El incendio de Notre-Dame de París y nuestra Edad Media

Decenas de personas observan la columna de humo y las llamas que consumen a la catedral de Notre-Dame, en París (Francia), mientras los bomberos tratan de controlar el incendio con grandes mangueras en torno al templo. (IAN LANGSDON / EFE)

Con una expresión de «esto no puede estar pasando» veía en directo con mi hijo cómo las llamas devoraban el templo de Notre-Dame de París. Tuve la (mala) suerte de ver cómo colapsaba la aguja neogótica sobre su techumbre. No era una sensación nueva, mi cerebro experimentaba una sensación conocida: la misma que sentí cuando asistí por televisión al derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York tras haber estado, años atrás, en su mirador, admirando la ciudad desde aquella Torre de Babel con esqueleto de acero.

Se habla mucho estos días de Notre-Dame como símbolo, de París, de Europa, de la cristiandad, del gótico, del éxito turístico. Siento esperanzas al ver que su base de los siglos XII y XIII ha aguantado y hace posible su reconstrucción. También escucho decir, en cierta medida aliviados, a algunos decir que casi todo lo perdido es parte de la reconstrucción neogótica del siglo XIX. Si lo dicen, es porque olvidan otro potencial simbólico también poderoso.

Notre-Dame es un símbolo inequívoco y mundial de cómo, al menos en Occidente, imaginamos la Edad Media, lo medieval. Y ese imaginario está ligado también a la reconstrucción neogótica -más o menos fantasiosa- de Eugène Viollet-le-Duc. Mucho se ha invocado estos días a la novela Nuestra señora de París, de Víctor Hugo, y cómo despertó en Francia el interés por aquel viejo templo que había visto ante sus puertas la ejecución del último maestre templario, había sufrido la Revolución y albergado la coronación de Napoleón, que conduciría a su restauración. Sin la novela, por cierto éxito de ventas en estos días en Francia, Notre-Dame nunca habría sido nuestra Notre-Dame.

Y la Edad Media, tampoco. En nuestro imaginario colectivo, la Edad Media está indudablemente influenciada por el Romanticismo decimonónico y su mirada al pasado. Ya sea la restauración de Viollet-le-Duc de Notre-Dame, con su aguja (¡que hasta la adaptación Disney de El jorobado de Notre-Dame mantenía en el templo!) y sus gárgolas, ya sea su otro gran trabajo de fama mundial, la reconstrucción de la Ciudadela de Carcasona; ya sean las novelas del padre de la novela histórica, más o menos contemporáneo, Walter Scott (un castillo medieval, sólo puede ser desde entonces, como el de Frente de Buey que asedian los sajones y Robin Hood en Ivanhoe) o, en España, los castillos de Cornatel y Ponferrada de la novela El señor de Bembibre, de Enrique Gil y Carrasco, nuestro Scott patrio. Esos espacios literarios, reales o reconstruidos cimentaron nuestra imagen de la Edad Media.

Da igual que sepamos ya mucho de la Edad Media y que seamos conscientes de que el Medievo que imaginaron los románticos no era enteramente real. Su ADN está ahí, pervive. Y otros lugares más modernos han contribuido a afianzar ese imaginario: ya sea la catedral ficticia de Kingsbridge, imaginada por Ken Follet, o la Santa María del Mar de Barcelona de Falcones; ya sea la también ficticia abadía benedictina italiana de Umberto Eco en El nombre de la Rosa; o el castillo de Loarre en Huesca, protagonista de novelas y visto en varias películas…

Con Notre-Dame ardió un símbolo de nuestra Edad Media, la que a medias imaginamos, la que a medias conocemos. Un constructo en parte irreal, pero sin duda poderoso y magnético. El que, probablemente produce el primer enamoramiento con la Edad Media en todos. Y como esa construcción imaginaria, Notre-Dame resistió a duras penas ante el fuego. Renacerá, con nuevos elementos, con un punto más de leyenda e historia.

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1 comentario

  1. Dice ser ignotis parentibus

    El incendio de Notre-Dame de París es considerado, por el PP de asado, con algo tan poco importante como el mandato por sánchez como presidente de España y haber destruido lo que Aznar y Rajoy crearon en sus apenas 10 años de estancia en la Moncloa.

    17 abril 2019 | 21:24

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