Antonio Pérez Henares: ‘El Rey Pequeño’ en su Caballada

Caballada de Atienza (© Jesús Casas)

Caballada de Atienza (© Jesús Casas)

Antonio Pérez Henares, al que muchos conoceréis de sus artículos en prensa o de sus intervenciones televisivas, ha vuelto a la Reconquista castellana tras el éxito de La tierra de Alvar Fáñez (Almuzara, 2014), con El Rey Pequeño (Ediciones B, 2016). En ella, Pérez Henares recorre la vida del rey Alfonso VIII, triunfador de la batalla de las Navas de Tolosa. Y regresa con éxito, colándose desde sus primeras semanas entre las diez novelas históricas más vendidas.

La historia de El Rey Pequeño arranca en la niñez del monarca, con un hecho histórico vinculado a la mágica localidad de Atienza (en Guadalajara, visita que recomiendo a todos los amantes de la historia, una localidad llena de encanto, en la que se respira el medievo y que me trae grandes recuerdos), que es origen de una tradicional fiesta y de la que Pérez Henares nos escribe hoy en este blog…


El Rey Pequeño en su Caballada

Por Antonio Pérez Henares (@chanihenares), escritor y periodista.

Caballada de Atienza (© Jesús Casas)

Caballada de Atienza (© Jesús Casas)

Atienza estaba ya en la historia desde su alianza con la vecina Numancia, y en la épica y la leyenda desde que Mío Cid pasó junto a sus torres y al frente de su mesnada hacia el exilio, y la esquivó de noche por ser la Peña Fort un castillo demasiado formidable. Conquistada y vuelta a tomar por moros y cristianos, una vez tras otra, se convirtió en cierre definitivo de la frontera castellana cuando cayó Toledo y la línea cristiana llego al Tajo. Pero iba a ser un Rey Pequeño (según le apodaron los musulmanes al heredar, huérfano de padre y madre a los tres años, la corona de Castilla) quien más la quiso y la hizo grande. Un rey que al devenir del tiempo y curtido en la adversidad y cuajado su carácter en la batalla e incluso en la derrota, se iba a convertir en Alfonso VIII, el vencedor de la definitiva batalla de las Navas de Tolosa.

Él es para los atencinos su Rey Niño, al que liberaron cuando su tío el rey leonés lo tenía cercado en su villa. Lo disfrazaron de arriero y lo pusieron a salvo en Ávila. Este domingo de Pentecostés, como todos desde hace 854 años, lo han celebrado con su Caballada bajo la roca imponente de su fortaleza, saliendo de su muralla por donde salió la reata de recueros, el Arco de Arrebatacapas, y bajando hasta la ermita de la Virgen de la Estrella donde entretuvieron a la mesnada leonesa que partió tras ellos, mientras el grupo delantero se metía en la espesura de los bosques y se perdía de vista. Han oído misa, han bailado ante la Virgen y han vuelto a montar a caballo para ir a competir en carreras en medio de los trigales verdes, este año más verdes que nunca y más campos de pan llevar que ningún año.

Antonio Pérez Henares en Atienza (© Jesús Casas)

Antonio Pérez Henares en Atienza (© Jesús Casas)

Estuve allí. No era la primera vez, soy de esa tierra, de ese Común de Tierra que un día abarcó 230 pueblos, uno de ellos el mío, Bujalaro, y cuya mesnada concejil era temida en la frontera toda, sufrió cuantiosas pérdidas en vidas en la derrota de Alarcos y volvió victoriosa de las Navas. Esta vez acudía a bautizar mi nueva novela, El Rey Pequeño, que comienza precisamente en ese instante que se conmemoraba. Atienza me trató con  hospitalidad y dignidad, me reconocieron como propio y me dejaron compartir con ellos su fiesta. Que es la manera mejor que los castellanos tenemos de tratarnos. Yo les dije que mi novela no era solo una cosa de reyes y batallas, que era además la epopeya de las gentes de a pie, del común, de aquella frontera donde podía perderse todo, cosecha, hacienda, hijos, mujer y vida en una razzia mora, pero donde la tierra que se roturaba ya era tuya, que había que labrarla con una mano en la estiba del arado y otra en la lanza, pero donde los Fueros del Rey te protegían y en el atrio porticado de la iglesia podías  elegir a tu juez y a tu alcaide y decirle a cualquiera a la cara y sin bajarla que no eras ni te sentías más que nadie, pero menos que nadie tampoco.

Eso les dije, el día de su Caballada, que este año caía en san Isidro, quien por cierto vivió en aquella época y era un mozárabe, un buen labrador, un hombre bueno y un zahorí prodigioso, a las gentes de Atienza, y me entendieron mejor que nadie.

*Las negritas no son del autor del texto, sino del bloguero.

1 comentario

  1. Esta fiesta tiene bastante paralelismo, no tanto en su origen histórico como en como se produce, con la celebración de Los Piostros en Pedroche (Córdoba) todos los 7 y 8 de septiembre. En Los Piostros la concurrencia de caballos es mucho mayor, es más colorida y distinta y, como en la caballada, alcanza su cenit en las carreras que tienen lugar en la cuesta del Molar.

    Animo a todos a conocerlas ambas fiestas y ambas localidades. No quedarán defraudados.

    21 mayo 2016 | 15:44

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