Penélope Acero, editora de Edhasa: «El lector de novela histórica actual necesita más trama y menos contexto»

© Maica Rivera. CEDIDA POR EDHASA.

Patrick O´Brien, Simon Scarrow, Lindsey Davis, Bernard Cornwell, Steinbeck, Marguerite Yourcenar, Baer, León Arsenal, José Luis Corral… Podría seguir un buen rato enumerando autores de novela histórica que he descubierto a lo largo de mi vida gracias a un ejemplar publicado por Edhasa. Sello icónico del género en español, Narrativas Históricas Edhasa cumple 40 años este 2018 tras vivir unos años convulsos. Y para celebrarlo esta editorial ha convocado un premio del género que fallará a finales de este mes . Por todo esto -aniversario, premio, género, situación editorial- charlo con su editora, Penélope Acero, sobre este sello, imprescindible para los amantes de la ficción histórica en español.

Edhasa era el referente de novela histórica en este país, con cuarenta años apostando por el género, pero ha vivido momentos duros con la crisis y la caída de su distribuidora. ¿Cómo han cambiado estos años la editorial?

Edhasa ha cambiado para bien, aunque vamos poco a poco. Tuvimos un bache importante cuando reventó la distribuidora y la crisis económica obviamente no ayudó. Perdimos potencial todo el sector, pero con nosotros se agravó la situación. Poco a poco ese bache ha pasado. Estamos trabajando muy duro intentando mantener el catálogo y buscando nuevas voces. Centrándonos también en autores españoles, porque ahora hay muy buena literatura histórica española y antes había menos, aunque hay que saber buscarla. No somos los más felices del planeta, pero estamos contentos porque estamos recuperando terreno.

Hablas de apuesta por autores españoles -como Emilio Lara o Ildefonso Arenas-, pero notamos también salidas de vuestro catálogo internacional como Lindsey Davis o Gisbert Haefs (los dos ahora en Ediciones B)…

Sí, o como Isabel García Trócoli, cuya primera novela, Rubricatus, es brutal. Pero no es tanto porque sean españoles o no. Es que en España ahora mismo hay un momento de apertura en el que los españoles escriben tanto de lo español como de lo internacional y eso está muy bien. La novela histórica internacional se basa mucho en temas concretos que, bajo nuestro punto de vista, están un poco colapsados para España. Aún así, hemos intentado conservar autores fundamentales: como Bernard Cornwell, que no creo que nadie escriba batallas como él, o Simon Scarrow.


«En los tiempos en los que vivimos, es fundamental conocer la historia, que es quien nos dicen quiénes somos, dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí. Y hacia dónde vamos, que es lo que nadie entiende». 


¿Así que la novela histórica extranjera está un poco colapsada?

No, no, no quiero decir eso, entiéndeme. En los tiempos en los que vivimos, es fundamental conocer la historia, que es quien nos dicen quiénes somos, dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí. Y hacia dónde vamos, que es lo que nadie entiende.  Tenemos tanta historia olvidada, que me parece importante recuperarla, y es más fácil hacerlo con autores españoles que con autores de fuera, que por razones obvias ni la conocen ni les interesa tanto y se centran en temas más cercanos. Aquí los autores están siendo capaces de encontrar resquicios de la historia que no dejan de ser reflejo de otras muchas cosas.


«Los grandes historiadores, que en España hay muchos y buenos, no acaban de ser didácticos o de llegar al público general».


¿La novela histórica es buen elemento para aprender historia?

Para mí sí. Los grandes historiadores, que en España hay muchos y buenos, no acaban de ser didácticos o de llegar al público general. La mayoría de sus libros son tesis, cátedras, papers que dicen los ingleses, y son maravillosos, pero necesitas tener tanto nivel, tanto conocimiento previo, que te pierdes o el lector medio se aburre. Ese que dice: yo quiero saber de esto, pero quiero empezar con que alguien me lo explique de forma más sencilla. Si la novela histórica está bien documentada -que es lo que nosotros intentamos- sirve para tener unas bases. El autor puede contextualizar eso con una historia aventurera, romántica, épica o política, de manera que el lector comienza a aprender conceptos, contextos… Y poco a poco comienza a saber más y quizá, en algún momento, logra llegar a esos textos académicos de los que hablábamos entonces. Tienes que entender el pasado para entender el presente. Y en ese nivel, la novela histórica sí funciona. Además, tiene la ventaja frente a lo académico, que te cuenta una historia que te engancha, aprendes sin querer. Es un poco lo que hacía Disney: su eslogan al principio era Eduteinment, educar entreteniendo. Sin que te des cuenta, la novela histórica te enseña muchas cosas.

