Tras las huellas de Luisa Medrano, la primera catedrática de la Universidad de Salamanca

La escritora María López Villarquide

«Lo que sí puede afirmarse es que, a la primera mujer que se alzó con un puesto de catedrática en el mundo, la mató el silencio (…). Un silencio que aún retumba en nuestros días«. Así sentencia María López Villarquide (A Coruña, 1982), tras adentrarnos en la existencia de Luisa Medrano, la primera catedrática de la Universidad de Salamanca en su novela La catedrática (Espasa, 2018).

López Villarquide irrumpe en el panorama literario con un viaje contra el silencio para componer una visión literaria de aquella meritoria mujer oculta entre el desconocimiento de la historia.

¿Cómo llega María López Villarquide a conocer a Luisa Medrano y decide escribir una novela sobre ella?

Me habla de ella por primera vez José Luís López-Linares, cuando trabajaba en su productora de cine documental durante una beca postdoctoral que yo había recibido para participar en un proyecto de CSIC. Simplemente me sorprendió y me atrajo su figura, así como el hecho de haber sido tan poco recordada.

Recordaba ese «silencio que aún retumba en nuestros días» que escribió en la novela ¿Es ahora el mejor momento para gritar alto y claro su nombre?

No sé si ahora más que nunca es momento de hablar de una mujer como Luisa Medrano a quien la historia parece haber olvidado. Vivimos un momento de cambio, un proceso que va a ser largo y molesto para mucha gente en el cual se va a seguir insistiendo en temas como la reivindicación de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres o el reconocimiento de méritos con independencia del género de cada uno. La novela llega ahora pero esto es un recorrido que hace tiempo que ha comenzado.

Se dice que un novelista que recurre al pasado para hacer ficción debe aprovechar las lagunas… ¿La vida de Luisa Medrano, una poetisa y pensadora de la que no se conserva nada escrito, es una laguna en sí misma?

De hecho no hay constancia de que fuera poetisa siquiera, no hay obra que se le pueda atribuir. Es efectivamente una laguna y por eso me sentí motivada a novelar su vida: crear una auténtica ficción en un contexto real y conocido.

¿Acercarse a ella a través de terceros era parte de ese juego?

Sí: dar voz a Luisa por medio de aquellos que pudieron haberla conocido era casi más importante que tratar de reconstruir una biografía lo más verídica posible. Como no hay voz propia, se la tienen que dar los demás y cada uno a su manera aporta una perspectiva diferente, filtrada por sus propias experiencias.

Sintió en algún momento, como escritora, como mujer, una conexión con el personaje…

Sí, es inevitable conectar con los personajes que una escribe aunque no necesariamente con los protagonistas. En la historia de La catedrática la materia prima soy yo, son mis amigos, los recuerdos de otros, las experiencias compartidas… Todo suma en la cocina de los escritores, por supuesto.

Cuando uno se acerca a la intimidad de un personaje histórico, ¿no siente vértigo? ¿En qué se fija para construir esa faceta al mirar la documentación histórica?

Sí, vértigo y respeto. Leí mucho sobre la época y las costumbres, los detalles de la vida cotidiana y demás aspectos que me ayudaron a imaginar situaciones y comportamientos ante determinados acontecimientos entre personajes. El simple hecho de sostener en las manos un libro del siglo XV inspira alguna idea que otra, por ejemplo.

A pesar de todo, Luisa Medrano también fue contemporánea de otra gran mujer relacionada con la educación, Beatriz Galindo, La Latina…

Fue contemporánea suya, sí, aunque sus situaciones eran distintas. Beatriz Galindo adquirió estatus docente dentro de la Corte de los reyes y estaba unida a Isabel la Católica hasta el punto de que llegan a considerarla su consejera.

¿Cómo era la vida universitaria en la Salamanca de Medrano?

Era un mundo marcado por la diferencia de clases y la picaresca. Los miembros del colectivo universitario (no sólo se matriculaban alumnos sino también artesanos y demás personas ajenas al estudio) se regían por leyes propias y en caso de cometerse una injusticia, eran juzgados por los representantes de la máxima autoridad académica: el rector y el maestrescuela; se trataba de un aforo independiente del sistema por el que se regían los demás ciudadanos no universitarios.

