Nacho Ares: «Tenemos tantísimo patrimonio arqueológico en España que no lo valoramos»

Nacho Ares en Sakkara (FOTOGRAFÍA © MARÍA BELCHI)

Nacho Ares (León, 1970), historiador, egiptólogo, periodista y divulgador, se empeña en Desenrollando momias (Espasa, 2018) en presentarnos las apasionantes biografías de quince pioneros de la arqueología en Oriente Próximo de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Lo que denomina Ares «los grandes aventureros de la arqueología». En sus páginas, saltamos de Cnossos a Troya, y de Egipto a Mesopotamia, de tumbas a ciudades míticas…

Da la impresión, tras leer su libro, que con la tecnología y la ciencia moderna, la arqueología ha perdido cierto encanto…

La arqueología de aquella época, la protoarqueología o los aventureros, como queramos llamarlo, era más que una profesión un hobby. La inmensa mayoría de los quince biografiados no pasó por una universidad. Era lo que había. Hoy el trabajo metódico y exhaustivo, científico, ha hecho desaparecer todo ese romanticismo. Los grandes descubrimientos no se hacen como entonces, de la noche a la mañana, como la tumba de Tutankamón. Hoy ves en un medio de comunicación que se ha descubierto la ciudad de no se qué y puedes observar en la fotografía que ya está toda destapada. Llevan meses y años trabajando. La arqueología ha cambiado bastante.

Sí, hace poco se daba la noticia del descubrimiento del pecio más antiguo descubierto y no tuvo demasiado bombo. A nivel comunicativo, aquellos se vendían mejor…

El primer gran descubrimiento mediático es el de la tumba de Tuntankamón que The Times compró en exclusiva. Pero el resto trascendía poco, casi siempre a través de grandes libros, casi más de viajes que de arqueología. Pero hoy hay tal cantidad de información que estas noticias pasan muy desapercibidos. E incluso, en muchos casos, salen informaciones criticando el hallazgo a toda velocidad. Se descubre la tumba de Herodes en 2007 y al poco tiempo ya hay artículos diciendo que no podía ser eso que dicen. Los medios de comunicación de masas permiten que haya un debate arqueológico paralelo.

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En la introducción escribe: “Hay gente que dice un arqueólogo no es un buscador de misterios, pero yo sí”. ¿Por qué?

Muchos arqueólogos critican el uso de términos como enigmas y misterios a la hora de divulgar porque dicen que son poco científicos. Un egiptólogo me decía hace poco que no entendía por qué hablaba con esos términos, que no tenían nada que ver con la egiptología. Y yo le respondí, ¿sabes a quién pertenecía la tumba que excavas? Dijo que no y le contesté: ¿y eso qué es? Creen que lo de misterio es esoterismo y eso es mezclar churras con merinas. No tienen nada que ver. Siempre se han criticado las películas de Indiana Jones porque habían hecho mucho daño a la arqueología. Me parece una frase estúpida: es como decir que la serie de Flash Gordon ha hecho daño a la carrera espacial. La gente sabe diferenciar entre ficción y realidad. No puedes ser tan puritano ni académico; así, lo único que logran es lo que muchos han conseguido: que nadie los lea. Por ese camino no se llega a ningún sitio.

¿A cuál de estos quince le habría gustado conocer? Y ¿quién le cayó rematadamente mal?

El que me ha caído mal, salvando las distancias, es Heinrich Schliemann porque era egoísta y egocéntrico. Además, tuvo métodos de trabajo un tanto discutibles. Se le achaca el descubrimiento de Troya, cuando sabemos que fue otro americano el que lo descubrió antes. Pero también era hijo de su tiempo, aquellos hombres vivieron en circunstancias distintas a las nuestras.

El que me cae bien, aparte de Howard Carter, descubridor de la tumba de Tutankamón, al que veo como mi alma mater, es Herny Layard, el descubridor de Nínive, que además estuvo unos años viviendo en España como embajador en Madrid. Es parecido a Carter, sin ninguna formación, pero con tesón fue al sitio, a Turquía, Irak, y descubrió, siguiendo los relatos bíblicos, dar con la ciudad. Además, tenía un  colegueo con otros investigadores que te hace ver que era un mundo más amable de lo que podíamos pensar ahora.

Nacho Ares en Sakkara (FOTOGRAFÍA © MARÍA BELCHI)

Menciona a Howard Carter como alma mater, así que supongo que para usted hablar de él casi es una pasión…

Yo me inicié en la historia antigua de su mano, leyendo sobre él en el libro de Ceram, Dioses, sabios y tumbas. Le tengo admiración y respeto. En mi medida de posibilidades, he intentado seguir sus pasos, no desde el punto de vista profesional, sino en el de visitar los sitios, las colecciones que tuvo. Es un personaje al que tengo cariño, tiene una historia increíble de superación… No pisó un colegio en su vida y se convirtió en el número uno con la metodología científica que usó en la tumba. Incluso sus propios enemigos, como Petrie, reconocieron que era el mejor arqueólogo.