¿Cómo buscas esos nuevos autores españoles de los que hablabas antes?

Es muy difícil, aunque hay mucha gente que escribe ahora. Eso que dicen que antes de acabar la vida hay que haber tenido un hijo, plantado un árbol y escrito un libro. Tener un hijo puede pasar, plantar un árbol es fácil y escribir un libro mucha gente cree que puede hacerlo. Es cierto, casi todos pueden hacerlo, pero es muy distinto hacerlo de verdad. Y en el caso de la novela histórica, más. No solo necesitas tener buena pluma, que también, sino que necesitas tener un conocimiento histórico, necesitas engarzar una historia en el contexto… Hay gente que sabe escribir porque tiene una capacidad lingüística portentosa y hay gente que sabe mucha historia, pero no le sale hacer una novela. Encontrar el punto medio es muy complicado. Y hay gente a la que puedes trabajar para que haga algo bueno. ¿Cómo encontrarlo? Te lo puede decir un amigo, te puede llegar un manuscrito a la editorial -ese montón de manuscritos que no disminuye-, otros autores que has leído y te preguntas ¿y si tienen algo ahora? y hay que tener suerte. Porque entre agencias, otras editoriales extranjeras y demás, siempre te llega algo. Por eso hemos montado el premio de novela histórica, porque sabemos que hay mucho y bueno, pero encontrarlo es difícil.

El premio que habéis convocado y falláis a finales de este mes resulta ambicioso por dotación y jurado…

Después de todos los problemas, ahora otra vez con toda la ilusión y reposicionándonos, nos dimos cuenta que en el 2018 Narrativas Históricas Edhasa cumplía 40 años. Nuestra colección fue la primera que salió en español en novela histórica, con Marguerite Yourcenar, Steinbeck y todos aquellos grandes clásicos. Y seguimos con ellos. Nos sentimos orgullosos de haber sido los primeros en apostar por el género y haber aguantado -que como editorial tenemos 70 años-. Lo queríamos celebrar y elucubrando cómo, vimos que han desaparecido muchos premios de novela histórica. La novela histórica es lo que nos abandera. Y montamos un premio, pero había que acotarlo: decidimos que fuera en español y que fuera hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Creemos que para hablar de la historia tiene que haber pasado un cierto tiempo.

El jurado también es de altura…

Está Santiago Posteguillo como presidente del jurado, que es el autor más vendido en español y yo como lectora me enamoré de sus novelas sobre Escipión. Es un honor para nosotros. Queríamos un jurado compensado y por eso pensamos en un periodista cultural muy reconocido en el género como era Jacinto Antón, de El País; como crítico literario Sergio Vila-Sanjuán, de La Vanguardia, era incuestionable; una persona de la casa, de Edhasa, como su editor y presidente Daniel Fernández y necesitábamos una mujer. Elegimos a Mari Pau Domínguez porque tiene esa doble vertiente como periodista y novelista. Queríamos equilibrio. Tenemos un jurado al que no solo se lo agradecemos, sino que además es bueno. Van a avalar que el premio sea competente. Estamos nerviosos y con ganas de ver qué sale de aquí.

Vuestro sello lleva 40 años como me decías y tú llevas trabajando aquí nueve años. En todo este tiempo, ¿cómo crees que ha cambiado el lector del género?

Creo que hay dos tipos de lectores de novelas históricas. El primer tipo busca novelas que se acercan al ensayo: son los mas clásicos, los que quieren historia fidedigna que no haya elucubraciones, que sea lenta les da igual, quieren rigor y detalle. Y son los menos, a día de hoy. El lector actual necesita más historia que contexto, aunque siempre busque rigor. Necesitan más evasión y trama, y es así por la época en la que vivimos donde estamos saturados de información. Cuando lees, necesitas irte a otro mundo. Pero los grandes momentos, los grandes temas, los grandes personajes, perviven.

