Literatura, historia y aprendizaje a través de la novela histórica

Imagen promocional de la película Ágora, sobre la figura de Hipatia de Alejandría.

Magdalena Albero, es profesora titular en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona y ganó la segunda edición del premio del Certamen Internacional de Novela Histórica Ciudad de Úbeda con su debut Los caminos del mar (Roca Editorial, 2014). En este artículo, Albero reflexiona sobre la utilidad de la ficción histórica en el aprendizaje, tras haber impartido recientemente una conferencia sobre el tema en Granada.


Literatura, historia y aprendizaje a través de la novela histórica

Por Magdalena Albero | Profesora y escritora | @AlberoAnd1

Hace un mes estuve en la Universidad Granada, invitada por el profesor Andrés Palma, para hablar con sus alumnos de mi novela Los caminos del mar.  Es la obra con la que han trabajado este año en el Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de esa universidad.  Ha sido una experiencia muy enriquecedora, que me ha confirmado todo aquello que ya intuía sobre la novela histórica.  Creo que el viaje al pasado que propone la novela histórica es una forma de ayudarnos a comprender el presente, de responder a dos preguntas fundamentales: qué es aquello que ha cambiado y qué se mantiene igual.  A partir de ahí podemos preguntarnos el porqué de esos cambios y de esa continuidad.

La novela histórica nos propone una experiencia individual y una experiencia colectiva. Dentro de la experiencia individual nos muestra, al igual que todas las novelas, a unos protagonistas marcados por un contexto determinado que los he hecho como son, y que irán evolucionando a partir de sus  experiencias vitales.  En ese proceso llegan situaciones que ocasionan sentimientos universales y atemporales.  En el caso de la protagonista de Los caminos del mar aparecen, entre otros, los sentimientos que genera el enamoramiento, la maternidad, la enfermedad o la muerte.  El ser humano reacciona de manera muy similar en el siglo III a.C. y ahora, aunque luego cada cultura y cada época revista esos acontecimientos de manera distinta.  No hay que olvidar que, en el centro de toda novela, y la novela histórica no es una excepción, está la aventura humana de sus protagonistas quienes, como todos nosotros, deben aprender a navegar por la vida. Entre los temas comunes de la experiencia humana de todas las épocas, yo escogí tratar el de la búsqueda de la libertad personal y las dificultades que este deseo conlleva. Todos los personajes de mi novela buscan, dentro de sus posibilidades, esa libertad, y asumen las contradicciones que esa libertad conlleva. Porque la otra cara de la libertad es la soledad, las dificultades que supone saberse diferente.

Si nos fijamos en la experiencia colectiva del ser humano, común al pasado y al presente, la novela histórica permite presentar situaciones verosímiles en la época en que transcurre la historia, pero que el lector pueda entender desde la sensibilidad de alguien del siglo XXI.  En el caso de Los caminos del mar, se muestra como el deseo de ir más allá de lo que nos impone la sociedad ha existido en todas las épocas, y que todo proceso de cambio requiere de mucho tiempo y gran dedicación para producir resultados.  Una de las temáticas que aparece en la novela es la dificultad para conciliar la vida laboral y familiar. La protagonista debe asumir renuncias, y su experiencia se parece mucho a la de una mujer contemporánea. Otro paralelismo con nuestra época actual es la importancia de la creación y acceso al conocimiento, y las dificultades que tienen quienes, por cuestiones de género, origen o clase social, no pueden acceder a él.  La labor de mecenazgo cultural que practicó el rey Ptolomeo I durante los primeros años del helenismo, y la diáspora de ciudadanos griegos que en el siglo III a.C. se fueron a vivir a Alejandría, se parece mucho a lo que hoy llamamos fuga de cerebros.  Aquel gobernante actuó de mecenas de las artes y de las ciencias para convertir Alejandría en el centro cultural del Mediterráneo, una manera de hacer muy similar a la política de captación de talento que realizó Estados Unidos en el siglo XX, o el mecenazgo practicado por los Medici en la Florencia del siglo XV. Otra similitud la podemos encontrar en los monumentos que marcan la importancia de las ciudades.  El faro que se está construyendo cuando la protagonista de la novela llega a Alejandría, el Partenón de Atenas o el coloso de Rodas, son señas de identidad gloriosa de aquellas ciudades del siglo III a.C., al igual que más adelante lo fueron las grandes catedrales europeas y edificios emblemáticos como las desaparecidas torres gemelas de Nueva York, y ahora los edificios del arquitecto Gehry en Bilbao y Paris, o las altas torres de las economías emergentes, como la torre de Tianjin en China o el Burj Dubai en Dubai.

La novela histórica ayuda también a detectar grandes cambios sociales.  Por ejemplo, en la época en que transcurre mi novela, la existencia de esclavos era una situación normal que nadie cuestionaba. También nos permite conocer el inicio de la experimentación científica y preguntarnos por qué se interrumpió. El avance en la comprensión del funcionamiento del cuerpo humano que alcanzaron médicos como Herófilo de Calcedonia, que se muestra en la novela, no se recuperó hasta el Renacimiento.  Esta historia de ficción nos permite mostrar la labor real de esos médicos de la antigüedad poco reconocidos. También recupera la memoria de personajes como el filósofo Epicuro, cuyo pensamiento continúa vigente y se puede aplicar a nuestra realidad contemporánea.

La novela histórica funciona como un puzle que nos permite hablar de personajes, de ciudades, de conflictos, de avances culturales o retrocesos, de arte, de mitología, de comidas, creencias, valores y costumbres de una época.  Y a partir de ahí hacernos preguntas sobre nuestro presente.  Los estudiantes que aprenden historia a través de una novela histórica empiezan por situar en el mapa los lugares donde transcurre la trama, luego se interesan por los personajes reales que aparecen y el papel que ocupan en la historia. Y lo hacen gracias a tramas que enganchan porque en ellas se muestran situaciones con las que pueden identificarse.  Aprenden sin darse cuenta y empiezan a ver la historia no como algo aburrido del pasado sino como una experiencia motivadora.  Como dice Andrés Palma, “metes al alumno en la trama y comienza a descubrir cosas”.  Y el aprendizaje por descubrimiento es aprendizaje de verdad. Es el que consigue convertir la información en conocimiento, algo que no es habitual que suceda si aplicamos los currículos escolares descontextualizándolos de la experiencia del alumno.

Creo que una novela histórica bien documentada debería merecer el respeto de los historiadores, y todos los autores hemos de perseverar en nuestro esfuerzo por ofrecer rigor histórico, creatividad y entretenimiento de calidad.

*Las negritas son del bloguero, no de la autora del texto.

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