¿Conoces a Calígula?

Fotograma de la película Calígula (1979) donde Malcom McDowell interpretaba al emperador del título.

Sandra Parente, es arqueóloga y escritora. Debutó el año pasado con la novela El rey de Nemi. El juicio de Calígula (Evohé, 2017). Con ella acaba de ganar los premios Hislibris a mejor novela histórica y mejor autor novel del año pasado. En el siguiente artículo, escribe sobre el emperador al que hizo protagonista de su novela y nos propone una mirada diferente sobre su figura.

[ENTREVISTA CON SANDRA PARENTE: “Calígula carga con una de las leyendas negras más importantes de la historia”]


¿Conoces a Calígula?

Por Sandra Parente | Historiadora, arqueóloga y novelista | @yosandraparente

¿Conoces a Calígula? Si preguntáramos a diez personas probablemente nueve coincidirían en decir que fue un emperador que estaba loco de atar, nombró a su caballo cónsul y que cometía incesto con sus hermanas.

Lo que voy a revelar a algunos os parecerá sorprendente porque lo contrario es vox populi. En realidad, todas estas afirmaciones pueden ponerse seriamente en tela de juicio. Calígula nunca nombró a su caballo cónsul o los autores contemporáneos de este malogrado emperador jamás lo acusaron de incesto. De hecho, muchas otras locuras que le han sido atribuidas también pueden ponerse seriamente en duda. ¿Estabas al tanto de que uno de los barcos colosales que hizo construir en el lago de Nemi estaba destinado a ser un templo en honor a Diana y no una nave para orgías? ¿Sabías que cuando fue asesinado, el pueblo enfurecido salió a la calle en busca de los responsables? ¿No te resulta curiosa esta reacción si todo lo que se dijera de él fuera cierto?

Cuando empecé la escritura de mi novela, El rey de Nemi. El juicio de Calígula (Evohé, 2017) sabía que muchas de estas cuestiones estarían en la mente de los lectores a la hora de abordar una novela sobre Calígula. Una figura que, a pesar de contar con una importante revisión por parte de la historiografía actual, sigue conociéndose entre el gran público por unos clichés generados por los escritos que nos han llegado sobre él, escritos, en gran medida, por sus enemigos políticos, miembros del orden senatorial. ¿Qué crees que pasaría si dentro de dos mil años sólo pudiéramos conocer la década de los 40 del pasado siglo mediante el NO-DO? ¿No crees que sería necesario hacer una importante labor de crítica?

Algo semejante ocurre con Calígula o mejor dicho, Cayo César, quien se opuso en vida a quienes forjaron su memoria en la Historia. Este hecho no es aislado y ocurre también con otros emperadores romanos en ambos sentidos. De un mismo modo en el que se puede dudar de la veracidad de algunos relatos de las fuentes sobre aquellos denominados por la historiografía clásica como pessimi princeps, lo mismo se puede hacer con los optimi princeps, cuyas gestas y virtudes han sido exageradas de un modo casi tan grotesco como sus opuestos malvados. En esas disgregaciones, por ejemplo, el régimen de Augusto, tal como señalaba el novelista Steven Saylor asemejándolo con el régimen estalinista, puede dejar de ser ese ideal remanso de paz tras las guerras civiles, para convertirse en un régimen autoritario. El balance, por lo tanto, es que si pretendemos acercarnos a la figura de Calígula es necesario discernir lo real de la mera calumnia y a la calumnia de la exageración con un fondo de verdad.

El apodo de Calígula que marcó su existencia, parece un irónico preludio de su memoria. Sus padres, en un acto de propaganda populista, cuando apenas era un niño de dos años, lo engalanaron de legionario para ganarse el favor de las tropas de Germania, calzándolo con la caliga reglamentaria de la soldadesca. La propaganda como un leitmotiv de su vida que marca a fuego hasta el nombre con el que pasó a la posteridad.

Más allá de la ficción histórica en la que me embarqué, resulta complejo imaginar que las desgracias y circunstancias de su infancia y adolescencia, no hayan hecho mella en su espíritu y marcado su devenir y forma de ser. La muerte empezará a perseguir al joven convirtiéndolo en el protagonista de una versión romana de los trágicos Atridas. Con siete años su padre muere en extrañas circunstancias en Antioquía. Con quince años, Calígula es separado a la fuerza de su madre y hermanos. Con diecinueve años, es huérfano de padre y madre, ha perdido también a sus dos hermanos varones y es obligado a convivir en la isla de Capri con quien, de facto, se convirtió en verdugo de su familia, el emperador Tiberio.

