Sebastián Roa: «A lo mejor los demócratas de hace dos mil quinientos años podrían darnos alguna lección»

El escritor Sebastián Roa (© Castarnado)

Sebastián Roa (Teruel, 1968) es sinónimo de novela histórica épica de calidad en español. A los que lo leen, no les caben ya muchas dudas. A los que todavía no lo conocen, les recomiendo que den un paseo literario por su Trilogía Almohade o por su última novela, Enemigos de Esparta (Ediciones B, 2018). Roa vuelve con ella por sus fueros épicos, pero cambia de época, de la Edad Media a la Antigüedad. Lejos de resentirse, el escritor aragonés se crece con el cambio y demuestra que la afirmación con la que empezaba el párrafo no es errónea: batallas, política y amor, profundos conflictos, espartanos, el Batallón Sagrado,… Lo tiene todo para convertirse en una de las novelas históricas del año. Charlo con él sobre su última novela y sobre los muchos temas que nacen de ella.

De la Edad Media hispánica de sus novelas de más éxito, salta a la Grecia de la Antigüedad, ¿no es un salto que dé vértigo?

Sí que da. Por eso me busqué buenos agarres que impidieran la caída libre: personas de sobrada preparación histórica y con criterio literario a cuya consideración sometí la novela. Nunca agradeceré bastante su guía histórica a Josep Asensi, Antonio Penadés y Alejandro Noguera.

Decía en la reseña que hice de la novela, que los espartanos, por sus realidades históricas, no eran ‘héroes’ para el siglo XXI pese a que sea una sociedad fascinante, ¿era usted de esa opinión y por eso, esta novela?

Será cuestión de concretar esto. Lo haré en dos partes: Desde un punto de vista meramente histórico, es verdad que hemos idealizado la antigua Esparta. Es como si hubiéramos recibido solo la mitad de la información, de modo que tenemos a los espartanos por guerreros formidables, defensores de Occidente, capaces del sacrificio extremo…, pero ignoramos todo lo relativo a su brutal esclavización de pueblos enteros, al intervencionismo político y bélico, a su absurda doctrina supremacista y endogámica… Aquí hago un inciso para aclarar que sería del género estúpido, pese a todo, juzgar la Esparta de hace dos mil quinientos años los con criterios morales de hoy.

Desde un punto de vista dramático, me parece muy bien la moda espartana que ha llegado con la ficción, de mano de novelas, cómics, videojuegos y películas. No tengo intención alguna de atacar esas manifestaciones artísticas y lúdicas que hay que considerar por separado de la historia. Disfruto hasta el límite de las ficciones de Pressfield, Negrete, Miller y Snyder. Lo que yo pretendo con Enemigos de Esparta, pues, no es despojar de su condición de héroes a los espartanos de nuestra imaginación. Lo que hago, en todo caso, es apuntar a la lista a unos cuantos tebanos y atenienses, y a algún que otro mestizo.

[FIRMA INVITADA JAVIER NEGRETE: ¿Por qué nos fascinan los espartanos (y las espartanas)?]

Enemigos de Esparta es una novela de una época de cambios fundamentales… En lo político se ven caer potencias de antaño (Atenas, Esparta), ascender otras (Tebas) y asomar las del futuro (Macedonia)… Pero también apunta otras en lo militar, social… Los griegos de entonces, también podían pensar, como hoy, que el mundo iba demasiado deprisa…

Bueno, es más fácil cuando observas con la perspectiva de los siglos y la ventaja de saber cómo terminó todo. Pero cierto: para un tebano del 371 a. C., ¿qué suponía plantarse armado en la llanura de Leuctra, frente a un ejército considerado invencible? ¿Pensaba ese tipo que tenía opción alguna de regresar vivo a casa? Muchas ganas de cambio son esas. Poco pararse a pensar si todo va muy deprisa o no. Da la impresión de que nosotros, los habitantes del siglo XXI, somos más de verlas venir que de cambiar la historia.

Y habla de la Democracia, la de entonces, claro, pero los males que señala de ella resultan también muy actuales… Como la idea de que aun así, con sus defectos, sigue siendo un régimen mejor….

… que cualquier otro, por supuesto. Y aunque no es el mismo tipo de democracia, sus agujeros se parecen bastante. Hoy también vemos cómo los listillos aprovechan la ocasión. Cómo se fulmina al que destaca y, por contra, se encumbra al mediocre. Cómo, en tiempos de crisis, menudean demagogos y populistas. Cómo se arrojan al inodoro cuarenta años de transición ejemplar para polarizar posiciones en beneficio propio. La democracia se pervierte para pillar tajada, para colocar amiguetes o para creerse diferente. Es curioso, porque hoy tenemos más acceso a la información que en el siglo IV a. C. y sin embargo, fíjate, nos dejamos engañar como australopitecos. Ya no te digo nada de la carencia de espíritu crítico o de conciencia democrática. A lo mejor los demócratas de hace dos mil quinientos años podrían darnos alguna que otra lección. En este punto tendríamos que analizar cómo nos ha afectado el ostracismo de las humanidades, propiciando precisamente por esos politicuchos que se han tallado una democracia a medida y que, para seguir viviendo de su cuento, necesitan ciudadanos lobotomizados.

