Viaje a la desconocida Barcelona del siglo IX

Salón del Tinell (WIKIPEDIA)

Juan Francisco Ferrándiz (Cocentaina, Alicante, 1971) acaba de publicar, y con una gran aceptación en ventas nada más salir al mercado, su nueva novela La tierra maldita (Grijalbo, 2018). En ella, el autor propone una épica historia ambientada en la Barcelona del siglo IX. En el siguiente artículo, Ferrándiz nos hace de guía por la Barcelona de aquella época y por los restos que a día de hoy, todavía se pueden ver de ella.

[ENTREVISTA CON JUAN FRANCISCO FERRÁNDIZ: “Vivimos una época en que necesitamos ponernos en contacto con nuestra parte heroica”]


Un paseo por la desconocida Barcelona carolingia

Por Juan Francisco Ferrándiz | Escritor | TW:@JuanFFerrandiz

Barcelona era muy distinta en el siglo IX, cuando estaba bajo el dominio de Francia. Diferente incluso a la urbe medieval de los siglos XII y siguientes, con su comercio y la emergente burguesía.

Aquella Barchinona sobrevivía aislada en el último extremo de la Marca Hispánica, en la sangrienta frontera del imperio carolingio con Al Ándalus. Nada quedaba del esplendor de la antigua Barcino romana y solo contaba con poco más de mil almas cuyo destino pendía de un hilo. Sufría frecuentes incursiones sarracenas y parecía condenada a su fin, pero allí ocurrieron proezas épicas y grandes historias humanas que aún hoy sobrecogen y emocionan.

De aquella ciudad aún quedan algunos restos, por eso con imaginación y algunos datos podemos visitar Barcelona en el siglo IX…

(1) Llegando por la VÍA AUGUSTA. Nos acercamos desde Girona por la mítica calzada romana cuyo trayecto es parecido a la AP-7. En el siglo IX seguía en uso pero en muy mal estado. Cerca de la ciudad de Barchinona salía un ramal llamado la vía Francisca que transitaba por lo que ahora son las calles Carders, Corders y Bòria. En vez de casas veríamos restos de estelas y sepulcros romanos, y más allá bosquecillos, campos y ramblas. La costa al fondo era una marjal de marismas insalubres y lagunas. Delante, la ciudad se erguía sobre una pequeña colina, el Mons Taber, protegida por una recia muralla con unas 78 torres, por eso la llamaban la ciudad coronada.

La vía Francisca antes de llegar a la ciudad cruzaba una rambla llamada el Merdançar, pues recogía aguas residuales. En la parte opuesta estaba el Areny, que es hoy la famosa Rambla y desembocaba en el Cagalell (donde está la estatua de Colón), una laguna que se desecó siglos más tarde.

Aún no existe el Born y alrededor de la ciudad apenas hay casas pues los ataques lo arrasan todo. En la playa los pescadores alzan sus cabañas junto a la vieja iglesia de Santa María, que será con el tiempo Santa María del Mar. La suponemos de estilo mozárabe, con arcos de herradura de ladrillos y una decoración simple, en sus entrañas guardaba un valioso secreto que será descubierto a finales del siglo IX.

Al norte veríamos dos acueductos romanos que abastecieron Barcino, aunque ya estaban en desuso, como el alcantarillado. La primera arcada puede verse en la actual Plaça Nova (junto a la catedral).

(2) Entrar a Barcelona…

Barcelona tenía las mismas cuatro puertas de la Barcino romana. Solo se conserva el portal Bisbal, en la actual Plaza Nova, cuyas torres impresionan. También podemos recorrer el perímetro de la ciudad (con forma ovoide) en unos pocos minutos, empezando por la Plaza Nova y luego por Tapinería y dels Sots. Llegaremos a la calle Regomir, donde estaba la puerta de la ciudad que miraba al mar, y luego por Aviñón, Banys Nous y de la Palla, aunque aquí la muralla transcurra entre los edificios. Ante la sobriedad y grandeza de estas losas debemos pensar que en el siglo IX ese muro protegió con éxito la vida de todos los barceloneses.

