Mario Escobar: «Nos fascina la Segunda Guerra Mundial porque nos gusta asomarnos al abismo»

El escritor e historiador Mario Escobar (FOTO DAVID YAGÜE)

Mario Escobar, historiador y novelista todo terreno que salta del thriller a lo histórico y de lo juvenil al terror con una facilidad y promiscuidad asombrosa, se ha convertido en un autor capaz de desafiar los temas que parecían vetados a autores españoles. Y sus embestidas le han hecho ser un escritor reconocido en su país, aunque como él suele decir, tiene más éxito al otro lado del Atlántico.

Ahora, le encontramos en una etapa de su vida donde, trabajando a destajo en todos los géneros y formatos, se está especializando en contar emocionantes historias sobre la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Novelas que tiran de empatía y de humanidad para llegar al gran público y adentrarlo en la historia. Tras Canción de cuna de Auschwitz (Harper Collins Ibérica, 2016) regresa con Los niños de la estrella amarilla (Harper Collins Ibérica, 2017, de la que sorteo dos ejemplares en Facebook): la historia de unos niños judíos que, huyendo de la persecución en Francia y del Velódromo de Invierno, serán acogidos por los habitantes de Le Chambon-sur-Lignon. Una historia real donde un pequeño pueblo «confirmó el alma de Francia», según dijo el presidente galo Chirac en 2004, en un momento donde Francia mostraba su cara más sombría.

Se calcula que aquellos aldeanos salvaron a unos 5.000 judíos. Ellos afirmaron después que «hicieron lo que había que hacer».

¿Cómo descubriste la historia de Le Chambon-sur-Lignon?

En 2011, Casa Sefarad me llamó para hacer un viaje: llevaban a un grupo de escritores e intelectuales a Francia para que conociéramos el Holocausto y la Shoah francesa. Escuchamos charlas de grandes especialistas y recorrimos varios pueblos y lugares por el país. Allí, entre otras historias alucinantes, escuché por primera vez la de Le Chambon-sur-Lignon. En 2015, cuando terminé mi anterior novela, Canción de cuna de Auschwitz, estaba un poco bloqueado. ¿Y ahora qué? me preguntaba. Me puse a recordar aquel viaje y a releer el libro que se hizo de él. Así que me puse a investigar, me puse a viajar y le dije a mi editor en EE UU, Larry Downs, que tenía una historia. Al principio, la titulé Los niños de Le Chambon-sur-Lignon, pero lo cambiamos por el actual: no sólo porque era más fácil de recodar sino porque simbolizaba ese estigma visual que aquellos niños tuvieron que llevar.


Se ha perdido grandeza. Vivimos en una sociedad mezquina que piensa en pequeño, solo en lo individual


Has escrito anteriormente novela juvenil, pero creo que es tu primera novela de adultos donde los protagonistas son niños.

Ha sido un reto muy grande, pero era lo justo: contarlo a través de los ojos de los niños de las víctimas. Quería manifestar cómo viven ellos la guerra y como ésta les hace madurar más deprisa, lamentablemente. Aún así, hay un mensaje en esta historia que sobresale sobre todo: cada generación tiene la oportunidad de cambiar la historia, el mundo. Como aquellos niños de la guerra que después crearon una Europa que ha tenido el periodo más largo de paz y prosperidad de su historia. Ya me gustaría que nuestra generación, y la que viene después, siguiéramos su ejemplo y lográramos lo mismo.

Quizá más en estos momentos en los que el ideal europeo parece que está cayendo. El brexit, los euroescépticos, los populismos…

Sí, y los nacionalismos. Después de esa Unión Europa que nos hacía ir juntos en este mundo globalizado tan complejo, ahora hay voces que piden no sólo todo para un país, sino ya para regiones ínfimas. Se ha perdido la grandeza. Esta generación de la guerra vio que tenía la oportunidad de pensar a lo grande, de tener una vida grande. Ahora vivimos en una sociedad mezquina, que solo piensa en lo pequeño, en lo individual. Lo que hicieron en aquella comuna francesa de Le Chambon-sur-Lignon fue grande: me sacrifico por un desconocido porque tengo unos valores que si los abandono,pierdo mi identidad.


