La fascinación por el antiguo Egipto: arqueología, literatura y el papel de la mujer

Pirámides de Gizah (Ricardo Liberato / WIKIPEDIA)

María Antonia Quesada, periodista económica madrileña, acaba de lanzar la novela El poder de tu nombre (Arzalia, 2018), una novela ambientada en el antiguo Egipto. En el siguiente artículo, explica la fascinación que aquella civilización despierta y nos muestra, entre otras cosas, el interesante y privilegiado papel de la mujer en aquella sociedad.


Fascinación por Egipto

Por María Antonia Quesada | Escritora y periodista

La necesidad de conocer las civilizaciones que nos precedieron se conecta con el deseo de conocernos mejor como individuos y como sociedad. Sin embargo, no todas las culturas ni todos los periodos históricos suscitan el mismo interés. La influencia de una determinada sociedad en su época y en los siglos posteriores aviva la curiosidad por la forma de ser y de vivir de las personas que forjaron esa cultura y el conjunto de costumbres, saberes y artes, que la Real Academia Española define como civilización.

El antiguo Egipto reúne todos los ingredientes para que su historia, que causó la admiración de griegos y romanos, nos subyugue. El historiador griego Herodoto fue el primero que se sintió fascinado al descubrir el país del Nilo, lo que le llevó a ser también el primero en afirmar que la cultura griega tenía sus raíces en la egipcia. Esta consideración ha sido fuente de diversas polémicas, aunque no hay duda de que mientras los pueblos del mar vivían en la Edad del Bronce y las tierras donde se asentarían las polis griegas sufrían sucesivas invasiones, Egipto tenía ya un pensamiento, una religión y una estructura política, social y cultural que sus vecinos más próximos tardarían siglos en alcanzar.

La posibilidad de comprender la escritura jeroglífica, tras el descubrimiento de la piedra de Rosetta en 1799, provocó una auténtica fiebre entre arqueólogos e historiadores. Francia, Reino Unido y Alemania son los tres países que poseen el mayor número de expertos, restos y bibliotecas especializadas. España ha ido rezagada en esa carrera, pero actualmente cuenta con equipos de historiadores y arqueólogos a la altura de sus homólogos extranjeros, a pesar de la falta de apoyo oficial. La sociedad española muestra un gran interés por el Antiguo Egipto como prueba la buena acogida con que recibe las exposiciones, documentales y literatura ambientada en esa época.

Fotograma de la adaptación cinematográfica de Sinhué, el egipcio (1954)

La maestra de la ciencia ficción, Ursula K. Le Guin, recientemente fallecida, decía que la narrativa es el único barco que nos permite viajar por el río del tiempo. En esa nave se embarcaron grandes autores, a quienes nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por inocularnos su amor por aquella civilización única y deslumbrante. Por citar sólo a tres escritores, destaco a los que más me han influido. En primer lugar, Mika Waltari, cuyo Sinuhé, el egipcio, que leí en la adolescencia, me descubrió que la novela era el mejor vehículo para acercarme a la historia y contemplarla de una forma distinta a la que me ofrecían los libros de texto. Sinuhé me suscitó preguntas que estimularon mi pasión por Egipto. Con Terenci Moix aprendí que la novela histórica es por encima de todo una novela, un principio irrenunciable que, además de rigor, exige ofrecer una gran calidad literaria. De Christian Jacq me quedo con la necesidad de dotar a la narración de un argumento sólido que enganche al lector.

Guiada por estas influencias y por la fascinación del país del Nilo realicé un curso de egiptología en el Museo Antropológico Nacional, dirigido por el profesor Esteban Llagostera; visité los vestigios arqueológicos que guardan los grandes museos europeos, y recorrí el Nilo desde Abu Simbel hasta Alejandría para conocer personalmente los restos de un imperio, cuyo legado sigue influyendo en nosotros.

El poder de tu nombre, que acaba de publicar Arzalia, es el colofón de estas experiencias, con las que he construido una novela cuyos personajes nos muestran cómo eran las costumbres, la expresión de los sentimientos y las creencias por las que se regía esa sociedad no exenta de convulsiones políticas, fanatismo y conspiraciones contra el poder establecido. Este cúmulo de circunstancias, que no resultan ajenas a nuestra época, anticiparon el debilitamiento del poder real y el clima de agitación política que se vivió al final de la VI dinastía y que provocó la caída del Imperio Antiguo egipcio, hace 4.000 años. Un imperio que alcanzó su cenit durante la V dinastía, que construyó las grandes pirámides en la llanura de Guiza y que estableció una ceremoniosa vida cortesana, mientras desarrollaba unas escuelas para la formación de sus élites sin parangón entre los pueblos vecinos. La medicina, la arquitectura, el derecho o la administración están inspiradas en un pensamiento filosófico y religioso que iluminaba los conocimientos científicos y artísticos.

Esta sociedad aporta un dato relevante, en el que no se había incidido hasta la irrupción de arqueólogas e historiadoras en el estudio de la materia y aquí es reseñable el esfuerzo de divulgación que realiza la historiadora Naty Sánchez a través de la web Amigos de la Egiptología: las mujeres en el antiguo Egipto disfrutaban de los mismos derechos que los hombres. Una situación privilegiada, en palabras de la doctora de Historia del Arte, Susana Alegre, en comparación con la de las mujeres de las civilizaciones de su entorno. Las egipcias podían emprender negocios, testar, realizar préstamos y desplazarse libremente sin tutela masculina. En su testamento, la egipcia Naunakthe proclama que es una mujer libre de la tierra del faraón, según nos cuenta la profesora Alegre.

A pesar de que los faraones, todos ellos hombres salvo raras excepciones, fueron quienes detentaron el poder, parece que las reinas jugaron un papel complementario e incluso gobernaron. La egiptóloga británica, Rosemary Gay Robbins, en su obra Las mujeres en el antiguo Egipto, nos da a entender la existencia de una cierta simbiosis entre el faraón y la gran esposa real al afirmar que la realeza femenina era complemento de la masculina y que no podían existir una sin la otra. Si el faraón es hijo de Ra y su reencarnación ante los mortales, la reina es hija de Isis. Comparten, pues, una naturaleza semidivina que los equipara y los sitúa por encima de los demás dentro de una sociedad fuertemente jerarquizada. Esa naturaleza irradia hacia el resto del pueblo egipcio y establece la pauta de comportamiento, leyes y costumbres del conjunto de la sociedad. Knumit-Nofert, protagonista de El poder de tu nombre, encarna el prototipo de reina del antiguo Egipto.

El rico testimonio encontrado en los restos arqueológicos mantiene la fascinación por Egipto, a medida que los egiptólogos profundizan más en su conocimiento y sigue siendo una notable fuente de inspiración para la literatura, que nos permite enrolarnos en un viaje por el tiempo que nunca defrauda.

*Las negritas son del bloguero y no de la autora del texto.

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2 comentarios

  1. Dice ser Fernando Garriga Romero

    Pêrdon???

    Papel de la Mujer en el antiguo egipto??? jajaja

    -Cleopatra fue algo puntual y en verdad nada significativo… el resto de mujeres estaban para el adorno y tener hijos…

    28 mayo 2018 | 14:20

  2. Dice ser ana

    Se os olvidaba comentarte: en el Antiguo Egipto también había amargaos malfoiaos a los que no tocaba una guapa egipcia ni aunque su vida dependiera de ello..
    Y si, también hacían comentarios tontos y sin sentido

    28 mayo 2018 | 18:15

Los comentarios están cerrados.