‘Pura raza’: nazis, nacionalismo vasco y Segunda Guerra Mundial

Amerizaje en la playa de la Concha de San Sebastián (España) del bombardero Heinkel 111 que trasportaba a Léon Degrelle desde Noruega en mayo de 1945. FOTO Vicente Martín / WIKIPEDIA

Francisco Núñez Roldán (Madrid, 1949) acaba de lanzar su última novela Pura Raza (Algaida, 2018), una novela de espionaje sobre las relaciones del nacionalismo vasco con los distintos bandos de la Segunda Guerra Mundial. Aprovechando que este miércoles presenta esta obra en Madrid, acompañado por Juan Eslava Galán, el autor escribe para XX Siglos el siguiente artículo donde bucea en la historia real que se esconde tras su novela.


Nazis, nacionalismo vasco y Segunda Guerra Mundial

Por Francisco Núñez Roldán | Escritor

Descubrir el pasado y novelarlo crea interés por el tiempo que fue, por las gentes que fueron, y a poco que se ahonde se descubren los hilos que nos unen con ellos de manera quizá más firme de lo que pensamos o nos gustaría. En la novela Pura Raza, utilizando el bajo continuo étnico que latió y late en el nacionalismo vasco, he buscado plasmar un periodo de choque, gozne donde se ensamblaban intereses distintos que pretendieron soslayar diferencias, a fin de sacar el mayor provecho de las inmensas tensiones que supuso la Segunda Guerra Mundial para toda la sociedad europea.

Cuando la veloz y sorprendente invasión alemana de Francia en 1940, muchos exiliados españoles quedaron atrapados en una geografía que de más o menos acogedora se había trocado en francamente hostil.  Entre ellos, los nacionalistas vascos que abundaban en el suroeste lindante con  España. Las  tres pequeñas y plácidas provincias vascofrancesas se vieron en otras manos, y en aquella geografía convergieron fuerzas y tensiones muy distintas:  la red Cométe se encargaba de pasar a España aviadores aliados caídos en Francia, el mineral de hierro vasco se contrabandeaba hacia los puertos locales para terminar en Alemania, los servicios secretos ingleses en los consulados españoles infiltraban a sus agentes en la parte francesa, y los marineros nacionalistas vascos informaban de cargas y singladuras de buques con destino a los alemanes, a fin de que la todopoderosa marina británica los detuviera o simplemente hundiese en alta mar.  Por encima o debajo de todo estaba el plan germánico de construir una “Europa de Los Pueblos”, a tenor de etnias y lenguas, y no de lindes políticas.  Un proyecto quizá encomiable si no fuese porque de entrada estaba imponiéndose por la fuerza y pensaba destruir naciones sencillamente mucho más antiguas y asentadas que Alemania. Luego, y tras su sentimental fachada, escondía el despiece de Europa a la medida de los intereses de un país que, paradójicamente, se expandía uniéndose a Austria y controlando Bohemia y Moravia, mientras se pretendía a las demás naciones europeas más desmenuzadas y divididas, en línea racial y social con conceptos sensitivos y lingüísticos románticos.  No es de extrañar que el nacionalismo corso, bretón, valón, croata y eslovaco, entre otros, aplaudiesen aquel intento que favorecía sus ansias.  En esa línea, también probaron suerte los alemanes con un sector del nacionalismo vasco exiliado en Francia.

Estos habrían de perdonar a los invasores minucias como el apoyo a Franco en la guerra, bombardeo de Guernica y demás hazañas de la Legión Cóndor, con tal de que gracias a ellos se consiguiera una Euskal herría soberana. Razón de Estado. Al menos eso pensaban quienes, entrevistados en 2013 para la película Una esvástica sobre el Bidasoa, justificaron esos contactos como un mal menor, como una comprensible defensa contra un invasor más duro, según ellos, como era el régimen franquista. La filmación es de libre acceso en YouTube.  La tal película se hizo a propósito de un documental que se creía perdido pero se halló en Berlín en el año 2000: Im Lande der Basken, también en YouTube y mandado hacer por el general SS Werner Best al director Herbert Brieger en 1942. Era parte de la propaganda pensada para convencer a la sociedad alemana de la pureza de un lugar que más o menos estaría esperando como agua de mayo la llegada de otra raza pura y poderosa para independizarla de sus tiranos seculares, los españoles, claro, y colocarla en una situación de independencia o al menos protectorado. El Tercer Reich era desde luego una potencia de la que pocas frivolidades podían esperarse, pero por pedir, que no quede.  Por intentarlo, tampoco.  A costa de lo que fuera.

Así pensaron también los vascos exiliados en la zona aliada, que con el mismo propósito se incrustaron -el verbo es apropiado- en los servicios secretos británicos y sobre todo norteamericanos, con tal fruición que desde 1943 hasta el final de la guerra el Servicio Secreto del Gobierno Vasco, controlado siempre por el PNV, desaparece como entidad independiente de dichos servicios.

Pero esa es una historia más conocida, creo. La novela Pura Raza pretende indagar en esa otra parte del nacionalismo vasco que coqueteó con los alemanes con el señuelo de la independencia, o tal imaginaban.  Y es cierto que en caso de haber ganado la guerra el Eje, los de Iparralde hubieran podido quizá solicitar el premio a su colaboración… Otra cosa es que los hipotéticos vencedores hubiesen querido enemistarse con Franco por un quítame allá esa esquina de la península.

Como exactamente hicieron, es decir, no hicieron, los aliados, una vez ganado el conflicto.  Comenzaba la Guerra Fría y no era cosa de remover las aguas españolas, de cuya dictadura se abominaba pero que tan requetebién servía y sirvió a los intereses geoestratégicos del llamado Occidente.

Pura Raza quiere rescatar así un tiempo ideológicamente más cercano de lo que nos gustaría, pese a los tres cuartos de siglo transcurridos desde que sucedieron sus páginas y personajes, muchos de ellos reales.  Porque asombra descubrir, cuando se ha indagado en ello, cómo nuestro nacionalismo periférico -en realidad tan reciente, pero tan virulento-, no para en barras en los resortes, los argumentos, los fines de su afán deconstructor. Todo a trueque de una edípica cercanía de la cosa pública, un cambio de gobernantes locales en absoluto más eficaces ni honrados, que no tienen recato en desbaratar una singladura común que tanto ha costado construir, que tan provechosa ha sido y es para el común de las gentes, ellos los primeros, en este país que por ahora, no sé por cuánto tiempo, anda llamándose España.

*Las negritas son del bloguero, no del autor del texto

3 comentarios

  1. Dice ser Josean

    Vascos, nazis, la II Guerra Mundial,… lo tiene todo, el sumun del chaperismo literario para vender libros.

    11 abril 2018 | 10:31

  2. Dice ser Gustav

    Se sabe que Hitler quería casarse con una vasca, pero cuando le trajeron 69 mujeres de Bilbao se horrorizo y dijo que jamas se casaría con una mujer.

    11 abril 2018 | 11:22

  3. Dice ser Gustav sabes que te gusta

    Por eso despues se desposo contigo y se paso lo que le quedo de vida soplandote en la nuca.

    11 abril 2018 | 14:39

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