Chirac dijo que Le Chambon-sur-Lignon era el «espíritu de Francia». Qué irónico que el alma del país fuera una comunidad hugonota al que el Estado había perseguido durante 400 años.


Precisamente en tu novela hay varios personajes que aun censurando lo que ocurre, no toman partido. Dicen «Esto es Francia, y tarde o temprano pasarán. Esto no es Alemania». Es la paradoja de tu novela, que rescatas algo luminoso de la historia de Francia en un momento muy tenebroso: el del colaboracionismo, el Velódromo de Invierno…

Eso es el ser humano, está lleno de contradicciones. La Tercera República francesa estaba hundida por la guerra y su propia autocomplacencia. Era una sociedad muy débil, vulnerable, y parte de sus sociedades se dejó seducir por el fascismo. Cuando Chirac visitó Le Chambon-sur-Lignon dijo que ahí estaba el «espíritu de Francia». Qué irónico que el alma del país estuviera en una comunidad hugonota, a la que el Estado galo había perseguido durante 400 años. Los consideraban el antiestado y fueron los que mejor representaron los valores de libertad, igualdad y fraternidad.  Una ironía más de la historia, pero que se cumple: los despreciados son los que dan brillo a los valores, porque están acostumbrados a perder y saben que la derrota es rendirse y dejar de ser uno mismo. Tenían el espíritu de Francia porque lo habían cultivado en el fuego de la persecución.


Los populismos siempre juegan a lo mismo: simplificar, buscar un chivo expiatorio y a comprar con dinero o privilegios a una parte de la sociedad resentida que quiere venganza.


Casi todo lo que dices de aquella Francia, con muchas matizaciones, lo podíamos aplicar a la España de hoy…

Estamos en un periodo bastante parecido al de entreguerras, pero sin los motivos que tenían para estar así: la Primera Guerra Mundial. Lo que tenemos ahora es más bien una lenta y paulatina degeneración de la sociedad y sus valores, afianzada por una fuerte crisis económica que ha dejado a muchas personas fuera. Los populismos siempre juegan a lo mismo: simplificar, buscar un chivo expiatorio y a comprar con dinero o privilegios a una parte de la sociedad resentida que quiere venganza. En los años 20 y 30 tenían la excusa de que parecía algo nuevo. Ahora ya sabemos cuáles son las consecuencias de ese nuevo mundo, pero seguimos cayendo en lo mismo.

Y precisamente en Francia, donde Le Pen ha estado cerca de vencer y todo se salvó en la segunda vuelta, pero logró un apoyo muy considerable.

Sí, la pregunta es hasta cuándo se salvarán en la segunda vuelta. La política francesa, como en el resto de Europa, está en caída libre. Pasa aquí, en EE UU…

Y coincide con una sociedad que desprecia los conocimientos humanistas y valora mucho el conocimiento utilitarista…

Es una nueva vuelta de tuerca. El estado nazi, tan lleno de mitología y de seudo ciencia e historia, se basaba sobre el avance, el darwinismo social, el progreso… Pretendía superar el siglo XIX con un paganismo científico. Me pregunto si no pasa algo parecido ahora. Cabe la diferencia de que ahí tenemos las lecciones de la Segunda Guerra Mundial y de los grandes totalitarismos y esperemos que no se olviden: aquellas atrocidades se hicieron también, en algún momento, en nombre también del progreso e incluso de la libertad.


Vivimos en una sociedad muy experiencial, así que con esta novela yo ofrezco a los lectores una experiencia histórica. Sin riesgo, pero que creo que van a recordar.


