El naufragio del Príncipe de Asturias: el barco de los sueños

Vapor Príncipe de Asturias (WIKIPEDIA)

Vapor Príncipe de Asturias (WIKIPEDIA)

Hace unas semanas entrevisté a Jorge Díaz, autor de Cartas a Palacio y La justicia de los errantes, entre otras, sobre su última novela Tengo en mí todos los sueños del mundo (Plaza y Janés, 2016). En aquella ocasión no le quise hacer ahondar en el hecho histórico en el que basaba su novela, el naufragio en 1916, del crucero Príncipe de Asturias . Preferí que él mismo evocara aquel hecho como hace hoy y que nos trasladara a aquel barco…


El barco de los sueños

Por Jorge Díaz Cortés, escritor y guionista.

Noche de sábado de carnaval de 1916, tras un día de mala navegación, el Príncipe de Asturias, el buque insignia de la marina mercante española, está viviendo una gran fiesta. Por un lado celebran la noche de carnaval, para la que los pasajeros se han ido preparando con sus mejores galas, por otro que están ya muy cerca de las costas de Brasil: al amanecer podrán observar por primera vez el continente americano y acabará la primera parte del viaje de un par de semanas que les lleva hacia una nueva vida. Desde Santos, en Brasil, zarparán hacia Montevideo, y de allí a Buenos Aires. Todos los pasajeros llevan sus sueños, llegar a Argentina, encontrarse allí con los seres queridos que partieron antes, descubrir una tierra que les dé más satisfacciones y más oportunidades de las que han recibido en su propio país, huir de la guerra que destruye Europa

Allí está Raquel Chinchilla, que usa el nombre artístico de Raquel Castro, una cantante de cuplés que ha decidido obsequiar al resto del pasaje con su arte y canta para sus compañeros de viaje, que aplauden entusiasmados su «Ay, babilonio, qué marea» y así olvidan las mareantes olas que hay fuera.

También está Gabriela Roselló, que va a Argentina a encontrarse con su marido, al que nunca ha visto. Inició el viaje resignada a afrontar una vida que ella no escogió, que otros decidieron, pero durante el viaje ha aprendido lo que de verdad es el amor, la independencia y el tomar las propias resoluciones.

Eduardo Sagarmín, el duque de Aroca, que ha recibido el encargo de don Alfonso XIII de entregar unas estatuas malditas, las estatuas del Monumento de los Españoles. En realidad aprovecha el viaje para separarse de su esposa.

Giulio, un joven italiano que estaba en el frente, combatiendo a los austrohúngaros, cuando decidió que no estaba dispuesto a perder la vida en una guerra que no siente como propia. Echó a andar, recorrió media Europa y ahora está subido en las bodegas de ese lujoso barco como polizón.

Sara, una joven y bella judía ucraniana que ha sido casi secuestrada de su aldea y ya sabe que en Argentina tendrá que vivir encerrada en un burdel, atendiendo a todos los hombres que la desean por un par de pesos. Y lo peor, no tiene deseos de escapar porque se ha enamorado de su raptor…

De la vida de todos ellos, y de los cerca de mil pasajeros que viajan en el Príncipe de Asturias, se ocupa José Lotina, el experimentado capitán del vapor, curtido en mil batallas contra el mar y orgulloso de dirigir el mejor barco de su época.

Estamos en 1916, en plena Gran Guerra. Cruzar el Atlántico no ha sido fácil: hay barcos de guerra ingleses, submarinos alemanes, todo tipo de peligros… Hace apenas unos meses, un submarino alemán hundió el Lusitania, un trasatlántico inglés que viajaba con bandera americana, por creer que en él viajaban suministros de guerra para Gran Bretaña. No tuvieron en cuenta que viajaran cerca de dos mil civiles, entre ellos muchos niños. Murieron entonces mil doscientas personas.

Tampoco está tan lejos el hundimiento del Titanic, sólo cuatro años antes. Esto hace que los pasajeros del Príncipe de Asturias, pese a haber sido informados de las extraordinarias medidas de seguridad del barco, estén inquietos: nunca se sabe qué increíbles peligros puede guardar el océano.

Pero es carnaval y el viaje llega a su fin, es momento de celebrar y divertirse, de irle diciendo adiós a la antigua vida y de culminar los deseos que han ido surgiendo en la travesía.

EL017667Las actuaciones de Raquel, las botellas de champán, la orquesta atacando ese nuevo baile que se está poniendo de moda en Argentina, el tango, hacen las delicias de los pasajeros. Sólo hay una persona inquieta en todo el barco, el capitán Lotina. La zona que están atravesando tiene fama de ser peligrosa, hay capitanes que dicen que sus instrumentos han dejado de funcionar cerca de la Isla Bella, aunque Lotina la ha navegado muchas veces sin problemas, esta noche los tiene; después de una travesía con clima benigno, el último día han sufrido una gran tempestad y la visibilidad es muy reducida, de hecho el faro de Ponta do Boi tenía que estar ya a la vista y todavía no han podido divisarlo; además lleva esas estatuas que se le van a regalar al gobierno argentino que tienen fama de estar gafadas e inquietan a su tripulación, muy supersticiosa, como son en general los marinos… Prefiere que todos se diviertan y no cunda la preocupación. Ya se preocupará él por todos, como ha hecho tantas veces a lo largo de su dilatada carrera.

A las cuatro de la mañana la mayor parte de los pasajeros se han retirado a sus camarotes, sólo quedan en pie los juerguistas más recalcitrantes y parte de la tripulación, que prepara la llegada a Santos para dentro de unas horas. Pero el capitán Lotina no ha pegado ojo en toda la noche y está preocupado. Junto con su segundo sale a la lluvia de fuera. Siguen sin ver el faro y ya hace un par de horas debería estar ante ellos. Escudriñan con sus propios ojos y, de repente, aparece ante ellos a babor, cuando debería estar a estribor. Inmediatamente se dan cuenta de su error, han equivocado los cálculos por la tormenta y no están a las ocho millas de la costa que calculaban sino a una y media. El capitán da orden inmediata de cambiar el sentido de la marcha para alejarse de las peligrosas rocas que rodean la Isla Bella. Pero ya es tarde, el Príncipe de Asturias choca de lleno contra uno de los arrecifes. La mala suerte hace que la roca corte como un cuchillo todo el casco. Tarda cinco minutos en irse a pique.

Sólo se salvaron ciento cincuenta pasajeros. ¿Estarán Raquel, Gabriela, Eduardo, Giulio o Sara entre ellos? ¿Conseguirán ellos cumplir sus sueños?

*las negritas son del bloguero, no del autor del texto.

 

 

Los comentarios están cerrados.