Tras la muerte del viejo emperador, sus primeros meses en el poder quedan marcados por la mesura hasta una enfermedad en septiembre del 37 que a punto está de costarle la vida. Para Suetonio en este punto muere el príncipe y nace el monstruo. Lo que parece es que tras curarse, Calígula cree hacerse consciente de una conjura en su contra. Con ello volvieron las sospechas y fueron reinstaurados los crímenes de lesa majestad —abolidas por el propio Cayo César al acceder a la púrpura imperial— y que tantas delaciones y muertes habían causado durante el principado de Tiberio. El senado vuelve a estar en el punto de mira y este es el momento en el que — ¿curiosamente?— las fuentes también cambian su valoración hacia Calígula.

Todos sus actos pasan a ser vistos con un prisma negativo. El corolario es casi infinito y abarca muchas parcelas, empezando por el incesto que, tal como planteamos en un inicio no es reflejado por autores contemporáneos como Séneca o Filón de Alejandría que no ahorraron, en cambio, detalles en contra de Calígula en sus escritos, y acaba incluso en críticas con un sustento tan dudoso, como el afirmar que su hija de dieciocho meses era tan cruel como su padre ya que arañaba el rostro de otros querubines.

Apenas unos meses después de reponerse de su enfermedad y de desarmar esa posible conjura, su hermana favorita, Drusila, fallece. No hay verdadera constancia del motivo de su muerte que se suele otorgar a un parto o unas altas fiebres, muy lejos de la imagen creada por la novela histórica. ¿Pero es el sufrimiento por la muerte de un ser querido una locura o Calígula perdió la cabeza tras aquel fallecimiento? A partir de ahí, probablemente las fuentes nos presentan el Calígula más desenfrenado y desatado.

Así nos cuentan como pruebas de su locura y falta de comedimiento que el joven príncipe unió, a través del mar, las ciudades de Puzzoli y Bayas, distanciadas de unos cinco kilómetros agrupando multitud de embarcaciones. También nos narran que puso en marcha una campaña en Germania sin ningún tipo de planificación, por un simple capricho, o que supuestamente habría obligado a las legiones a atacar el mar en una batalla contra Neptuno y a recoger unas conchas en la playa a modo de botín.

Pues bien, la historiografía actual también pone en tela de juicio la total falta de raciocinio en estos hechos. Su marcha triunfal a través de la bahía de Bayas, meses antes de su única campaña militar, pudo ser un acto de propaganda tanto frente a sus enemigos como a sus propias tropas, tratando de emular y superar a Jerjes que lo había hecho previamente cruzando el actualmente conocido como estrecho de los Dardanelos . En cuanto a esa campaña en Germania, no parece haber sido improvisada, sino que su inicio se habría visto acelerado para desmantelar una nueva conjura que, bajo la dirección del legado de Germania superior Getúlico, conseguía aunar a través de diversos lazos familiares, a la mitad de las legiones de Roma. Finalmente, en cuanto al surrealista ataque al mar, se piensa, entre otras teorías, en un posible amotinamiento de la tropa acongojada ante la expectativa de una travesía y una campaña peligrosa en Britania. La recogida de conchas sería un castigo a su cobardía mediante una humillación sarcástica.

Así, pues, conocemos a una parodia de Calígula. No obstante, es importante no perder la perspectiva y creer que todos sus actos son meras falacias o se pueden justificar. Tras varias conspiraciones en las que llegaron a participar, incluso, seres queridos para él, probablemente se viera invadido por un espíritu paranoico que lo alejó cada vez más de la realidad. Tras tanta contención en su época de Capri, en su convivencia con Tiberio, difícilmente se puede plantear que un poder desmedido, entregado por el propio Senado nada más ascender a la púrpura, no le haya afectado.

Un reguero de acusaciones que persiguen a Cayo César y las preguntas seguirán en el aire. ¿Se creyó realmente un dios o su política orientalizante fue llevar un paso más allá el programa iniciado por el divino Augusto? ¿Su depravación fue real o resultan calumnias de las fuentes que le otorgaron este rasgo al igual que a muchas de las personas a las que quisieron denigrar? ¿Fue un loco o una persona marcada por las circunstancias de su existencia?

*Las negritas son del bloguero, no de la autora del texto.

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1 comentario

  1. Dice ser Caradoc

    Un artículo muy interesante, da que pensar sobre caligula y sobre cuán contaminadas pueden estar las fuentes que llamamos «históricas». Muy interesante la pregunta de la autora sobre cómo se vería España si mil años después la única fuente fuese el NODO, por supuesto sería una visión sesgada, tan sesgada e interesada como la que nos dan Suetonio o Plutarco, por mucha fama que lleven siempre serán propagandistas

    24 junio 2018 | 11:33

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