Llevas dos novelas similares, de corte histórico pero muy emocionales, ligadas quizá a lo más básico de la experiencia histórica, a lo que sienten sus protagonistas… 

Durante mucho caso no hice caso a mi mujer, y eso es siempre un error, que me decía: Mario, te mueves muy bien en los sentimientos, en las emociones de los grandes temas de la vida y te lo estás perdiendo por hacer novelas de aventuras, de thriller. Ahora, con estas novelas, quiero que se entretengan y no se aburran, claro, pero busco más que les llegue al corazón. Es muy difícil, yo recuerdo muy pocas novelas que lo hayan logrado conmigo. Una de las pocas buenas que ha traído el posmodernismo es que ha vuelto a reivindicar las emociones. Los seres humanos nos movemos más por emociones que por ideas. Si quieres cambiar, tienes que llegar a las emociones. Y esta novela tiene ese juego. El lector vive y ve lo que los personajes. Ofrezco al lector una experiencia. Si vivimos en una sociedad muy experiencial, donde la gente se tira hasta de puentes para sentirlo, yo les ofrezco una experiencia histórica. Sin riesgo, pero que creo que la van a recordar igual.


Muchos novelistas históricos, por una especie de complejo, han intentado hacer historia novelada y al final han logrado juntar lo peor de la historia con lo peor de la novela


Así que, ¿se puede aprender historia con las novelas?

Se puede abrir el apetito por aprender historia. El error de muchos novelistas que cultivan este género es que, por una especie de complejo mal llevado, han intentado hacer historia novelada y al final han hecho lo peor de la historia y lo peor de la novela. El novelista no debe presumir de lo que sabe, sino que lo que sabe debe ser el telón de fondo para la historia. Pero no deja de ser novelista. En España, que somos más papistas que el papa, hemos querido ser los más fieles históricamente en épocas donde ni la historia ha sido fiel a sí misma. Y así, algunos han logrado que la novela histórica sea muy elitista. Hacen falta más novelas con poso histórico, pero que lleguen a una gran masa de lectores. Que las novelas no sirvan solo para alimentar el ego del escritor y su complejo de no ser historiador. Que tampoco es tan importante.

¡Tú lo eres!

Por eso sé que no es importante (y ríe).

En tu faceta de historiador, eres especialista en historia moderna, el protestantismo del siglo XVI y la Inquisición, pero la mayoría de tus novelas tienen ejes contemporáneos, del siglo XX.


Soy un apasionado del estudio del nazismo porque creo que explica muchas cosas del ser humano y del mundo actual y, por otra parte, por la fascinación que provoca el mal. Y más, un mal tan estético.


Tuve una lucha muy grande cuando empecé la carrera porque me encantaban la contemporánea y la moderna. La Segunda Guerra Mundial me había fascinado desde muy pequeño, tendría trece años o así. Soy un apasionado del nazismo porque, por un lado, creo que explica muchas cosas del ser humano y del mundo actual, y por otra parte está la fascinación por el mal y más con un mal tan estético como el suyo. Hacían barbaridades y atrocidades, pero con estilo y estética. ¡Hugo Boss estaba ahí!

La Edad Moderna, en cambio, me parece más compleja de explicar. Igual que te digo que no me gusta meter abundancia de datos y dármelas de historiador en mis novelas, tampoco me gusta la simplificación, poner valores de otra generación y época en gente que era imposible que los tuviera. Lees Los Pilares de la Tierra y está muy bien y yo me divierto, pero está metiendo el siglo XX en la Edad Media y lo envuelve en melodrama. Yo me lo paso bomba y me lo leo, pero no es cómo vivían, ni cómo pensaban.


Intento no juzgar a los personajes, aunque sean despreciables, y no porque no tengan culpa, sino porque no soy un juez. Soy un narrador


En mi caso, el mayor elogio que me han hecho como novelista, y parece un insulto, es que cuando me han dicho «eres un poco nazi» o «eres un poco comunista». Yo intento no juzgar a los personajes, aunque sean despreciables, y no porque no tengan culpa, cuidado, sino porque yo no soy un juez. Soy un narrador. Al final un novelista es un periodista de lo que pudo ser. Por eso la novela siempre es buena cuando parece real, tiene que ser verosímil.