¿Qué ha sido lo más difícil de escribir La catedrática?

Para mí lo más difícil ha sido cerrar la historia. Salvo un par de fragmentos, escribí el libro en orden cronológico y me costó mucho llegar a darle un final coherente y con algo de fuerza para el lector. No sé si lo he conseguido pero sí que reconozco que es aquello en lo que más he trabajado, al margen de la documentación previa y la pintura de ambientes que tuve que hacerme antes de lanzarme a escribir, claro.

La escritora Hillary Mantel, hace un año, alertaba de que algunas novelistas históricas con sus obras estaban mostrando un “falso empoderamiento” de la mujer en determinadas épocas de la historia. ¿Falso empoderamiento o descubrimiento? ¿Qué opina?

Leí  En la corte del lobo por recomendación de Ana Rodríguez, mi jefa cuando trabajaba en el proyecto del CSIC. Si por algo me sorprendió esa lectura fue por la habilidad de la autora para introducirse en la mentalidad de hombres y mujeres del siglo XVI que nada tienen que ver entre ellos, sin apartarse de la tercera persona narrativa. Admiro a Hilary Mantel por eso ya que el resultado no es en absoluto tendencioso ni maniqueo.

En el caso de mi novela, en ningún momento trato de atribuir al personaje protagonista unas inquietudes propias de una mujer del siglo XXI porque sería absurdo y atentaría contra la coherencia narrativa: el siglo XVI no contempla el empoderamiento femenino, pero eso no significa que pudieran existir mujeres que se salieran de la norma. Los conflictos de Luisa Medrano en La catedrática podrán parecer de índole superficial porque van ligados a la correspondencia amorosa o el vínculo afectivo familiar y no a un afán de superación consciente, en lucha contra el hombre, pero no quise abordarlos de otra forma. Luisa defendiendo su cátedra en 1508 no tenía un concepto de sí misma como el que cualquier mujer puede tener hoy en día a la hora de enfrentarse a un examen universitario, sus motivaciones eran otras aunque sus inquietudes sí pudieran ser de índole intelectual y eso es algo en lo que estoy de acuerdo con Espido Freire en el debate que mencionas del año pasado, al hilo de las declaraciones de Hilary Mantel.

[DEBATE: ¿La novela histórica está mostrando un “falso empoderamiento” de la mujer en la historia?]

Después del histórico 8M y de reacciones populares tan masivas como las que acabamos de ver tras la sentencia del juico de La Manada, ¿es urgente remarcar más que nunca el papel que, aunque pudiera ser invisible, es indudable de la mujer en la historia?

La historia es de los hombres y de las mujeres, por supuesto que la mujer juega un papel en ella; en la medida de las oportunidades que ha tenido, ha hecho logros pero su relato ha sido contado por ellos. Como decía Ursula K. Leguin «cualquier poder humano puede ser resistido y cambiado por los seres humanos» y es el arte, la literatura en este caso, una herramienta más para proceder con este cambio. Remarcamos ahora los rincones olvidados, las vivencias silenciadas y los méritos no subrayados de aquellas que sí estuvieron y lo consiguieron pero que no han trascendido.

Las mujeres estamos viviendo un momento histórico de apoyo colectivo entre nosotras que efectivamente, nos empodera pero creo que es independiente del ejercicio de reconsideración que debe hacerse de aquellas figuras femeninas ninguneadas, con méritos no reconocidos a través de los siglos.

¿El sector literario aún es más machista? Cada vez hay más autoras y cada vez venden más, los datos dicen que ellas leen más, pero por ejemplo, en los premios, siguen siendo un territorio bastante masculino…

No manejo cifras ni estadísticas fiables al 100% de los últimos galardonados en premios literarios pero sí he oído quejas al respecto entre colegas de profesión que se posicionan en los dos bandos. Es un debate abierto.

Nosotras escribimos, leemos y compramos libros, tres acontecimientos que arrastran un negocio que se tiene muy en cuenta por parte de la industria editorial. Los premios, sea cual sea el ámbito dentro del cual se conceden y al margen del mérito creativo que conllevan, tienden a ser (con contadas excepciones) vehículos para llamar la atención popular sobre determinada figura tras la cual se alza determinada empresa y eso en mi opinión, trasciende la lucha de sexos.

¡Buenas lecturas!

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