En el siglo IX lo más desalentador era el interior de la urbe. El trazado rectilíneo romano había desaparecido. Las casas, entre calles estrechas y tortuosas, se arracimaban cerca de las pocas iglesias visigodas y parte de la ciudad eran huertos y solares baldíos.

Se construía con tapial, barro y material reaprovechado y solo algunos palacios de la nobleza local serán de piedra. En las huertas y solares yermos aparecían ruinas romanas como vemos en al número 10 de la calle del Paradís, sede del Centre Excursionista de Catalunya. Allí se conservan 4 columnas romanas del templo de Augusto que presidía el foro. En la edad media las columnas romanas eran llamadas El Miracle pues se atribuían al poder de los santos. Hoy nos impresiona su altura pero sobretodo el hecho de haber resistido los avatares de la ciudad.

Muy cerca está la iglesia más antigua de Barcelona, la de los Santos Justo y Pastor. Ahora es gótica pero ha habido culto ininterrumpido desde el siglo IV.

Pero, ¿dónde podemos ver esa vieja Barcelona?

Restos arqueológicos en el MUHB, museo arqueológico de Barcelona (WIKIPEDIA)

(3) En las entrañas de la tierra.

Bajo tierra está la ciudad que conocieron el obispo Frodoí o el mítico conde Guifré el Pilós. Entraremos al Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), en la Plaza del Rey. Cruzaremos los cimientos de la muralla romana y parte de Barcino hasta llegar al emplazamiento de la época carolingia. Allí se encuentra el complejo episcopal donde se establecieron el conde y el obispo. En primer lugar encontramos los cimientos de una pequeña iglesia visigoda cruciforme y las tijas donde se guardaba el grano. Enseguida llegaremos al aula episcopal, una bella estancia donde el obispo ejercía su gobierno y donde se gestaba el futuro de la ciudad. No debemos olvidar acceder al baptisterio visigodo, pues es tal vez el lugar más sagrado de la ciudad desde tiempos inmemoriales. Allí, en penumbras y silencio, parece que las piedras desprenden una energía primigenia. Estaba junto a la catedral que erigió el obispo Frodoí, pero sólo vemos ya parte del pórtico del templo románico levantado en el siglo XI.

¿Cómo sería la catedral carolingia? Si observamos otras de la época la imaginamos muy pequeña y rectangular, con tres naves soportadas por columnas y arcos de medio punto. Seguramente con el techo de madera o bóvedas de cañón hechas de ladrillos cocidos.

Finalmente llegamos al antiguo palacio episcopal, la residencia real de Frodoí, justo debajo de la placita de Sant Iu. Parece una fortaleza de ventanas altas y estrechas. En realidad es el único centro de poder que queda de la época, pues el palacio condal sólo podemos intuirlo bajo lo que ahora es el salón del Tinell. Se sabe que era una fortaleza de recios muros con forma de U que se fue modificando con los siglos.

Todos estos lugares guardados en las entrañas de Barcelona siguen emanando una fuerza atávica y están poblados de fantasmas con historias que contar.

Catedral de la Santa Cruz y Santa Eulalia, en Barcelona (GTRES)

(4) El secreto oculto en el último paso.

Dejamos el MUHBA y vamos a la Catedral de la Santa Cruz y Santa Eulalia. En la cripta de la mártir, detrás de la tumba, hay una lápida de mármol partida. Allí se menciona al obispo Frodoí y cuenta una historia, pero calla un secreto, un secreto que te invito a descubrir. Los difíciles tiempos que vivió la Marca Hispánica en el siglo IX nos hacen pensar que el peligro de la destrucción de Barcelona fue real, sin embargo su destino era otro muy distinto y debíamos saber el porqué. De ese latido primigenio surge la novela La tierra maldita.

*Las negritas son del bloguero, no del autor del texto.

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