Ahora hay un boom de novelas y películas sobre la Segunda Guerra mundial… En pleno centenario de de la Primera Guerra Mundial triunfan más las ficciones sobre la segunda.

La Segunda Guerra Mundial fue un hecho tan traumático que nos sigue fascinando. Nos fascina asomarnos al abismo: comprender cómo llegó el ser humano a ese nivel de odio y destrucción.

¿La novela histórica española está en una edad de oro o en una burbuja?

La novela histórica española está deshinchada. Tengo una teoría: la novela histórica triunfa en momentos de calma  social y de enriquecimiento; porque cuando le va bien piensan, ¿cómo se hacía antes? ¿Cómo vivían antes? tienen interés por el pasado; pero cuando hay una crisis económica y de valores, triunfa la novela policíaca porque saca la corrupción, la basura y la distopía que es la que dice, por qué no tiramos todo y empezamos de cero. La novela histórica está en horas bajas y solo hay que ir a las librerías.  También creo que se ha regionalizado mucho. ¡Ay, cómo eran los tartessos! ¡Soy su heredero! y ese tipo de cosas.


Ya no queremos héroes y creo que es un error muy español. El héroe no es perfecto, es un modelo en un área de su vida. Martin Luther King engañaba a su mujer.


Pero está claro que la novela histórica contemporánea está de moda: la Segunda Guerra Mundial de la que hablábamos antes, sin ir más lejos.

Sí, pero con un aporte muy crítico. Historias sucias, de antihéroes. Ya no queremos héroes. Y creo que es un error muy español. El héroe no es perfecto, es un modelo en un área de su vida. Martin Luther King engañaba a su mujer, tenía muchos defectos, pero se arriesgó y murió por su causa. El héroe perfecto no existe, pero sí existen los héroes. Y si eso lo perdemos como sociedad, y la ficción es muestra de ella, vamos hacia la mediocrización. Que nadie sobresalga y al que sobresalga, le atizamos. Una de las grandes crisis del siglo XXI es que vivimos en una sociedad sin héroes y sin líderes.Los héroes apuestan y, si se equivocan, asumen sus errores. Hoy nadie quiere asumir nada.

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¿Qué te ha parecido la entrevista? ¿Has leído algo de Mario Escobar?

¡Buenas lecturas!

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3 comentarios

  1. Dice ser PEPITO PEREZ

    Joer, debeis ser el periódico mas listo del planeta, por que todos los que escribís y colaborais en él lo sabeis todo de nosostros, lo que nos gusta, lo que no nos gusta, lo que comemos, lo que bebemos, lo que follamos, como nos lavamos los dientes…. lo sabeis todo!!!! por que no jugais a la quiniela para haceros ricos en vez de manipular tanto el cerebro del personal????

    30 mayo 2017 | 09:03

  2. Dice ser habrá que votar lo que manden y ordenen

    Todos los partidos políticos son populistas, porque se alimentan del pueblo.
    Todos, absolutamente todos, es la base de la Democracia.
    Lo terrible es que se tilde al pueblo de populista, que es com ollamarlo tonto o caprichoso.
    No, señores, el pueblo manda, sea como sea, y si es tonto es culpa de los qeu están o estaban; y si votan a lo que votan es porqeu hay una razón. Si no les gustan, pues qeu prohiban que el pueblo vote y santas pascuas.
    Hablñar de populismo en democracia es como reírse de la voluntad del pueblo y esos clasismos sobran, porqeu todo voto vale igual. Ya ni eso respetan.
    La más longeva democracia del mundo, USA, dicen que es populista también. Pues nada, a seguir así.
    El paternalismo enfermizo y superiorista llega a donde llega.

    30 mayo 2017 | 11:04

  3. Dice ser Ignotis parentibus

    porque somos tan sádicos como los alemanes. También nos encantan las de policías asesinos, asesinatos, el cine negro (mafiosos) y dem´ñas historias en la que impera el desprecio por la vida ajena.

    31 mayo 2017 | 00:17

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