Y, además, sean de los clásicos y los modernos, los lectores de género no quieren errores. Si pones un candelabro en época egipcia, recibirás cientos de correos de lectores que lo han cazado. En Edhasa tenemos una anécdota paradigmática: en El puente de Alcántara, una novela maravillosa por la que no ha pasado el tiempo y que se sigue vendiendo, de la que llevamos 35 o 36 ediciones. Y hasta hace tres o cuatro había un pasaje en el que ponía «en las alforjas lleva un pene». Hasta que hace unos años un lector nos escribió: ¿en serio lleva un pene? No, claro que no, era un peine. Esa «i» voló. Pero esa es la excepción que demuestra la regla del lector de novela histórica: en este caso extraño tardó treinta ediciones, pero en general te sacan los errores enseguida. ¡Cómo puede ser que en la época de Tito la cota de malla fuera así! Madre mía, los lectores son muy listos. Y hay que tener un respeto enorme por ellos. Lo sé como editora y como lectora también, porque la primera que se enfada soy yo.


«Hay que educar. La historia está olvidada. Cada vez se enseña menos y menos bien».


En los últimos barómetros de lectura del CIS, la novela histórica era uno de los géneros favoritos en casi todos los rangos de edad, pero no el de los más jóvenes… ¿Qué hay que hacer para atraer al público joven?

Hay que educar. La historia está olvidada. Cada vez se enseña menos y menos bien. Ser profesor de historia es una tarea muy complicada. Te enseñan a empollar y esa no es la solución. La historia se puede explicar de dos maneras válidas: una mediante anécdotas para que se te quede casi por intuición o curiosidad; o por el entendimiento del contexto, del momento, por comparación con el momento. En el momento en el que la historia se basa en una sucesión de hechos, se hace aburrida. Y hoy en día jugamos en contra de la sobreinformación, los niños ya ven la tele en internet, en las tabletas… Ven series, películas. Se informan online. Hay que engancharlos de alguna manera, y lo de siempre no vale. Eso en la escuela, pero también están los padres, que tienen cada vez menos tiempo, también sabemos menos. Pero cualquier chaval al que le explicas una historia real emocionante se engancha y quiere saber más.

Te lo digo por experiencia propia: este verano fui con unos amigos que tienen dos niños. Uno de ellos se quejaba de que su padre no se sabía muchos cuentos y se aburría. Y  mamá, tampoco. No se inventaban nada. Yo le dije: ¿qué te gusta? Y me dijo ¿sabes la historia de Hércules? Le conté la de la Medusa. El niño no se despegó de mí todo el día. No sé si fue buena idea (se ríe), pero prueba que les gusta, si lo sabes contar. Los libros de hoy están genial para los niños, pero las historias de siempre funcionan, porque son niños y no hay nadie con una imaginación tan poderosa. Ni con tantas ganas de conocimiento. Hay que buscarlos, pero hay que querer y saber.

Nos pasa a todos, incluido los adultos. Ahora tenemos mucha gente que está enganchando a Bernard Cornwell por la serie de The Last Kingdom (en España en Netflix) y que no sabía nada de las novelas. Y ya llevamos diez libros de esa serie apasionante. Lo han visto en la tele y nunca es tarde. Nuestra ventaja es que nunca es tarde. Cuanto antes mejor, sí, pero nunca llegamos tarde.

The Last Kingdom, El estornudo de la mariposa que habéis anunciado la venta de derechos para el cine… El cine y la televisión influyen a la hora de vender libros, seguro, ¿pero tanto como antes? Pienso por ejemplo en la película de otro libro vuestro, Silencio, que se estrenó ahora hace un año…

Sí que influye -de Silencio hemos vendido bastante por la película-, pero no tanto como antes. Antes salía una película de un libro y aunque no hubiera vendido nada tenías un bestseller. Ahora no, pero ayudan mucho. Silencio la habíamos publicado hace muchos años: es una novela maravillosa y no es para todos los públicos, tiene su complicación. La teníamos en el almacén y no la podíamos colocar. Salió la película, colocamos todo lo que teníamos y tuvimos que reimprimir aquí y en Latinoamérica. El cine influye en todos: en los periodistas, en los libreros y en el lector mismo. Dicen: no sé que es Silencio, pero si a Scorsese la ha gustado, habrá que echarle un ojo.

Ahora en el mercado hay una combinación real, que lo están trabajando desde la Federación de Editores, el ICEX y los festivales. Se hacen hacen muchos encuentros entre escritores, guionistas y productores de cine. Está comenzando a producirse una simbiosis importante que no sé en qué acabará, pero que está bien, es bueno y  no deja de ser normal. Una historia se puede contar en diferentes medios. Pasaba siempre, pero hasta ahora solo pasaba con los grandes bestsellers. Hay historias muy buenas que pueden ser más cinematográficas que novelescas. Es el arranque de un caldo de cultivo que creo que será bueno para todos.


«En el momento en el que vivimos debemos promover las novelas sobre las tres culturas».


