¿Qué sintió Gadafi durante su última noche?

Gadafi (EFE)

Gadafi (EFE)

¿Os he dicho ya que mi criterio de novela histórica para XX Siglos es bastante flexible, juguetón y poco académico? Seguro que sí, si no, estrictamente hablando, no podría hablaros de novelas sobre el tráfico de drogas o de la historia que os traigo hoy. Sí, estrictamente no son novelas históricas, pero hablan del pasado, del más reciente. Así que nuestro salto temporal de hoy es muy cortito, casi antes de ayer, nos vamos a… A Sirte (Libia), la noche del 19 al 20 de octubre de 2011.

La última noche del Rais (Alianza, 2015), de Yasmina Khadra, es un arriesgado relato en primera persona de las últimas horas de vida de Muamar el Gadafi, el célebre dictador libio. Khadra muestra a un Gadafi desquiciado, que presiente su propio final, rodeado de unos fieles hundidos. Su régimen, su mundo, se derrumba. A su alrededor, miles de libios buscan su muerte. Su pueblo. Un pueblo que siempre ha sentido este beduino como el rebaño que lideraba y protegía.

Yasmina Khadra es un escritor de muchísimo oficio. Sus novelas son una visión bastante interesante del mundo árabe y musulmán contemporáneo, contado desde un equilibrado enfoque entre esas coordenadas culturales y las occidentales. Excomandante del ejército argelino (su nombre literario es el seudónimo que utilizaba al escribir durante su etapa militar) ha sabido siempre poner el enfoque en los asuntos (terrorismo, crisis en Argelia, fundamentalismo) y los escenarios (Afganistán, Irak, su propia, querida y dolorosa Argelia).

En La última noche del Rais, Khadra apuesta fuerte con un texto breve y muy directo. La escuela del sector 2 de Sirte donde Gadafi y su ya agotada corte de fieles pasan la última noche es el búnker de Hitler en Berlín trasladada al norte de África en el siglo XXI. La locura, el horror.

Las calles destrozadas de Sirte, donde murió Gadafi (EFE)

Las calles destrozadas de Sirte, donde murió Gadafi (EFE)

Es difícil dar con la clave de Gadafi y hacerlo creíble. No sólo es un personaje real, sino también excesivo y casi todos tenemos en la cabeza su imagen histriónica. Khadra demuestra su buen hacer haciéndolo deliberadamente literario, mostrando los artificios. No es Gadafi, es el Gadafi de Khadra. Su obsesión con Van Gogh, tan simbólica, tan surrealista, pero que hila y carga de contenido la novela es una buena prueba. Es la prueba del artefacto literario, pero también lo que dota de credibilidad a un personaje iracundo, vencido, que podría caer en el peligro de quedarse en esa imagen colorida de la televisión. La visión es incompleta sí, porque está en manos del escritor. Dejar ver el artefacto ficticio es lo que hace posible que la delicada fe del lector se mantenga. Si no, hay momentos en los que resulta difícil creer algunas reflexiones del dictador, cercado y amenazado de muerte. No quiere relatar la realidad Khadra, no creo que lo intente, a pesar de demostrar conocimiento sobre el personaje y los sucesos. Ha apostado por hacer un fresco impresionista, rápido, a grandes y plásticos trazos. Es, en parte defecto, en parte acierto: el saber que seguramente Gadafi no pensaba así en esas últimas horas. Es una reflexión sobre el dictador. Sobre cualquier tirano.

La novela tiene varios momentos terribles y brillantes, como cuando Gadafi y su hijo ven por televisión la caída de otro rais, Ben Alí, en Túnez, mientras «contenía las carcajadas» sintiéndose seguro porque no concibe que eso le pueda pasar a él.

Una novela brutal, para adentrarnos en el horror que todos vimos por televisión hace no demasiado. Un interesante experimento literario.

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5 comentarios

  1. Dice ser Carpanta

    Con Gadafi Libia era el mejor pais de Africa,con una renta percapita y un nivel de vida muy alto. Ahora es un avispero de islamistas cortacuellos. Hay que darle las gracias de esto a los saudies,catar y los paises europeos que apoyaron la atrocidad que hicieron en Libia.

    04 febrero 2016 | 13:57

  2. Dice ser Anónimo

    Opino como el anterior. Varios intereses están acabando con dictadores como Saddam Housein, Gadafi o Bachar al-Assad sin mirar que estos dictadores eran los únicos capaces de controlar esa gentuza. El resultado de matar a estos dictadores no es petróleo barato, es abrir un tarro de gusanos y acabar con islamofascistas 10 veces peores y mucho más peligrosos en el poder, unos que nos invaden y nos pueden atacar en cualquier momento.

    La solución pasa por buscar alternativas al petróleo para depender de países islámicos lo menos posible y ser autosuficientes energéticamente, y absolutamente nunca intervenir en esos avisperos, pase o que pase y haga lo que haga quien sea, evitando invasiones de los mal llamados «refugiados» y evitando que se hagan con el control de nuestra cultura aprovechándose del buenismo y de lo políticamente correcto. Levantar un telón de acero entre el islam y la civilización que respeta la libertad, no negociar con ellos, no intervenir, no intentar robar su petróleo, dejar que se maten si eso desean, ignorar a los dictadores y no debilitarlos, y esperar a que el problema se solucione solo.

    04 febrero 2016 | 15:44

  3. Dice ser zhock

    Buenas tardes, Gadafi murió en el 2011 no en el 2014

    04 febrero 2016 | 15:48

  4. xx-siglos

    Tela¡ Se me fue la cabeza al escribirlo, zhock. Gracias por el aviso¡

    04 febrero 2016 | 15:51

  5. Dice ser realidad

    Horror?

    Gaddafi , el mismo que financiaba , armaba y entrenaba a todos los terroristas comunistas de Europa, desde ETA, las brigadas rojas, los RAF, y mierda de terroristas de palestina…el mismo que participo y dio soporte y cobijo a los que derribaron el Pan Am en Lockerbie…

    Recuerdo cuando le metieron el tiro con su pistola de oro… bien por el espia frances que lo hizo, y posteriormente abri el champan y comi langostinos.

    06 febrero 2016 | 13:33

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