Como escritor, ¿cuesta más meterse en las sandalias de Platón o de líderes políticos y militares como Pelópidas y Epaminondas?

Mucho más fácil escribir batallas, al menos desde mi experiencia. El asunto se reduce en complejidad cuando se trata de matar y no morir, incluso cuando entra en liza una mente brillante como la Epaminondas. Conocer sus innovaciones tácticas es fundamental, pero considero mucho más útil adentrarse en el pensamiento platónico. Y más complejo, por supuesto.

Se nota que tenía ganas de contar la historia del Batallón Sagrado de Tebas…

¡Sí! Yo nací en los sesenta, crecí con un montón de estereotipos —supongo que cada generación ha tenido que cargar con los suyos—, muchos de ellos relacionados con la homosexualidad. Entonces te enteras de que una de las unidades militares más eficaces de la historia estuvo formada por ciento cincuenta parejas de amantes homosexuales. Y, pasado el tiempo, lees el Banquete de Platón, escrito justo cuando esa unidad se daba a conocer; ¿y qué te encuentras? Pues la formulación exacta que fundamenta al Batallón Sagrado. Amante y amado luchando escudo junto a escudo. La defensa más férrea posible, el contraataque vengador más furioso que pueda imaginarse. Material para la reflexión y para la polémica, desde luego. Algo que podría cambiar la visión llena de prejuicios que todavía conserva mucha gente.

La historia de su protagonista ficticio, el tracio Prómaco, es una historia de madurez, pero sobre todo de lucha entre dos formas de amor. Sus personajes lo discuten en varias ocasiones, Eros y Afrodita…

Prómaco es un personaje lleno de matices al que he dedicado esfuerzo y reflexión. Sé que algunos se quedaran en su superficie, en su fachada, y eso no está mal. Pero espero que muchos lectores vislumbren lo que representa. En Prómaco reside lo que nos enseñó Platón. El modo en que el deseo se camufla y pierde a hombres y mujeres; de cuál es la materia de la que está construido el amor verdadero. Un tema inevitable que ha llenado páginas desde la Ilíada hasta La princesa prometida. Es improbable que, a lo largo de nuestras vidas, nos topemos con una batalla hoplítica o con una invasión almohade. Pero tarde o temprano nos las veremos con el amor.

Entre tanto guerrero, se esconden varios personajes femeninos importantes y, a su manera, fuertes…

Interiormente dan el mismo juego que los varones; exteriormente, saco partido de ellas de manera diferente. Cuentan con posibilidades imposibles de hallar en los personajes masculinos. Y conste que me resbalan las cuotas, el postureo y las discriminaciones positivas. Más o menos como me resbala el talibanismo histórico en las obras de ficción.

Siempre repetimos aquello de hoy todavía somos romanos…¿Y griegos?

No podríamos ser una cosa sin la otra, según creo. No me cuesta ningún trabajo reconocerme cuando leo a Platón o a Eurípides. Nada que ver con lo duro que se me hacía implementar el Hagakure en mis neuronas. Claro que somos griegos. Desde nuestra forma de gobierno hasta el trabajo que desarrollo día a día. Incluso mi nombre tiene origen griego.

Me dijo una vez: “Utilizar la novela histórica para aprender es especialmente peligroso”. En los últimos meses se ha unido al grupo Escritores con la Historia que busca divulgar la historia a través de la literatura… ¿Cuál es el papel del novelista histórico en la divulgación de la Historia?

Lo confieso: tengo sentimientos encontrados. Cuando se trata de defender la cultura —más si se trata de la historia de España— me apunto a un bombardeo. Espero tener algo que aportar a los primeros espadas de esa asociación: la cultura de un país, su historia, cuelga también de los mitos fundacionales, de las leyendas tradicionales, de los cuentos alrededor de la hoguera, de los postulados religiosos. De sus ficciones, en suma. Pero sé bien que la ficción es presa fácil cuando la Historia acecha. Y yo no soy historiador. Veremos qué se puede hacer.

¡Buenas lecturas!

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5 comentarios

  1. Dice ser Cide Hamete

    No leo novela histórica posterior al año 2000, pues creo que el nivel ha bajado muchísimo, nivel histórico claro.

    Pero le voy a dar una oportunidad a este hombre. Sacaré una de sus novelas de la biblioteca pública y veremos que tal.

    Espero que sea mejor que el tal Posteguillo, aquél hombre tenía que contar todo lo que había estudiado para situar sus novelas y se me hacía muy pesado.

    13 octubre 2018 | 12:07

  2. Dice ser Berengueli

    Pues a ver si te aclaras, Hamete, porque las novelas de Posteguillo son bastante posteriores al año 2000.

    13 octubre 2018 | 12:28

  3. Dice ser Juan

    De puñaladas traperas nos iban a dar lecciones porque de otra cosa…

    13 octubre 2018 | 15:17

  4. Dice ser Antonio Larrosa

    Los griegos antiguos inventaron esa cosa llamada democracia mientras un tercio de la población eran esclavos y se quedaban tan panchos.

    Clica sobre mi nombre

    13 octubre 2018 | 19:09

  5. Dice ser Anonimatus

    Gente que practicaba la exclavitud y que tenía a las mujeres sólo un escalón por encima de los exclavos no tiene ninguna lección que darnos.

    14 octubre 2018 | 00:42

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