Y a nivel internacional…¿Qué le falta a la novela histórica española para dar el gran salto?

Hay países en los que la novela histórica funciona casi por norma. En Alemania la novela histórica vende; en Francia e Italia más o menos también. Pero por ejemplo en el mercado anglosajón es complicado. Hay ejemplos paradójicos como Ken Follet o Bernard Cornwell, claro. A la hora de traducir, los países donde tienen más éxito ese género traducen más. También pasa con la exportación con Latinoamércia donde lo histórico funciona más en México y Chile que en Argentina y Colombia.

Otra cosa es que en este España estemos acostumbrados a traducirlo todo. Eso también influye al revés. El mercado anglosajón apenas traduce porque casi todo lo que venden es producción en su propio idioma. Para qué van a traducir algo, si ellos tienen muchos autores. Solo traducen los grandes bestseller: María Dueñas, Pérez-Reverte o Carlos Ruiz Zafón… Pero Pérez-Reverte, antes del inglés, ya había traducido al italiano, al francés, … a lenguas más pequeñas. Es más fácil traducir al italiano que al inglés, aunque autores y editores prefieran el inglés porque llegas a millones de lectores. Pero ese mercado está copado. Primero hay que triunfar. La última que hemos logrado traducir nosotros ha sido Colosseum, de Jordi Nogués, y al italiano.

A mi me llegan novelas buenísimas en otros idiomas cuyos personajes y temas me quedan lejísimos. A veces lo hemos intentado, porque pensábamos que eran buenas, pero es tan difícil venderlas. Cuando la historia no es reconocible y no es cercana, es difícil de vender.

Ahora mismo, ¿cuáles son los temas y ambientaciones que funcionan?

Siempre hay épocas que han predominado en el imaginario del lector: Roma gusta porque es cercana, da igual donde esté ambientada, porque romanos somos todos, todos sabemos o creemos saber sobre ellos; a Grecia le pasa menos, pero también; los egipcios son más exóticos, pero gustan; la Edad Media, desde el siglo XIX y el romanticismo, también. Esas son las grandes épocas y no creo que cambien en mucho tiempo porque gustan a todos. Soy la primera que con doce años leyó Ivanhoe y sigo enganchada a las novelas medievales. Luego hay épocas desconocidas que gustan: godos, celtas; aspectos más oscuros del siglo XVII; épocas oscuras que están entre las romanos y lo medieval;… Yo por ejemplo, creo que en el momento en el que vivimos debemos promover las novelas sobre las tres culturas: hubo un momento en la historia en que aquí hubo tres religiones que convivieron, aunque no se quisieran ni se llevaran bien, con sus más y sus menos, pero crearon una época floreciente.

Hace no demasiado, salían muchas novelas sobre ese asunto…

Sí. Estuvo de moda, pero ahora apenas hay novelas sobre ese tema. Y ya hace un tiempo que es así.

No puedo evitar preguntarte, como sois una editorial con sede en Barcelona, cómo os está afectando la situación política en Cataluña…

Todo el mundo dice que está afectando, al mercado en general. Se está vendiendo menos de todo y con los libros también está pasando. Este conflicto es político y nosotros hablamos de cultura. Nuestro jefe, Daniel, es presidente de la Federación del Gremio de Editores, pero también lo fue del Gremi de Catalunya. Nosotros abogamos por la cultura, y eso significa, siempre, apertura de miras.


«El mundo del libro vive un momento en el que no se edita bien».


¿Como lectora qué te gusta de lo que hace la competencia?

Varía mucho lo que me gusta como lectora y editora. El mundo del libro vive un momento en el que no se edita bien. Nosotros intentamos no caer en eso, tenemos mucho cuidado en textos, encuadernación,… Se está perdiendo eso en general. Y a veces he cogido libros que se me han descuajeringado en las manos y eso me enfada como editora y como lectora.

En el tema novela histórica hay cosas de fuera de Edhasa que me gustan: Blas Malo y Coia Valls, que han salido con Ediciones B; me lo he pasado muy bien leyendo Vikingos de James L. Nelson en Pàmies…

¿Qué traerá Edhasa en este 2018?

Tenemos el premio y estamos focalizados ahí, porque va a ser una gran apuesta. Pero tendremos más: la nueva de Teo Palacios, que es un novelón con la Inquisición de por medio; tendremos más Scarrow, más Cornwell y otra novela de arqueros ingleses de otro autor. Mucho y bueno. Pero lo primero que llegará  será el premio.

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