En el capítulo dedicado a él, hay una foto del castillo de la serie Downton Abbey

Sí, el lugar donde se rodó la serie es el castillo de la familia Carnavon, que eran los mecenas, los patrocinadores de la excavación de la tumba de Tuntankamón. Lord Carnavon era muy amigo de Howard Carter. Y este castillo es un reducto victoriano de la época donde podemos encontrar infinidad de tesoros historiográficos, de libros, cuadros de la época del descubrimiento, incluso tiene una colección egipcia. Aunque está muy lejos de Egipto, en sus habitaciones se vivió parte del descubrimiento.

No hay ningún arqueólogo español, ¿por qué?

El libro está focalizado en arqueólogos del XIX y principios del XX que trabajaron en Oriente Medio y que lograron algún hito. En ese tiempo hubo algún español, como por ejemplo, Eduardo Toda, diplomático catalán, que vivió tres años en Egipto como cónsul y se entusiasmó con la arqueología. A él se debe la tumba de Sennedyem, en Luxor, una de las tumbas más bonitas de la necrópolis tebana. Publicó varios libros. También estuvo en China, donde se especializó en esa cultura. No realizó un gran descubrimiento, aunque tampoco se puso medallas que no fueran suyas. Su trabajo permitió que algunas piezas de esa tumba de Sennedyem estén hoy en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

En España siempre se ha prestado poca atención al patrimonio arqueológico, ¿y hoy?

Sí, es una de las grandes olvidadas. Uno de nuestros problemas es que tenemos tantísimo patrimonio que no valoramos lo que tenemos. Es imposible hacerse cargo de todo. Habría que cambiar la Ley de Mecenazgo, para que instituciones privadas pudieran invertir en este tipo de trabajos. Lo cierto, a lo largo del siglo XIX y XX hemos vivido lo que otros países en Oriente Próximo: vendíamos nuestro patrimonio al que pasaba por allí. La Dama de Elche la vendimos por 5.000 pesetas en 1898. No hemos hecho prácticamente nada por el patrimonio. Y ya si hablamos del románico, del gótico… No diría que nos han saqueado, porque esas piezas no habrían salido si no se hubieran vendido. Pero también, por otro lado, esas piezas son el mejor embajador que podemos tener fuera.

¿Habría que inculcar más sensibilidad social?

Creo que cada vez hay más interés por la historia y la arqueología. Hay más programas, más revistas y mira que este sector está regular, los documentales en TV tiene mucho éxito, en Cuarto Milenio han funcionado muy bien los temas de arqueología. Luego hay que saber contarlo y crear curiosidad y que luego la gente vaya ampliando. Pero sí, hay que inculcar que hay que salvar y proteger ese patrimonio, estudiarlo y dejarlo para las generaciones futuras.

Saber contarlo, ¿no sigue siendo el mayor demérito de los académicos españoles?

Totalmente. Estudié historia aquí y luego egiptología en Reino Unido. Allí todos los profesores que conocí tenían libros de divulgación. Y tu vas por España a los departamentos de las universidades y se cuentan con los dedos de una mano. Y luego ni publican en revistas científicas y si lo hacen son cosas que no interesan a nadie. Han formado un gueto de la arqueología. Y se olvidan de la sociedad, que al final es la que les paga el sueldo. No entiendo que muchos escritores que se lanzan a hacer divulgación o novela histórica sean criticados. Son paparrochadas que solo demuestran el bajo calado que tiene nuestra universidad, a pesar de todo. Afortunadamente, poco a poco, se está cambiando eso, aunque aún quedan reductos.

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Dice que las mujeres arqueólogas las deja para un proyecto futuro, ¿es una propuesta en firme?

Sí, me ronda la cabeza, pero hay que ser realistas. Ninguno de los grandes descubrimientos, por desgracia, fueron hechos por mujeres. Es cierto que muchas desempeñaron papeles importantísimos, pero no tenían el protagonismo como para recogerlas en este libro. Seguro que me caen gorrazos, por decir eso, pero fue así. La dedicatoria de este libro va en ese sentido, el libro está dedicado a las mujeres, amantes o amigas de los biografiados, y que si no hubiera sido por ellas, el trabajo de ellos no hubiera tenido la misma brillantez. Tengo una lista de nombres de arqueólogas, algunas las tengo escritas, pero será más adelante.

Su próximo libro, ¿divulgación o novela?

No lo sé, me han encargado una cosa de ensayo y estoy también con una novela. No sé que saldrá antes. Quizá en 2019 un ensayo y en 2020, la novela.

Os recuerdo que sigue abierta la votación para decidir cuáles son las mejores novelas históricas del 2018.

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