreta de los mongoles, Experiencia de las naciones… Habrá más novelas si esas historias me hacen mella y creo que merece la pena ser contado en una. Si se puede contar en un relato corto, voy al corto. Y si no, pues nada.

Bueno, tengo alguna ideílla esbozada, claro. Pero están en un cajón muy profundo de mi mente. ¡Ja!

Y te ofrezco una exclusiva. Escondí un huevo de Pascua en mis libros, David. Sólo para los lectores de tu blog, en agradecimiento por esta maravillosa oportunidad, lo revelo ahora. Ahí va: el nombre de mi tercera novela está insertado en un diálogo de una de las dos anteriores. Lo puse ahí, deliberadamente, y más de uno lo sabrá en cuanto que lo lea… Y aquel que lo encuentre primero y me lo haga llegar a mi mail me comprometo a enviarle gratis un ejemplar de la tercera novela cuando la publique. Falta un poco, pero ahí va mi compromiso.

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